Pedagogía: entre la dictadura y la nada

En el suplemento cultural de ABC del 14/02/09 Andrés Ibáñez, en su habitual sección de Comunicados de la Tortuga Celeste, publica un artículo-ensayo sobre la pedagogía que concluye con estas palabras:

«El gran enemigo de la pedagogía no es ese profesor vago, anticuado y que «se niega a cambiar» que es, en gran me­dida, una creación mitológica de esa nueva forma de fanatismo dictatorial que se llama «pedagogía». El verda­dero enemigo de la pedagogía es el buen profesor, el profesor que tiene experiencia, amor por lo que enseña, un estilo propio y una personalidad carismática. Ya que el gran sueño de la pedagogía es la homogeneización radical y el control. Que todos hagan lo mismo, que todo sea «objetivo» y que todo esté controlado.

La pedagogía nada tiene que ver con la enseñanza, sino más bien con la burocracia y con la burocratización de la vida. Los pedagogos son burócratas enamorados del papeleo, de los procedimientos, de las ordenanzas, de las normas, de los memorandos, de las reuniones, de las encuestas, de las estadísticas, de la «estandarización», de la ter­minología pedante y rebuscada. Lo peor de la pedagogía es el horrible aburrimiento que causan todas sus memeces. Lo peor de los pedagogos es que han obtenido carta blanca pa­ra aburrir hasta la muerte a toda una "generación"»

Puede contarse mejor todavía: Oculto entre nubes (imaginen, si quieren, una nebulosa de estrellas y, si no, la niebla o las nubes envolviendo permanentemente El Sueve o los Picos), sin ver ni un solo día el suelo, vive un rebaño de burócratas, políticos y "expertos en enseñanza" que jamás pisaron las clases. Allá en su distancia, fantasen cómo será el mundo y cómo serán las aulas. Ocasionalmente les llegan ruidos y rumores de allá, del suelo, tal vez estallidos como de truenos. Dueños de todo el poder, con las vidas y con el tiempo de los mortales en sus manos, imaginan para éstos soluciones que no tienen más fundamento que su propio capricho o su propia ensoñación.

Como no pueden entrar en contacto con la realidad ni con los mortales (más propiamente, les importen un rábano), les envían como mensajeros a sus Mercurios e Iris en forma de normas, papeles, formularios, teorías..., producciones todas que nada tienen que ver con el mundo ni con los hombres, pero que ellos estiman como LA VERDAD y EL CAMINO. Puesta en marcha esta ficción, lo que esperan es que el mundo les devuelva su respuesta mediante los mismos Iris y Mercurios: los papeles rellenados, los formularios cumplimentados, las teorías aplicadas y las palabras siguiendo el rastro marcado por las teorías.

Y así, la ficción va realimentándose como si fuese una verdad absoluta o tuviese que ver con la realidad o con los problemas reales de la gente real.

Por este camino nos vienen empujando las autoridades educativas y las teorías pedagógicas desde hace más de veinte años.

Eso sí, estos muchachos del PSOE ponen en ello mucho más entusiasmo, envían muchos más Iris y Mercurios, son todavía más sordos al murmullo y las voces que provienen del suelo. Y es fácil de entender por qué: en parte por su incompetencia e incapacidad, por su desconocimiento de la realidad; en parte por la componente autoritaria que caracteriza al socialismo, tanto mayor cuanto mayor es su inseguridad psicológica al estar alejados de la realidad.

De modo que está produciéndose en las últimas décadas -especialmente en Asturies- un corrimiento hacia el rojo de los estamentos superiores educativos, tanto de los profesionales como de los políticos. Ese corrimiento hacia el rojo no lo tengan ustedes por una especie de acendramiento en lo que ellos creen que son sus señas identitarias de color, el del tomate maduro, el de la menstruación. No: es, sencillamente, la manifestación del efecto Doppler por su progresivo alejamiento, que va superando ya la velocidad de la constante de Hubble.

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