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Repito equí l'anunciu que facía nun artículu del mes de xineru, al tiempu qu'aprovecho pa felicitar a Leire Pajín pola so visión de futuru: efectivamente, prodúxose la "conxunción planetaria" ente Obama y Zapatero, sólo que la relacion nun fue de collaciu a collaciu, sinón de señoritu a braceru.
Y, agora, l'artículu de xineru:
¡DIOS MÍU, COLO MAL QUE LO FAI!
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Lo que primero sorprende en todo este proceso de modificación de las opiniones es lo que han tardado algunos en ser conscientes de quién es realmente Zapatero. Es el mismo que, a la semana de tomar posesión decide, por sí y ante sí, sacar magnis itineribus las tropas de Irak (me refiero a las formas, anómalas desde todos los puntos de vista —salvo el propagandístico—, no a la cuestión de fondo); el que, pocos meses después, invita en Túnez a todas las naciones aliadas a abandonar a los estadounidenses en Irak; quien, poco más tarde, anuncia que el centro de proceso de multas de León va a “retirar” de la carretera a la guardia civil; quien confunde términos tan elementales como la deuda y el déficit o que trata en plan faltón a Merkel, y al que, como una madre que debe ir tras de su hijo recogiendo sus prendas a fin de disimular un poco su desorden, permanentemente los asesores de Moncloa tienen que seguir para explicar a la opinión pública aquello que el líder quiso decir o rectificar lo que no debió decir. De su larga lista posterior de disparates, mentiras, errores, imprecisiones, bocayaes y demás (incluidas las relativas a Asturies), especialmente en relación con ETA y con la crisis económica, tienen ustedes notarial redacción, con cita literal y fecha, en múltiples entradas de internet.
Pero ese tipo ignaro, atrevido y mendaz al que, cuando llega al Gobierno en el 2004, había que enseñar las más elementales nociones de economía en tres días, a quien había que vigilar de cerca para tapar o reparar los cacharros rotos a su paso, que no tenía la menor idea de lo que es la administración o de lo que son las reglas generales que rigen las relaciones entre estados, no había sido sacado, al igual que Cincinato, de su huertículo en el páramo leonés mientras cultivaba lechugas, ni había caído de la luna como decía Cyrano que le había ocurrido: tenía su culo sentado en el Congreso desde 1992 y venía siendo el patrón del PSOE desde el 2000. En todo ese tiempo, ni un exiguo conocimiento, ni un ápice de mejora en su capacitación, tan solo el perfeccionamiento de su taimada capacidad para la seducción, el engaño y la liquidación de sus competidores políticos.
Ahora bien, reparemos en que don José Luis Zapatero no es un dictador. Está ahí porque fue seleccionado como “el mejor” tras un arduo proceso de selección por y de entre los militantes del PSOE. Y sus proyectos han sido todos aplaudidos y vitoreados por los suyos. Fijémonos solo en uno: el de la reforma de los estatutos de autonomía, cuya inadecuada orientación ha traído la confrontación territorial, el caos financiero, el descrédito a las instituciones y el daño a algunas comunidades. Pues bien, ese proyecto fue jaleado, aplaudido, votado y palmeado por bases, ejecutivas, militantes, diputados y senadores del PSOE. Aquí mismo he contado muchas veces cómo el califa, don Vicente Alberto, y el aspirante a califa, don Javier, entre otros, corrieron a aplaudir en persona todos esos avatares catalanes. Los demás los votaron. Y cuando discreparon, callaron como afogaos, con ese silencio cómplice que ellos llaman “patriotismo de partido”.
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Se encuentran dos vecinas en el ascensor. La del segundo le manifiesta a la del quinto —naturalmente, expresándole el apuro que le cuesta decírselo— que el marido de ésta tiene un lío con la del tercero-E. La del quinto: —¿Qué me dices? ¿Con la del tercero-E? ¿Con esa rubia teñida y despampanante? ¿Con esa que pasa el día contando a todo el vecindario lo que pasa en su casa y en todas las demás y que es la más chismosa del barrio? ¿Con esa? La del segundo: —Sí, chica, con esa. ¡No sabes cuánto lo siento! La del quinto: —¡Ay, Dios mío, qué vergüenza, ay, Dios mío! ¡Se va a enterar todo el vecindario! ¡Qué vergüenza! Pausa y sollozo.
—¡Qué vergüenza, Dios mío, qué vergüenza! ¡Colo mal que lo fai` mio paisanu! ¡Agora va enterase tol mundu!
Y es que la salida a Europa y al mundo de don José Luis ha permitido que el resto del orbe viese lo que hasta ahora teníamos más o menos escondido o fingíamos ignorar. Y esa exposición y el reflejo de esa visión en los ojos ajenos a unos les ha permitido percatarse de la verdadera dimensión del problema; a otros, atreverse a decir lo que hasta ahora tenían callado, no fuesen a conceptuarlos entre el número de los marranos o bastardos. Lo que a ninguno exime ni un ápice de su pasada responsabilidad y su contumacia.
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