De industria, no por accidente


Ahora andan quejándose —por lo bajino, naturalmente— de que el señor Areces hubiese tenido tan poco control y no hubiese visto o prevenido a tiempo los supuestos desmanes que parecen haberse producido en dos consejerías de su Gobierno. Pero hay que recordar que el señor Areces no está ahí, al frente del Ejecutivo, por accidente, sino de industria, es decir intencionadamente. Pues, en efecto, allá por el 97 los socialistas, o, al menos quienes mandaban en el PSOE, decidieron ir a buscar al ex comunista Areces, que por entonces aun no era socialista, aunque sí alcalde de Xixón, para ponerlo al frente de las listas autonómicas, sustituyendo al entonces Presidente, don Antonio Trevín. Recuerdo perfectamente cómo un día se me acercó el señor Villa en el Parlamento, y, ante la actuación de los suyos, comentó: “¿No te parece que así no vamos a ningún sitio? Tenemos que cambiar esto”. Y, efectivamente, meses más tarde fueron a buscar al señor Areces, porque entendían que era el mejor de entre los suyos. Con más precisión: mejor que los suyos.

(Como un aviso de la mano invisible del destino, poco después, en Rodiezmo, al señor Villa le caía encima una caja de sidra mientras peroraba el ungido. El líder sindical, ciego a los avisos del sino como todos los humanos, hizo caso omiso. Al poco tiempo, reinante ya el expatriado de Perlora, al PSOE y al prócer minero les cayeron encima, empujada por la mano de don Vicente Alberto, otra caja de más peso y riesgo, esta vez la de Ahorros de Asturies).

Así, pues, no vale llamarse a andana sobre la gestión —más bien nefasta— del señor Areces. Como el señor Zapatero —del que ahora casi todos quieren renegar—, el de momento Presidente del Gobierno Asturiano fue elegido como el mejor del PSOE (¡Dios mío, cómo serán los demás?) tras reñida oposición y en detrimento de sus rivales, don Antonio Trevín en un caso, don José Bono en otro. La responsabilidad, pues, de esos gobiernos es del partido que, con certero ojo y buen olfato, ha hecho de ellos los sobrevivientes finales de la poda.

Como tampoco puede el PSOE —ni su socio habitual, desde fuera del Gobierno o en él, IU— eximirse de sus culpas en la gravísima situación de nuestra economía. Si las cifras de paro en Asturies son escandalosas, el parámetro de la tasa de actividad es una auténtica laceria. Es del 51,3%, ¡siete puntos por debajo de la media e inferior en dos a la comunidad siguiente, Melilla! Ello evidencia el rotundo fracaso de quienes han venido rigiendo este país desde el advenimiento de la democracia (con el paréntesis durante cuatro años del Gobierno Marqués) y la mayoría de los ayuntamientos, tiempo durante el cual han recibido multimillonarísimas inversiones europeas y españolas, sin saber sacarles fruto y tirando mucho dinero en fruslerías o inanidades.

Este debe ser el “modelo Cuencas” con que el Aspirante-a-Próximo-Desastre, don Javier Fernández, nos amenaza: todos en paro y el que quiera pedir un favor, una licencia o un empleín —aunque sea una pequeña ocupación para limpiar las calles durante seis meses— ya sabe por dónde tiene que pasar y cómo tiene que someterse.

(Ahora que no puede negarse que don Javier tiene de vez en cuando sus humoradas. Así se manifestó el 30/01/11, en Zaragoza: «Queremos hacer de Asturias una tierra para venir a trabajar» ¡Coño! ¡Como si no llevasen gobernando este país desde los tiempos de Franco! ¡Y como si el resultado no fuese el que es en el empleo, en el paro, en la actividad y en la economía!).

De esa situación son ellos responsables, como lo son de la enésima patada que en el culo nos ha dado a los asturianos el PSOE en la persona de don José Blanco, inaugurando 9,5 km de autopista en Galicia y prometiendo concluirla entera, en esa comunidad, para el 2012, mientras que aquí, en Asturies, no solo se incumplen todos los plazos sino que cada día vamos recibiendo nuevas de que su finalización se dilatará ad kalendas psoeras.

Todo de industria (materia, por cierto, de la cual estuvo al frente don Javier Fernández Fernández en el Gobierno de Areces), poniendo en todo ello su empeño, su afán, su incapacidad. Nada por accidente, maleficio o condicionamiento de la historia.

«Por sus frutos —se dijo— los reconoceréis».

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