Anteayer estuvo en Asturies José Blanco, el ministro de carreteras. Su presencia no sirvió más que para confirmar lo que ya sabíamos: todas las obras programadas se retrasan, incluso aquellas que él afirma que no se van a retrasar, la Autopista del Cantábrico. Esto es, el AVE, La Doriga-Cornellana, Cornellana-Salas, la segunda calzada de Salas-La Espina, lo que falta aún de la Autovía del Cantábrico y, por supuesto, la fantasía que entre Zapatero y Areces tejieron para engañarnos: la autovía La Espina-Ponferrada.
De modo que, si la obra pública ya lleva tanto tiempo paralizada, ahora los efectos pueden ser devastadores, no sólo en los trabajadores directamente afectados por ello, sino en el transporte, los servicios, etc. Y además, como hemos sabido en El Confidencial a través de McCoy, son también los ingenieros estables de las grandes empresas los que están siendo despedidos. Estamos, pues, asistiendo, a una debacle sin precedentes, que va a tener tremendas consecuencias no sólo para el futuro inmediato, sino para muchos años.
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