Después de las riadas e inundaciones de la semana pasada, ha venido el momento de la meditación y la prevención. Para sorpresa de todos -!qué "sorpresa"?: plasmu, ablayamientu-, la Confederación Hidrográfica, presidida por don Jorge Marquínez, ha recomendado a los ayuntamientos que no edifiquen en zonas inundables. Naturalmente, los ayuntamientos se han negado en redondo. En realidad deberían haberse carcajeado y, tal vez, pedido un análisis de sustancias alucinógenas entre los directivos de la Confederación.
Porque cualquiera sabe que, salvo en la zona central, Asturies toda no son más que pequeños valles en torno a un río. Y lo que hay para vivir y construir es eso: la "bárcena", "vega", "nava", que en escasas ocasiones llega al medio Kilómetro de ancho, donde entran el río, la carretera, la población y las huertas. Es verdad que en algunas zonas, como en Les Cuenques, la población ha ido ocupando las montañas en caserías relativamente numerosas, pero ello ha sido por la inexistencia de terreno en el llano.
De modo que en Asturies, si hay terreno para vivir, es terreno inundable: una estrecha bárcena llana en torno a un río (es posible que "Asturies" signifique eso, al fin y al cabo). Y, si no, irse a vivir a Castilla o desmontar los montes.
Ya hemos dicho muchas veces que convendría que los dirigentes de todas las instituciones asturianas fuesen asturianos. Se puede discrepar, pero, en todo caso, en lo que si estaremos de acuerdo es que en ningún caso pueden ser marcianos.
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