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Hemos dicho que las propuestas de don Álvaro no van más allá de lo obvio y lo mostrenco. No se entienda que con esos términos queremos minusvalorar sus palabras, sino, por el contrario, subrayar lo inapelable de su verdad, su evidencia. Por ejemplo, una de sus ideas fuertes, la de la necesidad de poner el énfasis en el mercado y en los empresarios (o, mejor, de aceptar que esa es la sustancia de la actividad económica), la hemos impulsado nosotros a lo largo de más de diez años, poniendo en marcha un «Premiu a la meyor empresa asturiana del añu», precisamente para reconocer y estimular esos valores, esa verdad y esa necesidad. En otro orden de cosas, venimos señalando desde 1995 (remitimos a nuestro programa económico de esa fecha) la absoluta necesidad de disponer de suelo industrial barato, abundante y bien comunicado. No ha sido esa una atención que haya preocupado excesivamente a las «fuerzas vivas»: no hay más que ver que cada nueva parcela industrial en Asturias tiene una lista de espera de cinco empresas. Si quieren ustedes abundar en ello, visiten la accesibilidad de nuestros polígonos industriales o recuerden cómo el La Peñona de Xixón o el PEPA de Avilés tardan más de diez años en terminarse (y, con respecto a éste, todo el ámbito de la ría no está aún resuelto: comparen con Bilbao).
Hemos afirmado que nos hallamos ante evidencias no aceptadas y ante políticas equivocadas. Pero el fondo del asunto no es que los encargados de gestionar la administración y nuestros dineros se equivoquen a veces o yerren en algunas actuaciones. La sustancia del problema es que su política es la de i+i+i (inepcia, incompetencia, ineficacia). Por ejemplo, por parte del entorno de los gestores socialistas se suele afirmar que sobra suelo industrial en Asturies, y hasta se ha llegado a evacuar que el precio del terreno no es una variable que tenga un peso alto en las decisiones de la empresa a la hora de invertir. Por otro lado, tanto sindicatos como gobierno socialista han esperado hasta el año 2003 para afirmar que «había llegado la hora de los empresarios» (como si no lo hubiese sido siempre). No creo, finalmente, que sea una maldad especial el señalar que el alcalde que durante 9 años tuvo un polígono industrial, el de La Florida, en su concejo sin conseguir ocupar una parcela es precisamente quien desde hace años gestiona las políticas de actividad económica en Asturies. La lista de estas manifestaciones de i+i+i (y ahí sí que se invierte de manera incontinente) podría ser tan larga como ustedes quisiesen. Déjenme añadir una consideración muy pertinente, más ligada a la historia de nuestros fracasos de lo que algunos pensarían de mano: ¿Es posible que gestionen bien la economía quienes llevan como emblema en sus corazones a Carlos Marx (ese fabulador que vino a ser el pretexto y el impulso de tanta miseria y crímenes) y colocan su nombre como ejemplo en las avenidas de las ciudades donde gobiernan?
El problema no está, pues, en detectar nuestros problemas, tan ostensibles, como hace don Álvaro, ni siquiera en señalar las vías posibles de solución y progreso, tan ensayadas en todo el mundo, sino en lograr un cambio en la mentalidad mayoritaria en nuestra sociedad. Porque ya sabemos muchos lo que hay que hacer. De acuerdo. Algún otro, como el profesor y sociólogo Holm Detlev Köhler, viene apuntando reiteradamente otra obviedad: que hasta que no haya remoción de las elites asturianas no podrá haber cambio social ni renovación de nuestro tejido económico. De acuerdo también. ¿Pero quién le pone el cascabel al gato?
Hagan ustedes una somera comprobación de cuál es el discurso sobre el mundo y la economía dominante en nuestra sociedad; observen su repetición diaria por «los dueños del cotarro» (perdón, las «fuerzas vivas») y beneficiarios del mismo; palpen su reiteración machacona en la mayoría de los medios de comunicación y comunicadores; anoten su refuerzo a través de las instituciones dependientes de las administraciones, del empleo que éstas producen y del dinero que reparten; vean la adhesión voluntaria y entusiástica al mismo de quienes nada ganan con él pero que, engañados, deducen la certeza de su verdad de la universalidad de su presencia; constaten la cobardía, la pereza o la desidia para enfrentarse a ese discurso dominante, si es que llega a percibirse como falso. Y todo ello, sin señalar la sumisión permanente de los intereses asturianos a otros que nos son contrarios o perjudiciales, sin que ello provoque rechazo ni castigo.
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P.S. Año 2004, un tal Zapatero: "Eliminaremos, si gobernamos, el peaje del Huerna". Año 2008, el Gobierno (de un tal Zapatero): "Las autonomías que quieran eliminar los peajes deberán correr con el coste íntegro".
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