Pídenme dellos enseñantes que vuelva repetir el primer ensiertu sobre la enseñanza. Fágolo equí.
Entamo equí una llarga (o curtia, si fartuco) llarga serie d'ensiertos sobre la enseñanza, en xeneral, y sobre l'asturiana, en particular. Prestaríame qu'otros enseñantes, y el públicu en xeneral, participasen na discusión. Al final, atroparélos toos nun únicu documentu.
PRIMER ENSIERTU
1. No es cierto que ahora los estudiantes tengan menos materia que antes, que deban estudiar menos. Tienen más programa ("currículo", se denomina) que nunca en todas las asignaturas y, al menos en teoría, han de saber los últimos conocimientos científicos. Otra cosa es el aprendizaje efectivo que de ello hagan o tengan, en la práctica, que hacer.
2. El presupuesto fundamental de toda la enseñanza, lo que está detrás de todas las decisiones legislativas y organizativas de los sucesivos ministerios, ministros y gobiernos educativos es la idea de que todos los alumnos son igual de capaces e inteligentes (que lo son en grado sumo) y que todos tienen, sobre esa capacidad, un enorme (o al menos suficiente) interés por lo que se les enseña. Ese mismo presupuesto es el que sostiene el discurso de los psicólogos y pedagogos, y, por supuesto, el de los padres de los alumnos. El anverso de esa premisa es que si el alumno no tiene buenos resultados, está retrasado o no quiere estudiar, él nunca es el responsable, sino quien no lo motiva o no es capaz de extraer de él lo que es capaz de dar.
3. La tercera premisa es menos explícita, pero es tan cierta como las otras dos: se legisla contra (o en prevención de) un arquetipo de profesor que se entiende como universal y que tiene todas las características negativas con que se pudiera construir tal arquetipo: no es capaz de sacar lo mejor de los alumnos (o no quiere), de ahí que se le exija que explique por escrito todos sus pasos, que se reúna cada poco para examinar o modificar sus métodos, que explique y justifique por escrito por qué no se produce el éxito total esperado por el sistema, por los padres y por los alumnos, que invente nuevos métodos, procedimientos o fórmulas para que los resultados óptimos se produzcan y, en último término, que venga a hacer, junto con la rectificación de los resultados, una confesión de sus culpas. De igual manera, se supone que tal arquetipo de profesor conspira contra sus alumnos, tanto en el campo profesional como humano: es esa la razón de que se articulen procedimientos para reclamar todas las decisiones del profesorado y sus notas, y se estimule a ello; de que se elimine la autoridad del profesor en el aula; de que se garanticen todos los "derechos" del alumno (salvo el de los educandos que quieren estudiar a no ser perturbados por quien no quiera hacerlo) y ninguna obligación para él; de que se judicialice toda la vida escolar y se obligue a llevar cuenta documental de cada actuación; de que, en caso de conflicto o indisciplina, la palabra del profesor valga tanto como la del alumno y de que, en en caso de conflicto, el profesor deba demostrar (testimoniar) con pruebas efectivas la veracidad de sus palabras o acusaciones.
Entamo equí una llarga (o curtia, si fartuco) llarga serie d'ensiertos sobre la enseñanza, en xeneral, y sobre l'asturiana, en particular. Prestaríame qu'otros enseñantes, y el públicu en xeneral, participasen na discusión. Al final, atroparélos toos nun únicu documentu.
PRIMER ENSIERTU
1. No es cierto que ahora los estudiantes tengan menos materia que antes, que deban estudiar menos. Tienen más programa ("currículo", se denomina) que nunca en todas las asignaturas y, al menos en teoría, han de saber los últimos conocimientos científicos. Otra cosa es el aprendizaje efectivo que de ello hagan o tengan, en la práctica, que hacer.
2. El presupuesto fundamental de toda la enseñanza, lo que está detrás de todas las decisiones legislativas y organizativas de los sucesivos ministerios, ministros y gobiernos educativos es la idea de que todos los alumnos son igual de capaces e inteligentes (que lo son en grado sumo) y que todos tienen, sobre esa capacidad, un enorme (o al menos suficiente) interés por lo que se les enseña. Ese mismo presupuesto es el que sostiene el discurso de los psicólogos y pedagogos, y, por supuesto, el de los padres de los alumnos. El anverso de esa premisa es que si el alumno no tiene buenos resultados, está retrasado o no quiere estudiar, él nunca es el responsable, sino quien no lo motiva o no es capaz de extraer de él lo que es capaz de dar.
3. La tercera premisa es menos explícita, pero es tan cierta como las otras dos: se legisla contra (o en prevención de) un arquetipo de profesor que se entiende como universal y que tiene todas las características negativas con que se pudiera construir tal arquetipo: no es capaz de sacar lo mejor de los alumnos (o no quiere), de ahí que se le exija que explique por escrito todos sus pasos, que se reúna cada poco para examinar o modificar sus métodos, que explique y justifique por escrito por qué no se produce el éxito total esperado por el sistema, por los padres y por los alumnos, que invente nuevos métodos, procedimientos o fórmulas para que los resultados óptimos se produzcan y, en último término, que venga a hacer, junto con la rectificación de los resultados, una confesión de sus culpas. De igual manera, se supone que tal arquetipo de profesor conspira contra sus alumnos, tanto en el campo profesional como humano: es esa la razón de que se articulen procedimientos para reclamar todas las decisiones del profesorado y sus notas, y se estimule a ello; de que se elimine la autoridad del profesor en el aula; de que se garanticen todos los "derechos" del alumno (salvo el de los educandos que quieren estudiar a no ser perturbados por quien no quiera hacerlo) y ninguna obligación para él; de que se judicialice toda la vida escolar y se obligue a llevar cuenta documental de cada actuación; de que, en caso de conflicto o indisciplina, la palabra del profesor valga tanto como la del alumno y de que, en en caso de conflicto, el profesor deba demostrar (testimoniar) con pruebas efectivas la veracidad de sus palabras o acusaciones.
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