Aparecen anuncios de que el Gobierno asturiano está dispuesto, en los presupuestos del año que viene, a incrementar la deuda hasta el máximo legal. Naturalmente, ello cuenta con el entusiasmo de los sindicatos y la patronal ("naturalmente" quiere decir que naturalmente en Asturies, porque es difícil entender qué diablos hace ahí la patronal y, sobre todo, pidiendo el máximo endeudamiento).
Podría pensarse como razonable que el Gobierno tomase medidas anticíclicas y que, para ello, puesto que la recaudación va a menos, acudiese a la deuda. "Podría pensarse como razonable", pero para ello habría que confiar en un gobierno, en una patronal y en unos sindicatos que llevan despilfarrando, a lo largo de muchos años, el abundantísimo dinero que nos llegó de Europa, del resto del Estado y el que provino de nuestros propios medios.
Porque, pienso yo, pocos dudarán de que, durante los últimos años, todas las políticas de este Gobierno no han tenido efecto alguno sobre la creación de empleo: ahí están nuestras cifras progresivas de paro y el número creciente de jóvenes que tienen que salir todos los años a trabajar fuera. Ahí está también el creciente arcaísmo de nuestra estructura productiva y nuestro progresivo distanciamiento de las zonas más dinámicas.
Esto en cuanto al Gobierno. En lo relativo a las partes que constituyen los acuerdos sociales, su acierto e inteligencia para dirigir la economía parecen aún menos efectivos que los del Ejecutivo. Ello dejando aparte la anomalía democrática que representa el que sean grupos de presión -no hace falta aclarar que sin ninguna legitimidad proveniente de la delegación ciudadana- los que decidan sobre los fondos públicos (sobre el dinero de usted y mío, querido amigo) y su destino, lo que no es más que primorriverismo en estado puro, democracia orgánica.
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