Hacía más de un año que no ocurría, pero ha vuelto a aparecer. Abrilgüeyu, mi trasgu particular. Como siempre, en la pantalla de mi ordenador, esta vez sobre el ojo de la webcam. Tapo los oídos para no contestar a sus requerimientos pero es igual, en la pantalla van apareciendo, a velocidad de vértigo, las frases que debe de estar diciendo:
«Un Tribunal Constitucional que tarda tres años en resolver sobre el Estatut de Cataluña (dejemos de lado lo de la lista de Sastre y sus boys). Un partido político, la sucursal del PSOE en Asturies, que persigue a lo largo de un lustro que los catalanes tengan más financiación y más competencias en detrimento de los asturianos; que, al mismo tiempo, acepta cualquier tipo de solución en las vías férreas para llegar a la meseta (por no hablar de su posición histórica al respecto). Otro partido político, la sucursal del PP en Asturies, que apoya estatutos en Baleares, Valencia y Andalucía, que, como el de Cataluña, comprometen la financiación para los asturianos y que, sin embargo, es incapaz de cerrar un acuerdo aquí, en este país; al que, por otro lado, jamás se le ha oído un análisis de la realidad asturiana ni conocido una propuesta, salvo la matraca de lo buenos que fueron Cascos, Aznar y Rato. Un gobierno, el de Areces, que desgobierna de tal forma que pone en marcha para los empleados públicos una llamada carrera funcionarial que no tiene base legal alguna, que constituye una arbitrariedad y que va a traer un montón de complicaciones, colectivas e individuales. Unos sindicatos que firman todo esto y no lo firman. Que, al mismo tiempo, apoyan al Gobierno y no lo apoyan…».
«Dime —concluye ante mi gesto de apagar el ordenador para quitarlo de delante—, ¿qué empresa?, ¿qué sociedad?, ¿qué particular aguantaría tanta incompetencia, tanta ineptitud, tanto mangante, tanto daño a las arcas públicas, tanta traición hacia quienes depositan en ellos su confianza en forma de voto, tanta logomaquia, tanto engaño, tanta mentir…».
He apagado, esperado unos minutos y vuelto, porque tenía que escribir el artículo de La Nueva España, con la confianza de que hubiera desaparecido. En vano, aquí sigue.
—¿Qué? ¿Qué tienes que decirme?
Trato de disculparlos. A fin de cuentas, como yo, tienen bipedación y articulan discursos aparente significativos.
—Quizás cobran poco, y, al tener que atender a otros asuntos de pane lucrando, pues no pueden prestar a las cosas la atención o el tiempo que debieran.
Abrilgüeyu se carcajea de forma tan parajismera, que resultan casi obscenas sus risotadas y su forma de doblarse sobre la cintura. Temo que, en una de estas, se le caiga la montera.
—Voy a aceptar la tontería de tu argumento. Admitamos que cobran 700 u 800 euros tan sólo. ¿Has visto que quienes cobran esos sueldos —que ya quisieran llegar a mileuristas— te diesen mal la vuelta en las cajas, te limpiasen mal el portal, no te atendiesen en las consultas telefónicas? Pues si esos ciudadanos y ciudadanas —que cobran de verdad ese dinero y trabajan más horas de las que nunca soñaron diputados, sindicalistas, ciertos jueces y gobernantes— hacen bien y con eficacia su trabajo, ¿qué razón hay para que toda esa mangantería haga exactamente lo contrario?
Ya no sé qué contestar y no sé cómo quitarlo de delante para que me deje empezar mi artículo, así que articulo:
—Hay que darles tiempo. Seguramente no les faltan ni capacidad ni voluntad, pero probablemente aún no han madurado lo suficiente.
Abrilgüeyu salta de la pantalla al teclado y se pone a dar viravueltes de parte a parte, reiteradamente. Cuando se para, en el centro, sobre la tecla de la “h”, me mira y estira sus labios hasta que las comisuras casi le rebasan el vértice de las orejas.
—¿Pues sabes cómo muerquen les coses más rápidamente? En la pila cuchu. Col calor maduren que ye un primor —tararea con la música del histórico anuncio del Colacao.
Lo miro. Me mira. Pienso en ello y, sobre todo, en los efectos colaterales.
—Así que escoge —me dice, y la sonrisa parece estirársele aún más, hasta la misma coronilla—, ¿salario insuficiente o inmadurez? Tú decides.
Lo que decido es apagar el ordenador. Esta quincena no habrá artículo.
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