Entre los variados mensajes que se elevan en el aire como emanaciones del lodazal de la crisis está el del liberalismo. Según este discurso, la única receta válida de actuación sería dejar que la avenida de las aguas discurriese sin que nadie le pusiese freno ni la encauzase, o, dicho en otros términos, que el mercado actuase libremente. De ese modo, habría justicia, la economía se sanearía y recobraría su pulso con mayor prontitud, el futuro se despejaría antes.
Es cierto que el mercado como guía es cien veces preferible a una economía planificada. Como nos ha demostrado la experiencia en los últimos cien años, el mercado –es decir el libre juego de los actores sociales— crea más riqueza y la distribuye de forma más eficiente que cualquier otra fórmula; del mismo modo, atiende a las nuevas demandas con mayor prontitud, rectifica antes su rumbo, asigna mejor los recursos, evalúa costos y precios. Es asimismo indubitable que la economía planificada como sistema generalizado es inseparable de la dictadura, de la ineficacia, la desigualdad y la corrupción. La economía de libre mercado no es capaz de evitar en algún grado la corrupción (pero la puede detectar y corregir) y exhibe siempre el espectáculo nunca satisfactorio de la desigualdad; la dictadura es, a veces, relativamente compatible con el mercado, pero la ineficacia y la corrupción son inherencias inevitables de ella.
Pero dicho eso, la demanda de la inhibición del estado ante las crisis, la exigencia de que no se intervenga para que argaye lo que tenga que argayar, el suspirar por el fuego acendrador de la destrucción creativa no es más que una pura superstición, la reiteración de una jaculatoria sin contenido.
En primer lugar, porque la propia teoría del liberalismo económico clásico es una pura fantasía. Por ejemplo, la idea de que, establecida la libertad universal de comercio, cada país acabaría especializándose en la producción de aquellos bienes y servicios en los que sería más eficaz y, por tanto, más competitivo, ignora la existencia de la realidad. Pasa por alto, por ejemplo, la alta probabilidad de que, cuando la información suficiente para una producción teóricamente ventajosa llegase a los agentes de un país equis de la periferia del sistema y se pudiese disponer de los medios suficientes para ponerla en marcha, la demanda de esa mercancía o servicio hubiese decaído o modificado sus parámetros. Y, con mayor probabilidad aún, la crisis social sería tan intensa en el tránsito entre la decadencia de las antiguas producciones y el hipotético surgimiento de las nuevas que la sociedad sobreviviente no sería capaz de poner en práctica más que una economía de subsistencia.
Pero es que, además —dicho sea con un símil cosmológico—, la expansión del cosmos económico en la historia de la humanidad no se ha producido de forma homogénea, sino que, desde el primer momento, se han producido acreciones en determinados puntos y vacíos —o escaseces— en otros, lo que representa progresivas ventajas de tamaño, conocimiento, especialización, etcétera, como ha subrayado el premio Príncipe de Asturias y premio Nobel, Paul Krugman. De esa manera, el deseo de que las cosas vayan solas para que vayan mejor de por sí, de forma más justa y para todos, no es sólo un deseo en el vacío, sino un pensamiento contra la realidad.
Pero es que, por otro lado, la política no debería tener como finalidad ningún futurible ni abstracto. Su objetivo es el presente, como Jefferson subrayó, no el futuro; su preocupación principal los hombres y el mundo real, no el hombre nuevo ni el nuevo mundo; su destino principal y posible, el prójimo, los próximos, no la humanidad en abstracto.
Es cierto que el mercado como guía es cien veces preferible a una economía planificada. Como nos ha demostrado la experiencia en los últimos cien años, el mercado –es decir el libre juego de los actores sociales— crea más riqueza y la distribuye de forma más eficiente que cualquier otra fórmula; del mismo modo, atiende a las nuevas demandas con mayor prontitud, rectifica antes su rumbo, asigna mejor los recursos, evalúa costos y precios. Es asimismo indubitable que la economía planificada como sistema generalizado es inseparable de la dictadura, de la ineficacia, la desigualdad y la corrupción. La economía de libre mercado no es capaz de evitar en algún grado la corrupción (pero la puede detectar y corregir) y exhibe siempre el espectáculo nunca satisfactorio de la desigualdad; la dictadura es, a veces, relativamente compatible con el mercado, pero la ineficacia y la corrupción son inherencias inevitables de ella.
Pero dicho eso, la demanda de la inhibición del estado ante las crisis, la exigencia de que no se intervenga para que argaye lo que tenga que argayar, el suspirar por el fuego acendrador de la destrucción creativa no es más que una pura superstición, la reiteración de una jaculatoria sin contenido.
En primer lugar, porque la propia teoría del liberalismo económico clásico es una pura fantasía. Por ejemplo, la idea de que, establecida la libertad universal de comercio, cada país acabaría especializándose en la producción de aquellos bienes y servicios en los que sería más eficaz y, por tanto, más competitivo, ignora la existencia de la realidad. Pasa por alto, por ejemplo, la alta probabilidad de que, cuando la información suficiente para una producción teóricamente ventajosa llegase a los agentes de un país equis de la periferia del sistema y se pudiese disponer de los medios suficientes para ponerla en marcha, la demanda de esa mercancía o servicio hubiese decaído o modificado sus parámetros. Y, con mayor probabilidad aún, la crisis social sería tan intensa en el tránsito entre la decadencia de las antiguas producciones y el hipotético surgimiento de las nuevas que la sociedad sobreviviente no sería capaz de poner en práctica más que una economía de subsistencia.
Pero es que, además —dicho sea con un símil cosmológico—, la expansión del cosmos económico en la historia de la humanidad no se ha producido de forma homogénea, sino que, desde el primer momento, se han producido acreciones en determinados puntos y vacíos —o escaseces— en otros, lo que representa progresivas ventajas de tamaño, conocimiento, especialización, etcétera, como ha subrayado el premio Príncipe de Asturias y premio Nobel, Paul Krugman. De esa manera, el deseo de que las cosas vayan solas para que vayan mejor de por sí, de forma más justa y para todos, no es sólo un deseo en el vacío, sino un pensamiento contra la realidad.
Pero es que, por otro lado, la política no debería tener como finalidad ningún futurible ni abstracto. Su objetivo es el presente, como Jefferson subrayó, no el futuro; su preocupación principal los hombres y el mundo real, no el hombre nuevo ni el nuevo mundo; su destino principal y posible, el prójimo, los próximos, no la humanidad en abstracto.
4 comentarios:
Gran artículu Xuan.
Son munches les veces que discrepo fondamente de les tos opiniones, pero nesti últimu bordástelo. Tamién me paeció perbuenu "Ensimismamiento y sociedad especular".
A esti póngo-y un 9. Pal 10 faltote dedicá-ylu a Tony Judt, que morrió ayeri.
Estimau Xuan:
Y yo que pensaba que igual el PAS yera un partiu liberal o polo menos, polo menos, mas liberal que los otros ( de IU PSOE o PP) que a la fin nun son pero distintes families de la mesma socialmemocracia.
L'espiritu liberal del PAS ye una tradicion dende aquella mitica campanha (Con el PAS pescar podras) que provoco risotaes dellos escuros rincones pero que a mi ver taba clarisimamente animada por un muy saludable y simpaticu espiritu libertariu hasta la muy reciente defensa de los vecinos del Muselin , los sos drechos de propieda y el so drechu a vivir en paz. Totalmente liberal.
Frente a la supersticion de la estatolatria mas liberalismu por favor, la propuesta del liberalismu nun ye la inaccion, nun somos marionetes que quedamos paralizaos , si non nos mueve el nuestru lider , nun ye que si los politicos nun faen coses entos les coses simplemente nun pasen.
Existen dos opciones, o les decisiones economiques les tomen mas bien los politicos , Areces del mundu, Ovidios o Jesuses Iglesias, Morancos y Omaitas unos y otros , o les tomen mas bien los creadores de la riqueza, los homes y muyeres que van a trabayar tolos dies, empresarios y asalariaos, los que tolos dies con gran dificulta y esfuerciu creen riqueza o los que cobren impuestos y gasten segun la so ocurrencia del dia ( Plan E ) . Nel mi ver cuantes mas decisiones tomen los segundos y menos los primeros mas llibre somos toos y meyor van les coses. Lo politicamente posible seguro que incluye un mix de les dos coses pero nel optimu equilibriu deberia existir munchu mas espaciu pa lo privao de lo que existe nesti momentu.
Tener un lideralgu politicu mas ilustrau diba ser muy beneficioso, pero nun ye suficiente, tienen que dase toles facilidaes posibles a la iniciativa privada, la economia tien que respirar. Hay que construir sobre lo existente toy 100% d'acuerdu pero lo existente que nun ye rentable tien que poder caer, y nesto incluyo dende la mina, les empreses que viven de la subvencion y la contrata publica absurda hasta les empreses que dependen de financiacion al 1% de forma permanente pa seguir vives un mes mas, nun son negocios viables, parasiten la parte sana de la nuesa economia.
Paul Krugman premiu Nobel o non premiu Nobel, nun ye l'oraculu, esti paisano l'home ye l'autor intelectual de la mayor burbuya inmobiliaria que conocieren los tiempos, ya nel 2002 recomendo a Greenspan (xefe de la FED el bancu central americanu) la creacion d'una burbuya inmobiliaria pa tapar la crise creada col colapsu de les acciones tecnoloxiques ( la crise de les puntu com), l'internet ye impagable pa esto. Krugman recomendo tapar los problemes del pinchazu d'una burbuya inflado una muncho mayor ! y parecia tontu cuando nos lu cambiaron pol carton de "Don Simon" ...
http://www.nytimes.com/2002/08/02/opinion/dubya-s-double-dip.html
Una de les coses que dixo krugman nesi momentu durante la recesion de les puntu com "To fight this recession the Fed needs more than a snapback; it needs soaring household spending to offset moribund business investment. And to do that, as Paul McCulley of Pimco put it, Alan Greenspan needs to create a housing bubble to replace the Nasdaq bubble"
El prestixu de Krugman debe mas al analfabetismu economicu xeneral mas que a nengun meritu propiu d'elli.
Y ye que esti ye el pensamientu que subyaz a tola teoria Keynesiana, si pincha una burbuya garra otru globu y sigue soplando que "a llargu plazu toos muertos" ,,, una invitacion a la irresponsabilida fiscal a la irracionalida economica y a dexar tolos problemes pa manhana asina si otru se ocupa d'ellos muncho meyor !
Y si pudiera ser el liberalismu (ademas del asturianismu) la marca diferenciadora del proyectu asturianista ? Nun podia ademas de ser lo correcto ser electoralmente rentable abrazar la causa de la lliberta ? cordialmente invitote a consideralo :)
Saludos
PS- a tolos tos llectores convidolos a echar un vistazin al muy prestosu trabayu de divulgacion de Hazlitt sobre la economia.
http://www.hacer.org/pdf/Hazlitt01.pdf
Home! Nun sé si quies facenos tontos o daqué pero faes una tradución de Krugman del inglés bastante interesada, y ye que lo que vieno a dicir esti señor daquella foi lo que diba vinir coles polítiques neolliberales de Greenspan, y nun yera otra cosa qu'una burbuya inmobiliaria ¡mira per ónde qu'aciertó! tan tontu nun sedrá. Namás espero que Xuan Xosé siga les sos propies pallabres d'esti artículu y torné dalgo pa los sos principios ideolóxicos de cuantayá.
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