Alfonso XIII y Churchill (III)

Resulta interesante el retrato que de Alfonso XIII nos da Winston Churchill en su Grandes contemporáneos (1937), por la visión personal que de él tiene, por los matices que aporta sobre el personaje, tanto en el plano político como humano, por el "sentir" de la sociedad española de la preguerra con respecto a EEUU...

En cualquier caso, y aunque seguramente la mayoría de mis lectores conocen ya todos los patices que el texto les pudiere aportar, lo transcribo aquí porque entre otras cosas, a algunos, espcecialmente a los más jóvenes, les ayudará a superar la idea absolutamente plana y estrábica que de la historia se les va creando, tanto desde las portavocías personales de la enseñanza como desde los altavoces atronadores de la manipulación política.

Nota: como el texto es largo, lo sustancio en tres entregas sucesivas. Esta es la tercera y última.



A todo el mundo le ha chocado el contraste entre la súbita y feroz aversión de los españoles por su rey, y su notable popularidad en el momento de su caída entre las democracias de Francia y de Inglaterra. En la patria, todos rostros ceñudos; en el extranjero, todo aplausos. Soberanos derribados de sus tronos bajo la acusación de despotismo han solido recibir asilo en tierras extrañas; pero jamás hasta entonces habían sido acogidos en París y en Londres con amplias, espontáneas manifestaciones de respeto y aprobación. ¿Cómo explicarlo? Los españoles, para quienes las instituciones democráticas llevaban consigo la esperanza de nuevos y grandes progresos y mejoras, miraban a Alfonso como un obstáculo para su avance. Las democracias francesa e inglesa, que ya gozan de todas sus ventajas, saben más acerca de ello. Ellas consideraban al rey como un deportista; los españoles le conocían como gobernante. Las fuerzas organizadas de Francia, Inglaterra y, sin duda, de los Estados Unidos, se sentían más atraídas por el carácter y la personalidad del rey Alfonso que por el carácter y la personalidad del pueblo español. Les sorprendía que la nación no quisiese tal soberano. El pueblo español veía las cosas a su manera; y esta visión era la que debía prevalecer. El mismo Alfonso no querría que fuese de otro modo.

Los hombres y los reyes deben juzgarse por los momentos críticos de sus vidas. El valor es apreciado, con razón, como la primera de las cualidades humanas, porque, como se ha dicho, es la que garantiza todas las demás.

Alfonso XIII ha probado, en todas las ocasiones de personal peligro o de política urgencia, su valor físico y moral. Hace muchos años, frente a una difícil situación, Alfonso hizo la arrogante declaración —jactancia no fácil en España— de «Yo he nacido en el trono y moriré en él». Que esto era una íntima, personal e intensa resolución y una norma de conducta, es indudable. Tuvo que abandonarla, y hoy, joven aún, está en el destierro. Pero no debe suponerse que esta decisión, la más penosa de su vida, fue tomada tan sólo en el último momento o bajo apremiante imposición. Bastante más de un año antes, había dado a conocer que, como rey, no se opondría a la voluntad explícita del pueblo español, constitucionalmente expresada, acerca de la cuestión de república o monarquía. Pero, después de todo, ¿qué rey moderno desearía reinar sobre un pueblo que no lo quisiera? En caso de que las elecciones generales de España diesen como resultado una fuerte mayoría republicana en las Cortes, todo el mundo habría de entender que ellas daban nacimiento a una Asamblea Constituyente. Entonces, y de la manera más legal, el rey habría abdicado sus poderes y se habría puesto a la disposición del gobierno deseado por sus anteriores súbditos.

Pero no iba a ser así. La efectiva crisis sobrevino súbita, inesperadamente, con solución impensada, como resultado de unas simples elecciones municipales en las que nunca deberían haber entrado las cuestiones fundamentales...: elecciones, además, en que las fuerzas adictas a la monarquía no se habían preparado para una eficaz acción política. Aun así, hubo una gran mayoría monárqui¬ca; pero nadie esperó el resultado definitivo. La crisis venía acompañada de toda clase de vehemencias e insultos. Por su comportamiento en esta odiosa prueba, el rey Alfonso demostró que anteponía el bienestar de su país a sus personales sentimientos de orgullo y a sus propios intereses. La solución fue impropia; el procedimiento, injurioso. Los medios de resistencia armada no faltaban; pero el rey comprendió que el caso había llegado a ser tan personalmente suyo que no justificaba el derramamiento de sangre española por manos españolas. Él fue el primero en lanzar en el palacio el grito de «¡ Viva España!». Hizo después otra notable manifestación: «Espero que no habré de volver, pues ello solamente significaría que el pueblo español no es próspero ni feliz.» Tales declaraciones nos facilitan medios para juzgar su reinado. Se equivocó; cometió, sin duda, tantos errores como los regios o parlamentarios gobernantes de otros países; tuvo tan poco éxito como la mayoría de éstos en satisfacer los vagos apremios de esta moderna edad. Pero observamos que el espíritu que lo guió a través de estos largos años de dificultades no ha sido otro que el de leal servicio a su país, y que siempre ha sido impulsado por el amor y el respeto hacia su pueblo.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Merucu,
paezes el voceru'd Xuan..Faciendo.y el trabayu'p que elli escriba estes coses !!que non van llevar Asturies mes lloñi.
Esti non ye el trabayu que tien que facer un politicu n'Asturies.
Encoyendo les oreyes , cuando fai falta lluchar...y por ser meyor que los otros, non tamos elli cuando fai falta....
El premiu vas tenelu con los votos.
Ye lo mesmu si ti presta o non, ye asina!!

Xuan Pandiella dijo...

Estimáu "anónimu". Esti ye un blog de una persona cuya aportación a Asturies (esto ye, a los asturianos) ye indiscutible. Un trabayu que munchos conocen (OSPA, Muséu de Belles Artes...), el trabayu más importante en política llingüística criticáu (Llei d'Usu y Promoción)-y que por ciertu, criticada en su día, y agora allabada.
Ca ún pue aportar les idees que quiera a les entraes que fae l'autor y dueñu del blog.
Respecto a esconder les oreyes, sinceramente esta xente lleva 25 años militando nel Partíu Asturianista, nun creo qu'escuendan les oreyes. Y lluchando, lluchando lleven 25 años nel PAS,tirando d'él col su esfuerzu personal y sin nengún tipu de lucru.
Y claro que sí, el premiu vamos a tenelo colos votos, por que Unión Asturianista (URAS-PAS) va a conseguir presencia parlamentaria.
Gracies polos tos comentarios.
Un saludu candial.

M.X. ASTURIANU del MARINO dijo...

¡Sí que tien suerte l´Asturianismu con PACHU!
Primeru foi El PACHU de los 40 años
dempués vieno el Pachu del PP (cascos), llueu el Pachu d´IU (valledor), ¿Y tu que PACHU yes?
!Ah! tu que tas al quite ties que ser PACHU BEKENBAWER
Manin peme quél to Partíu ta nel "BERNABEU" ¡¡HALA MADRID!!

Anónimo dijo...

M.X.
Sorte non se?Nin con Pachu, nin con Pacha, poro la xente non ta ciega, o se pode tapa-yos los güeyos.
Pa recoxer bona cosecha ,hai que tener bona semente!!
Hai tantos problemes,y falta quien te encima dellos pa arregla-los.
en Madri poden facer lo que quieran, equi ye Asturies!!
Nuna democracia toa critica ye permitia

Anónimo dijo...

Bono Xuan,Tu non yes el Xuan , que me referia.
Con agua pasa non muelen los molinos..Y laurease con fueyes vieyes,non va a dayuri!!
Solu güei conta'l pasu ,ye pasu...
Yo mesmu vote esi partiu,polo tantu se de lo que falo.
El trabayu necesariu non se fai,quien non ye criticu consigo mesmu,non ta abiertu a conseyos!!Y soños ,son eso!!Un candial saludu.