L’APRECEDERU
PELAYO
Y LOS INVISIBLES
Revisando archivos, encuentro uno
en que voy anotando la recurrente aparición de tres negaciones, la de la idea
de Reconquista como un término adecuado; la de la existencia de la batalla de
Covadonga (ni siquiera habría habido una “agarradiella”, como tituló una
narración Rafael Álvarez-Borbolla); la de rechazar cualquier veracidad sobre lo
que la tradición nos venía diciendo sobre la persona de Pelayo: de su
nacimiento y genealogía, al lugar de su tumba.
Que conste que ese negativismo o
hipercriticismo no es nuevo. Ya a comienzos del XX nuestro Julio Somoza, aquel
gran devoto de Xovellanos, sostenía lo mismo. Seguramente tienen razón todos
estos historiadores, pero lo que es indudable es que hubo un estado asturiano,
que se expandió, que inventó un arte asturiano e, incluso, la tumba del Apóstol
y su camino. Eppur si muove¡, nos
veríamos tentados a decir, como Galileo.
Esa práctica desaparición o
borrado de nuestra vista del panorama histórico tradicional me lleva, por
caminos diversos, a algunos invisibilizados en estos días de sufrimiento. Los
niños, por ejemplo. Además de enclaustrados, lo que no están los perros,
¿alguien pensó en máscaras o guantes de su talla?
En un artículo publicado el 13/4/20 en LA NUEVA ESPAÑA,
Campo Vidal da voz a las quejas de mucha gente de los pueblos, quienes
protestan que se impida a la gente desplazarse a sus huertos. “En los pueblos
no se nos deja ir al huerto, mientras que en las capitales se puede viajar en
metro”. Y reflexiona el articulista: “El que redactó el decreto […] lo hizo en
una ciudad y pensando solo en las ciudades”. En los urbanitas, corregiría yo,
porque cuántos miles de asturianos tienen una huerta o una pumarada y no pueden
atenderlas.
¡Como si fuese más fácil
contagiar a alguien segando o plantando en solitario que viajando o comprando con
él!
¿“Desescalarán” (o mejor,
“desubmergirán”) pronto a esta gente? Lo dudo.
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