Asoleyamos equí dellos pares de semeyes apariaes: l'árbol apuxante de la primavera y el veranu y l'árbol espíu de la seronda.
Ellos sírvennos de memento de la caducidá de les coses y entá de la so fugacidá. De memento, anque ellos remociquen y desurden, y non como nós. Anque siempre queda aquella esperanza machadiana del "mi corazón espera, también hacia la luz y hacia la vida, otro milagro de la primavera".
Equí, la figar del mesmu foyu que da nome a la quinta y hotel d'El Foyu.
A propósitu, por ciertu -del memento, que non d'El Foyu, anque sí del foyu- traemos equí esti maraviosu sonetu de Quevedo:
La enfermedad del tiempo
Falleció César, fortunado y fuerte;
ignoran la piedad y el escarmiento
señas de su glorioso monumento:
porque también para el sepulcro hay muerte.
Muere la vida y de la misma suerte
muere el entierro rico y opulento;
la hora, con oculto movimiento,
aun calla el grito que la fama vierte.
Devanan sol y luna, noche y día,
del mundo la robusta vida, ¡y lloras
las advertencias que la edad te envía!
Risueña enfermedad son las auroras;
lima de la salud es su alegría.
Licas, sepultureros son las horas.
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