LA MUJER MÁS VALIENTE
Como tanta gente en estos días aciagos, rebusco en mi
librería y repaso libros y textos. Quiero transcribirles uno de ellos, el que
habla de la que podríamos llamar “la mujer más valiente de Asturies”. Ya sé que
algunas de la de la historia podrían aspirar también a ese título, y, sobre
todo, que podrían hacerlo millones de mujeres anónimas que han pisado nuestro
país; pero de esta tenemos noticia y nombre.
Se trata de Teresa Prieta, una xixonesa, parroquiana de
Xove, del siglo XIV. Su historia la han
contado, por ejemplo, Juan Uría y, resumidamente, Juan Cueto Alas. Por lo que
ustedes deducirán de lo que sigue, la dama debía disponer de bienes de fortuna
y de una cierta independencia, pero no pertenecería a la nobleza. Prieta, por cierto,
podría ser, más que un apellido, un llámatigu que hacía referencia al color de
su piel, lo que acaso daría pie a cierta reserva sobre su persona o acentuaría
la veracidad de las acusaciones que sobre ella se vertieron. Pero paso ya al
cuento, que conocemos por una sentencia de la Chancillería de Valladolid de
1500, en que se ve el recurso de la citada dama contra una sentencia anterior.
Hacia 1480 se la acusa de ser bruja, visitando de noche las
casas ajenas para hacer daño a los “files cristianos y chupar la sangre, mayormente,
a las criaturas”. El bachiller Brecianos, teniente del Corregidor del
Principado, manda hacerla presa y darle tormento. No solo no confiesa, sino que,
según el Corregidor, posteriormente se fuga de la cárcel. La condenan a búsqueda
y captura. Cuando lo sea será llevada a la cárcel en asno, con soga de esparto
al cuello y con pregón público. Después deberá ser colgada “hasta que se le
saliese el espíritu vital y se le apartase el ánima de las carnes”, y su cuerpo
quemado para evitar que por malas artes volviese a él en figura de diablo.
Para nuestro asombro, todo esto lo sabemos por la
deposición de Teresa Prieta ante la Real Chancillería de Valladolid, adonde
acude en busca de Justicia (¡desde aquella Asturies incomunicada la mitad del
año y con pasos dificultosos todo él!). Realiza unas cuantas alegaciones de
tipo jurídico, que, en general, aducen indefensión en el juicio en Asturies y mala
praxis del tribunal; niega que se hubiese fugado; aclara que en su contra solo
hubo un testigo que se contradijo y que, además, era su enemigo capital. Y,
sobre manera, argüía que había sido sometida al tormento del agua durante más de una hora, sin que hubiese
confesado (El tormento del agua consistía en tumbar al reo, introducirle un
paño o “toca” hacia la garganta y después ir vertiendo jarros de agua para que
los fuese tragando. Si confesaba, el tormento se suspendía. Si se llegaba al
final, podía considerarse inocente al acusado. No hace falta suponer la
sensación de ahogo y angustia que acometería al reo durante el tiempo del
suplicio. A Teresa la hicieron tragar “una ferrada”).
El tribunal vallisoletano, menos prejuicioso o parcial que
el asturiano accede a las peticiones de la Prieta: declara nulo el juicio
anterior y manda que se le devuelvan los bienes confiscados.
Ya me dirán ustedes si esta mujer singular, de la que no
constan datos de bienes o familia, pero que podemos suponer de alguna riqueza
y, posiblemente, soltera –la acusación de “bruxa o estría”, como dice su
acusador, es de este modo más verosímil–, no se hace acreedora al título arriba
dicho. Tal vez en competencia con otras, pero no en pos de ellas.
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