El flamenco, «Patrimonio de la Humanidad» de la Unesco


La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) decidió este martes incluir al flamenco en la lista de “Patrimonio inmaterial de la Humanidad”, junto a la dieta mediterránea, los “castells” catalanes y el canto de la Sibila mallorquina.

Las tres manifestaciones artísticas formaban parte de las 47 candidaturas internacionales presentadas ante el Comité Intergubernamental de la Unesco; quien se encuentra reunido hasta el próximo viernes en Nairobi.

Ángeles Albert -directora general de Bellas Artes y miembro de la representación que acudió a Kenia para defender la candidatura española-, señaló que la designación del flamenco como patrimonio inmaterial debe ser “el espaldarazo definitivo” para esta disciplina, pese a que “siempre ha mantenido viva la esencia y el vigor de la tradición”.

Con respecto a este, el consejero de Cultura de la Junta de Andalucía -Paulino Plata -aseguraba que el galardón provocará que, al fin, el arte flamenco “ocupe el espacio que le corresponde, tras más de dos siglos de historia”; en una disciplina que “nace del pueblo y transmite sentimientos; aunque en ocasiones haya sufrido un tratamiento menor”.

Y, ahora, y tras felicitar a catalanes, mallorquinos y andaluces, la reflexión. ¿Es que acaso, nuestra tonada es un arte menos singular que el flamenco? ¿Es que esa nuestra tan original y difícil en su ejecución música no "nace del pueblo y transmite sentimientos"?

Pero ya no es la cuestión el que la tonada no haya sido declarada Patrimonio de la Humanidad, sino que no se ha planteado el llevarla a concurrir al galardón en cuanto tal. Es más, de plantearse la cuestión, habría grandes reticencias entre una parte importante de nuestros "intelectuales" y de los grupos dominantes de opinión. ¡Hasta risas habría! Y, por supuesto, no alcanzaría el apoyo de los partidos mayoritarios asturianos -esos palafreneros de sus señoritos de Madrid- y no conseguiría nunca que estos entusiasmasen al Gobierno central para que sostuviese nuestra candidatura ante la UNESCO.

Pero no nos engañemos, no es que nuestras peculiaridades culturales, nuestro Patrimonio de la Humanidad, no tenga peso. No es que nuestra sociedad política sea incapaz de ver, valorar y apreciar lo asturiano. Es que nosotros nos empeñamos en no tener peso; propiciamos el que lo asturiano permanezca oculto o sea menospreciado, al empeñarnos, elección tras elección, a quienes tienen Asturies únicamente como un saco de donde obtener oro, incienso y mirra para llevárlos en ofrenda a sus señoritos de Madrid; al entregar nuestra confianza a quienes minusvaloran y menosprecian -si no desprecian- Asturies, lo asturiano, y, a través de ello, en último término, a los asturianos.

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