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La decisión de IU y del PSOE de poner un impuesto asturiano a las eléctricas y otras empresas distribuidoras de electricidad
—el llamado «Impuesto sobre el desarrollo de determinadas actividades que inciden en el medio ambiente»— ha tenido las consecuencias esperables: las empresas repercutirán esos impuestos sobre el costo final, y por lo tanto a los consumidores, con las repercusiones inevitables en los salarios, en la inflación, en el paro, etc.
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Ayer, de fuentes de IU se negó que las empresas distribuidoras pudiesen hacer eso y, en todo caso, protestaron de que lo hiciesen,
«dadas las plusvalías que obtienen». El PSOE, cómplice y socio de gobierno, calla.
Sólo un tonto podría haber pensado que los costos de un producto no se trasladasen al final a los consumidores (particulares y empresas). Como ni IU ni PSOE son tontos, es que piensan que los tontos o los imbéciles somos nosotros.
Pues ya lo saben quienes piensen votarlos lo que opinan ambos de sus votantes (y de todos nosotros, en general).
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