De los sueños hicimos realidades

(Entrevista en LNE, el 01/12/2024) Entrevista | Xuan Xosé Sánchez Vicente Escritor, publica la novela "De los sueños hicimos pesadilla" "Los muertos en las cunetas se deben desenterrar y el frentismo sectario debe ser encerrado" "Una cosa es la triste realidad de la historia y otra una fábula de buenos y malos contada por un idiota para embaucar a incautos y gente de buena fe" Xuan Xosé Sánchez Vicente, en su casa, con su nuevo libro. / Juan Plaza Tino Pertierra Gijón 01 DIC 2024 4:01 Actualizada 01 DIC 2024 4:00 –¿Qué sueños degeneraron hasta ser pesadillas? –Pues, en primer lugar, todas esas expectativas que trajo el nuevo tiempo de la República, pero, sobre todo, los ideológicos: el sueño de una democracia con alternancia pacífica, el de la resolución del paro y los problemas económicos, el de la revolución socialista. Xuan Xosé Sánchez Vicente (Gijón, 1949) propone en la novela "De los sueños hicimos pesadilla" (Impronta Editorial) un ambicioso relato plural y caleidoscópico de vidas cruzadas para explicar lo que fue para los asturianos y gijoneses el segundo cuarto del siglo XX, tiempo convulso y vertiginoso durante el cual los sueños de la razón engendraron sus propios monstruos. El 12 de este mes presentará la obra en la librería La Buena Letra de Gijón y el 13 de enero lo hará en el Club LA –Una novela coral. ¿Cuesta mover tantos hilos? –Bueno, costar, costar, no estrictamente, pero sí trabajar mucho: anotar, avanzar, volver atrás, rectificar o añadir… Hay que establecer sutiles tramas entre personajes, tiempos y lugares. Son en total más de trescientos personajes. –¿La sociedad como colmena? –No sé si se trata de una metáfora correcta. En todo caso, podemos darla por válida, es decir, entender que hay movimientos colectivos que arrastran a los individuos formando grupo, si no olvidamos que, al tiempo, hay individuos que arrastran a los demás e individuos que son capaces de actuar siempre según su voluntad o decisión, o, incluso, al margen de la corriente dominante. –¿Qué supuso el segundo cuarto del siglo XX para los asturianos? –Pues, frente a tantas expectativas que se vieron como ilusionantes –la marcha del Rey, la llegada de la República– y a la buena marcha de la economía durante una parte de la dictadura de Primo de Rivera y el apaciguamiento de la situación en Marruecos, la realidad, en la economía, en la política, en la vida social, con una violencia desatada e, incluso, manejos electorales, fue una catástrofe. –¿Se puede buscar alguna equivalencia con los tiempos actuales? –En la polarización de buena parte de la sociedad y, sobre todo, en la sobreexcitación que provocan algunos partidos y medios en la búsqueda de su triunfo y su "negocio" hay una semejanza. Pero también la hay en lo que no se ve. En una gran parte de la población que no está a un lado u otro, pero que se ve arrastrada por unos y por otros o que sufre las consecuencias de esos intereses y pugnas. –¿Por qué es una novela de no-ficción? –Ante todo, primordialmente, es una novela de ficción, de otra forma no sería una novela, es decir, que la organización de la materia, la selección de los personajes, el ritmo narrativo, etcétera, pertenecen al ámbito de la creación, de la invención, de la escritura. Pero es verdad, no solo la novela está plagada de personajes públicos, sino que también la mayoría de los actores del segundo plano de la narración son personajes reales, y las historias y sucesos que se cuentan lo son también, incluso las de los más anónimos. En ocasiones, el nombre no responde al personaje real, pero ese personaje real existió y pasó por esa peripecia que se cuenta. –La Revolución de Octubre de 1934, ¿qué poso dejó? –Dos, fundamentalmente. Del lado de quienes no la hicieron, parte de Asturies y una gran parte de España, el horror, el temor de que aquello volviese a repetirse y la suspición general hacia la izquierda y parte del sindicalismo. De quienes la hicieron, la voluntad de repetirla, al menos en su voluntad de imposición totalitaria, y la idea de que aquello no había sido sino un fracaso coyuntural en la buena línea de la historia. –¿La II República, entre todos la mataron…? –Así fue. Un libro relativamente reciente sobre la II República se subtitula: "Una democracia sin demócratas". Yo creo que, matizable como todo, es un buen diagnóstico del problema de aquel régimen. En muchas de mis conversaciones hago ver que los más notorios proclamadores de la República, Ortega, Marañón, Ayala..., tienen que salir de España por pies u ocultarse. Y que, incluso, la adalid del voto femenino, Clara Campoamor, tiene que escapar huyendo, porque la buscan para matarla. –¿De qué forma afecta a sus personajes el golpe de Estado de 1936? –De diversas formas. Unos lo ponen en marcha, como Franco o Pinilla, otros lo combaten y viven o mueren en ese combate. Algunas mujeres ven cómo sus esposos o sus hijos mueren en uno u otro bando, según quien los recluta. Un hijo, por ejemplo, haciendo la mili en el Simancas, un esposo obligado a ir al frente en la ofensiva del Ebro. No pocos son paseados, fusilados o asesinados. –Empieza fuerte, con Calvo Sotelo y Franco charlando en Gijón. ¿Fue estimulante incluir personajes reales en la ficción? –Por supuesto. Pero quiero subrayar que, aparte de los personajes reales, como esos dos, prácticamente más del 90 por ciento de los protagonistas de la novela –algo más de trescientos– son personajes reales, con sus propios nombres, muchos; con otro, alguno. De la misma forma, yo diría que casi el cien por cien de los acontecimientos son también reales, históricos. La ficción novelesca actúa en la selección de momentos y escenas donde ellos intervienen, en la conformación de esas escenas y, por supuesto, en lo que en concreto dicen o hacen en esas escenas que responden a hechos reales. –La nómina de personajes es larguísima. ¿Le hizo sudar tinta? –No. Si acaso, el evitar la tentación de desarrollar más la participación de muchos de los personajes, porque la novela, que pretende dar una visión precisa, minuciosa y veraz del tiempo que va del 29 al 45, trata de evitar abrumar al lector, que pueda seguir muchos ámbitos, tiempos y personajes sin agobiarse, y que sean perceptibles, a la par, lo particular y lo global. –¿La memoria se puede enterrar? –Eso fue lo que hicieron la mayoría de los que provocaron o sufrieron la Guerra Civil. Desde muy temprano, ya desde 1942, se va imponiendo esa idea entre gentes que estuvieron enfrentadas en la contienda. La Constitución y la Transición no son más que esa voluntad de enterrar la memoria como fermento de un estadio de discordia permanente. Para que quede claro: los muertos en las cunetas se deben desenterrar. El frentismo sectario debe ser encerrado a "siete estadios", como la piedra de rayo, o "bajo siete llaves", como el sepulcro del Cid. –¿Qué aprenderán las nuevas generaciones de su novela? –Espero que disfruten, ante todo. Y si abren los ojos y quieren aprender, verán que una cosa es la triste realidad de la historia, también la belleza de sus héroes y sus gentes comunes, y otra una fábula de buenos y malos contada por un idiota para embaucar a incautos y gente de buena fe. –¿Qué supone esta novela en su trayectoria como escritor? –Al margen de las novelas y cuentos en asturianu, pienso que esta recupera la complejidad de "No miréis al mar", pero con una riqueza de trama y personajes mucho mayor. Pienso también que es en un punto superior en eficacia narrativa y en la articulación de escenas y secuencias. Espero también, con ella, dar a conocer la realidad de nuestra historia, invitar a reflexionar y a sentir compasión por aquellos antepasados nuestros.

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