El día 29 viernes David Gistau publicaba en El Mundo una columna, como siempre, magníficamente escrita. En la primera parte de la misma narra cómo tras la emisión de la palabra inverecundia [que viene del latín verecundia, "vergüenza, pudor", que da el castellano vergüenza, el asturiano vergoña, el gallego vergonza, el catalán vergonya, el italiano vergogna, el francés vergogne...] un estremecimiento de sorpresa recorrió las filas de los periodistas.
Transcribo:
«Ante ella, los periodistas de la grada se quedaron como los monos de Kubrick ante el monolito. La olisquearon. La palparon con cuidado. Y entonces, la palabra inverecundia saltó, corrió escaños arriba, salió a la calle, mordió a un transeunte, y por fin fue abatida por un guardia del Seprona que calmó al gentío: "¡Tranquilos! Es casi inofensiva... Inverecundia procede del latín y significa desfachatez".-Leches, pues que diga desfachatez, Que la ministra se parece a aquel Eugenio d'Ors que se obligaba a oscurecer los textos que comprendía la secretaria.»
Pese a la segura ironía y exageración de Gistáu: España en estado puro, España tal cual: ninguna verecundia en los periodistas por desconocer una palabra que no es tan rara; ningún agradecimiento por oírla; ninguna voluntad de aprenderla. Sólo la censura a quien se distingue de los demás, a quien quiere escaparse de las horcas caudinas de la vulgaridad, salirse del lecho de Procusto de la ignorancia. España igualitaria: todos sin piernas para que nadie destaque, y, si alguien destaca todavía, cortémesle un trozo más. ¡Y sobre todo: ningún esfuerzo! ¡Ninguna superación personal!
2 comentarios:
sólo decir que "vergonza" en gallego es un castellanismo, y si se usa correctamente seria "vergoña".
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