Después de los Sudetes, ¿qué?

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(Ayer, en La Nueva España) DESPUÉS DE LOS SUDETES, ¿QUÉ? Desde que Putin accedió al poder e instauró su dictadura pseudodemocrática ha venido realizando diversas intervenciones en la periferia de Rusia, en territorios que habían sido parte de la antigua dictadura comunista soviética: Osetia del Sur, Abjasia, Transdniéster, Nagorno Karabak, siempre con el propósito de auxiliar a la población de habla rusa o prorrusa, instalando allí “fuerzas pacificadores” y creando regímenes fantoches o anexionando el territorio. En 2014 invade Crimea y se apropia de ella. Posteriormente, infiltra milicianos en Donbass y Luganks, los convierte de facto en territorios separados de Ucrania y hace unos días reconoce formal y solemnemente su independencia. Ahora acaba de invadir Ucrania, eso sí, presentando la invasión como “una operación de paz”, una “intervención temporal” y con el objetivo de eliminar “esa banda de drogadictos y neonazis que se ha asentado en Kiev y tiene secuestrado a todo el pueblo ucraniano", es decir, al gobierno de un estado soberano que ha sido elegido democráticamente. Pero esa retórica de pacifista, dirigida a tontos útiles y quintacolumnistas, no oculta, ni quiere él que la oculte, su disposición de matón: “La OTAN puede tener superioridad, pero nosotros somos una potencia nuclear (así, telegráficamente y en elipsis): nadie saldría ganando (media sonrisa)”. ¿Hasta dónde va a llegar Putin? Pues hasta donde quiera. Es posible que, de momento, se conforme con imponer un gobierno títere en Ucrania y en ocupar su franja oeste, directa o indirectamente. Pero es muy verosímil que su designio sea el de tragarse en el futuro algunos estados independientes más de los que formaron parte de la antigua dictadura soviética comunista. Esta agresión, ya consumada y con una respuesta en forma de sanciones económicas limitadas que le importa poco, no solo tiene como objetivo la propia cuestión territorial, sino comprobar cuál es la reacción de Occidente y la OTAN. Sabe también que las sanciones afectarán, en un efecto rebote, a la economía de los europeos, y que estos ciudadanos tienen escasa capacidad de sacrificio, mucha disposición para de protestar (no se los puede encarcelar, como en Rusia) y que sus gobiernos están sometidos al lecho de Procusto de las elecciones, esto es, a tener contentos a sus votantes. Cuentan, además, con los tontos útiles y quintacolumnistas en el interior de las naciones libres. Un no a la guerra que es sí un sí a la guerra He señalado aquí, en LA NUEVA ESPAÑA del 11/02/2022 (En la patria de Chamberlain) cuántos de los actores y elementos de esta crisis son iguales o similares a los que ocurrieron antes de la Segunda Guerra Mundial o durante la larga guerra fría. En particular, existe un número importante de organizaciones y ciudadanos que son más de Rusia, Putin y el comunismo, que de sus países y de la democracia; más antiestadounidenses que proeuropeos o defensores de sus naciones y de la democracia. A la mayoría de ellos, ardientes pancarteadores del “no a la guerra” cuando esta supone la intervención de Occidente frente a las dictaduras o, incluso, frente a los genocidios, les ha costado en estos días aparecer con un “no a la guerra” tras la invasión de Ucrania. Pero eso “no a la guerra” es, en realidad y en muchos casos, un “sí a la guerra de Putin”. Es fácil de entender: cuando se pide que no se impongan sanciones a Rusia porque ello empeoraría las cosas; cuando se lanza la proclama “el único camino es el diálogo” o la más vacía o imbécil de “solo la paz es el camino de la paz”; cuando se piden paz y diálogo, pero al mismo tiempo se exige no enviar armas a Ucrania o que la OTAN no se prepare o se retire de los países que se han adherido a ella por propia voluntad (ahí tienen a IU convocando este viernes una manifestación al mismo tiempo contra la invasión y contra la OTAN), lo que se hace es permitir que el hecho consumado se mantenga sin contradicción. Es más, se envía el mensaje a Putin/Rusia de que puede seguir adelante porque aquí solo habrá velas y palabras y se tratará de impedir cualquier acción opositiva. ¿He dichos los Sudetes? Perdón, es que esto (y estos) se parece tanto a aquello.

Premios XLIII Amuravela d'Oru (2022)

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L'Asociación Amigos de Cudillero va entregar los sos galardones de 2022 a los periodistes Ladislao Azcona y Evaristo Arce, asina como a la banda gaites Avante Cuideiru. Norabona a los premiaos y, sobre too, reconocencia y gratitú poles sos xeres y la so contribución a Asturies. Semeya del xuráu, del que formé parte.

Dos fexes de narcisos

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De guapos narcisos (Narciso Bello ye'l pariente del patu Donald). Los mariellos dafechu son un regalu d'esta mañana de los nuestros amigos de Boal, Manolo y Tere, a los que-yos lo agradecemos. Los de los blancos son d'una semeya d'ayer en La Miñota ("pumarada famosa, de brillante historial").

Impuestos y plumeros

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(Ayer, en La Nueva España) L’APRECEDERU IMPUESTOS Y PLUMEROS La consejería de Medio Rural y Cohesión ha anunciado un nuevo plan para la erradicación del plumero de la pampa, continuando campañas anteriores. En el 2021, anuncia, se ha actuado sobre 178 hectáreas, retirado 1.232.240 ejemplares, que han alcanzado la cifra de 14 toneladas que se han gestionado como residuos. En tres anualidades de las anteriores campañas se han gastado unos 2.000.000 de euros, entre fondos propios y europeos La perspectiva de uno mismo y de algunos conocidos es que esas campañas de erradicación son, en parte, un fracaso, ya que en zonas en que se ha trabajado para arrancar la planta esta ha vuelto a resurgir. De ser ello así, parece que la efectividad de esos trabajos es limitado. Merecería la pena conocer con detalle dónde se han producido esos resultados negativos y sus causas, entre otras cosas porque no es de recibo que el dinero público, es decir, de los bolsillos de cada uno de nosotros, sea inefectivo o escasamente efectivo. Los gobiernos, en general, son tan voraces para recaudar impuestos como poco cuidadosos con su uso. ¿Cuántas son las veces, por ejemplo, en que se abre o reabre una calle para obras o en que se cambian sus adornos o modifican sus aceras? Pero no son solo las pequeñas obras en las que se despilfarra el dinero, sino en proyectos cuya utilidad es escasa o nula. Fíjense ustedes en los fondos europeos que van a llegar (y que pagaremos todos, de forma directa o de forma aplazada): el destino para ellos que solicitan la mayoría de las administraciones no se puede decir que tenga más utilidad que la inversión en gasto, y, desde luego, no van a ser inversiones capaces de generar riqueza ni empleo (salvo público, para su atención o cuidado). En términos nuestros: van a ser unos nuevos fondos mineros, en gran parte. Por cierto, prepárense para los nuevos impuestos.

Un hombre, un boto

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UN HOMBRE, UN BOTO Llegaban las primeras elecciones generales. Un ingenioso y entusiasta comerciante de zapatos piloñés (animador, por otra parte de su vida social y cultural), Manuel Eduardo Marina Fernández, colocó por todo el oriente de Asturies carteles anunciando uno de sus productos, unos robustos y sólidos “botos”, con el lema de “un hombre, un boto”. Me ha venido a la memoria aquel episodio al saber del disparatado voto desde su casa del señor Casero, uno de los cerebros de la maquinaria del PP, quien, tras haber emitido el sufragio equivocado a favor de la Ley laboral del Gobierno, volvió a ratificarlo cuando se le pidió confirmación de lo votado. Uno se pregunta, al respecto, en qué estaría pensando don Alberto mientras erraba con su dedo o qué estaría haciendo con la otra mano mientras calcaba, aparte de cumplir con el precepto evangélico de “que tu mano derecha no sepa lo que hace tu mano izquierda”, o viceversa, según uno sea diestro o no. “No es bueno que el hombre esté solo”, dice el Génesis, y, en la práctica de tal aserto, durante la misma tarde de gloria de don Alberto Casero, 79 diputados del PP se equivocaron al votar el dictamen sobre el acoso en clínicas abortivas –entre ellos, otra vez, el señor Casero-, eso sí, influidos por la indicación errada de la secretaria general del Grupo Parlamentario, volviendo, de este modo, otra vez a Mateo, “si un ciego guía a otro ciego…”. (Y miren que tiene importancia esto de los votos. Miren cómo se pusieron con el voto popular algunos partidos y sindicatos llevando hasta las Cortes la elección en el Benidorm Fest, como locos se pusieron porque no se conculcaron las normas para dar como ganador el sufragio popular a favor de Tanxugueiras (las “meloneras”, creo que es la traducción al asturiano), montando un espectáculo histérico y excéntrico, en cuyo entorno solo las Tanxugueiras y Bandini se portaron como seres normales y educados, felicitando, aponderando y dando su apoyo a Chanel). En cualquier caso, todo eso hace muy humanos a nuestros representantes, los pone al raso nivel de muchísimos agentes de las redes sociales, cuando votan, sí, pero también cuando hablan. Por poner solo ejemplos recientes (no voy a citar al señor Turrión confundiendo a Newton con Enistein), ahí tienen al insigne Miguel Ángel Revilla pontificando sobre por qué hay más covid en Cantabria que, por ejemplo, en Galicia: “Es el viento quien trae el virus y como el nordeste viene de Europa, que es una zona más poblada que los vientos que vienen del Atlántico, que tienen que pasar por el mar, por eso a lo mejor carga más en las zonas cuyo viento viene de zonas muy pobladas”. ¿Qué les parece? Cum laude. Pero no crean que estamos ante una seña de identidad nacional. Ahí tienen a la congresista estadounidense Marjorie Taylor Green. Se pone seria, tonitronante, olímpica, y acusa a la Presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, de haber puesto en marcha una “policía gazpacho” para vigilar a los congresistas. Bueno, en realidad quería decir “Gestapo”, pero el que esté libre de pecado que tire la primera piedra. Acaso, don Manuel Marina, al decir aquello de “un hombre un boto” ante las primeras elecciones, expresaba de forma elíptica lo que pensaba “que algunos no eran capaces de ponerse ellos solos los dos”. Pero no achaquemos ideas maliciosas al bueno de Marina. Tampoco nos irritemos demasiado con ellos, no los vituperemos en exceso, no nos sonrojemos al ver su ineptitud o su ignorancia. A fin de cuentas, se parecen tanto a nosotros (acabo de oír por la radio “lunenses” por “lucenses”). Si no, ¿por qué los íbamos a votar una y otra vez? PS (A propósito). Corría el año 1979. Se dilucidaba la presidencia de la Diputación tras las primeras elecciones democráticas. Formaba yo parte de la mesa de edad, como diputado más joven (o tempora!) por el PSOE, el otro miembro, el de más edad, era José Puertas Meré, por UCD, arribado a la institución en lo que el que fue director de este periódico, José Manuel Vaquero Tresguerres, denominó "la guerra de los cien años”, proceso en búsqueda del diputado de más edad, puesto que, empatada izquierda y derecha, correspondía la presidencia de la Diputacion al diputado más veterano sobre la tierra. Pues bien, hete aquí, que don José se confunde al votar y vota al candidato socialista. “Tas equivocáu. Vuelve a votar, home” le dije. Y asina fue. O mores!

En la patria de Chamberlain y en otras

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(Ayer, en La Nueva España) EN LA PATRIA DE CHAMBERLAIN Y EN OTRAS En el reciente conflicto en torno a Ucrania hay una serie de posturas que podríamos calificar como situadas “en la patria de Chamberlain”. Neville Chamberlain, primer ministro de Gran Bretaña, pactó con Hitler en 1938, tras la anexión de Austria, que este ocuparía una franja de Checoslovaquia de habla alemana, los Sudetes, sin que hubiese reacción por parte de las democracias. Chamberlain regresó a su tierra al grito de “Peace in our days”, pensando que con aquel apaciguamiento se calmaría el hambre del monstruo. Ya saben lo que pasó a continuación: invasión de Polonia, II Guerra Mundial. Conocen también las palabras de Churchill: “Os dieron a elegir entre el deshonor la guerra; elegisteis el deshonor y tendrás la guerra”. No pienso yo, en principio, que estemos ante una situación de conflicto semejante, pero sí ante una respuesta chamberlainiana por parte de muchas personas y grupos: ante la amenaza o actos de fuerza de la otra parte, de Rusia en este caso, conviene no hacer frente con ningún tipo de medidas, ni de exhibición de fuerza, aunque no se utilice ni se piense utilizar, ni de sanciones económicas: dialogar, “desescalar”, apaciguar. Se dio una reacción semejante a finales de los setenta con la llamada “Crisis de los misiles” y la “Doble decisión”. La URSS instala en los bordes de las democracias unos nuevos misiles nucleares de largo alcance, los SS-20. En respuesta, la OTAN anunció que instalaría los Pershing-II y los Gryphon. Contra la irrupción de las nuevas armas rusas no hubo en Occidente ninguna manifestación; la alarma, el griterío y las protestas siguieron a la respuesta de la OTAN. Y en esto sí que son semejantes la crisis de los 70 y las reacciones actuales. Rusia invade Crimea y se apodera de ella en 2014; infiltra mercenarios prorrusos en Dombass y Lugansk, es decir, entra en guerra. Ni una protesta en occidente. Instala cien mil hombres, tanques y aviones en la frontera con Ucrania. Ni una palabra. Ningún “No a la guerra”: Ahora bien, cuando la OTAN amaga con algún movimiento o los países occidentales anuncian medidas drásticas de tipo económico si se produce la invasión de Ucrania, las tripas de las democracias se revuelven y aparecen los “apaciguadores”. En el fondo, hay aquí, como hubo en el pasado, algo más que un pacifismo tuerto o ciego, existe también una doble emocionalidad y discurso: simpatías hacia la URSS y el comunismo, antipatía hacia el Occidente democrático, especialmente contra EEUU y la OTAN. “La OTAN, acaba de decir, por ejemplo, Pablo Iglesias, son los intereses de EEUU”. Es difícil pronunciar mentira mayor: la OTAN es el paraguas del occidente europeo que sostiene EEUU; son los países europeos quienes llevarían los daños mayores en caso de un conflicto. Es esa una vieja tradición, la de los comunistas o paracomunistas sosteniendo a la URSS. Así, los partidos occidentales de esa filiación aplaudiendo el pacto Hitler-Stalin, que a otros izquierdistas y demócratas revolvió las tripas. O sosteniendo aquella cosa tan graciosa de que el Muro de Berlín se levantó para impedir que, puesto que se vivía tan bien allí, los alemanes occidentales se pasasen en masa a la RDA. Yo sé que se arguyen razones, considerables, y no solo desde la izquierda, para tener en cuenta el malestar de Rusia si se instalasen tropas de la OTAN en Ucrania, y si esta entrase en la OTAN; no ignoro tampoco que Rusia siente a Ucrania como parte de sí históricamente (matanzas y hambrunas aparte). Pero vengamos a los datos de hoy. ¿Es la Rusia de Putin una democracia ejemplar? ¿Se prohíben allí organizaciones incómodas para el Régimen? ¿Se encierra a los opositores sin razón y motivo? ¿Desaparece alguno o se lo envenena? Por el contrario, ¿ocurre eso en las democracias occidentales? Entonces, ¿por qué esa querencia? ¿Han invadido Occidente, Ucrania o la OTAN alguna parte de la URSS? ¿Lo ha hecho la URSS en Ucrania hace siete años? ¿Amenazan Occidente o Ucrania a la URSS con miles de tropas y armamento en sus fronteros? ¿Ocurre al revés? Respecto a las peticiones putinistas de que la OTAN se retire a las fronteras anteriores a la crisis del Pacto de Varsovia y la disolución de la URSS, cabe considerar la cualidad de aquellas fronteras: es el territorio que la URSS había ocupado con motivo de la lucha contra Hitler y donde había impuesto su dictadura a través de gobiernos títeres. ¿Es ello razonable? Más aún, con respecto a la candidatura de Ucrania para entrar en la OTAN, seguramente discutible por razones de prudencia, ahí tienen a ERC negándose a suscribir el manifiesto equidistante y apaciguador de Podemos y otros “contra la guerra”. La formación catalana, tras un análisis histórico de la relación entre dos naciones y críticas a la política de confrontación, afirmaba que “todo ello no puede justificar la política de Putin de coacciones con amenazas militares y ataques híbridos a la soberanía de Ucrania, un estado soberano con todo el derecho a decidir qué alianzas estratégicas prefiere priorizar” (un argumento este último utilizado, sin duda, “pro domo sua”, pensando en su casa). Y ahora, con la mano en el corazón, cada uno de ustedes. ¿Quién piensa que Ucrania o la OTAN son capaces o están dispuestas a atacar a Rusia y a ocupar algún territorio suyo? ¿Y que Rusia sí es capaz de invadir Ucrania y apropiarse de, al menos, algún nuevo pedazo de ella? Entonces, ¿qué significa la equidistancia, o, peor, la simpatía hacia Rusia y Putin?

Una ciudad para los ociosos

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(Ayer, en La Nueva España) UNA CIUDAD PARA LOS OCIOSOS Desde hace años vengo siguiendo las diversas propuestas y actuaciones que sobre el Muro y Rufo García Rendueles se vienen realizando, fundamentalmente por la mayoría gubernamental, pero también por grupos variados de técnicos o comisiones ad hoc. No diré nada acerca de todo ese cacaramiáu, pero no puedo evitar pronunciarme sobre el último plan lanzado sobre la opinión pública para ese tramo de la costa. La base ideológica del plan la constituyen dos elementos: el primero, la continuación de la campaña permanente contra el coche de este y otros ayuntamientos, y, así, queda por saber, en el proyecto presentado, si se va a contar con un carril de circulación o dos, del mismo modo que tampoco se estudian las repercusiones de una u otra decisión sobre el tráfico de la ciudad en las zonas adyacentes. La segunda, es que la ciudad no está concebida desde la visión del trabajo ni el empleo, sino desde la perspectiva de una mayoría ociosa, ya por jubilada, ya por parada, ya por otras razones. “Del mono al chándal”, decía yo en estas páginas hace unos años. Hoy podríamos definir la situación como “la invisibilidad del trabajo” o su complementario: “una ciudad para los ociosos” Pero lo que ha llamado poderosamente mi atención han sido dos de las propuestas, la ampliación de la acera de la derecha en dirección al Piles, y la eliminación de los aparcamientos. Desde el punto de vista de la circulación peatonal esa ampliación no tiene sentido alguno: esa zona la utilizan únicamente quienes viven en esos edificios o necesitan desplazarse a alguno de los locales de esa orilla. Los paseantes, quienes usan el Muro por mero recreo, discurren por las zonas más cercanas a la playa. La utilidad, pues, de ese ensanche no es otro, como se dice y aplaude por algunos, que la ampliación de las terrazas de hostelería, lo que, sobre restar espacios para otros usos, entorpece el tránsito peonil. Uno se pregunta, además, cuál es la concepción que del trabajo y la riqueza tiene la mayoría gubernamental si el crecimiento del empleo lo basa en la hostelería, al margen de que, fuera del verano, la ocupación de esas terrazas sería más bien escasa. Pero el elemento central de mi crítica es el de la supresión de aparcamientos. ¿Cómo creen los cerebros ayuntamientiles que se van a proveer, por ejemplo, los mismos establecimientos hosteleros que quieren crear o reforzar? ¿Deberán recorrer calles y calles los repartidores para llevar su mercancía? ¿Y quienes hayan de transportar materiales de construcción para obras y arreglos? ¿Qué pasa con fontaneros, electricistas u otros operarios dedicados a las reparaciones? ¿Los cada vez más abundantes repartidores de paquetería? Las mismas ambulancias, con un solo carril, ¿qué atasco no formarán? ¿Desde dónde deberán desplazarse unos y otros para sus servicios? ¿Cuántos metros deberán acarrear sus cargas o enseres? ¿Qué tiempo no perderán y cuánto se encarecerá su trabajo, o disminuirá su salario? Desde hace mucho tiempo una gran parte de la izquierda no se preocupa en la práctica por los trabajadores, al menos no por aquellos que no forman parte de una gran empresa y tienen trabajo fijo. No es el proletariado el eje de sus preocupaciones y obsesiones, sino sus nuevas idolatrías, que van desde el entusiasmo por los lobos al achatarramiento acelerado y sin alternativas de las centrales térmicas, solo por mantener en alto una bandera, sin preocuparles sus consecuencias sobre la realidad, ni en lo relativo a la suficiencia energética, como señalaba este domingo Pedro de Silva en su billete dominical, ni en lo relativo al empleo, como yo subrayo. Y, por cierto, alejar los coches del centro no favorece al comercio, lo aleja hacia las grandes superficies o a la compra por interné. No, a una gran parte de la izquierda no le importan los trabajadores ni el efecto que sobre ellos puedan tener sus ideas o sus manías. “Fiat iustitia et pereat mundus”, dirán, “háganse mis ensueños (lo que ellos tienen por justo) y argaye el mundo”. Y, con respecto a sus víctimas, evacuarán tal vez aquello de Espronceda: “Que haya un cadáver más, ¿qué importa al mundo?”.

Personajes

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(Ayer, en La Nueva España) L’APRECEDERU PERSONAJES Todos los días desaparecen personajes que han dejado una huella notable en la sociedad. De hecho, cada uno de nosotros es un personaje que deja una huella, mayor o menor, en su entorno a lo largo de su vida. Pero me refiero ahora a quienes tienen, por una u otra razón, una mayor sonadía, un mayor impacto social. Nos ha dejado estos días Etelvino González, un maliayense de Amandi que a su militancia socialista ha unido un continuado trabajo intelectual y social, promoviendo, especialmente en su concejo, asociaciones y actuaciones de variado carácter cultural, entre las que destacamos su presencia en la Asociación de Amigos del Paisaje de Villaviciosa, “Cubera”, y su revista, o su presidencia de la “Fundación Caveda y Nava”. Ha sido también articulista habitual de LA NUEVA ESPAÑA. Claudio Menéndez de la Riera ha sido el “revolvín” más eficaz de Grao y toda su comarca. Fundador y miembro de Los Archiduques, impulsor y responsable del Club Patín Areces, puxador incansable por la autovía del occidente en los últimos tiempos. Se celebra estos días la memoria de un centenario, el del nacimiento de Emilio Alarcos Llorach. Al margen de su postura con respecto al asturiano en los últimos tiempos, de la que discrepo, subrayo que Emilio Alarcos es uno de los intelectuales más destacados de nuestra Universidad, con una destacada producción, tanto lingüística como de crítica literaria, cuya notabilidad y proyección no hace falta ponderar. Ahora que, sin duda, para personajes los que produce el campo. Y no me refiero a aquellos, como el ínclito don Alberto, cuya notoriedad florece emitiendo sentencias muy poco comunistas sobre el agro, sino a todas aquellas mujeres y hombres que siguen viviendo y produciendo en él, y que, con una situación desesperada y acicateados por un Gobierno que los acosa con decretos, leyes y dicterios, han llenado plazas y calles para protestar y hacer ver su situación.

Poca delicadeza

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(Ayer, en La Nueva España) L’APRECEDERU POCA DELICADEZA Vísperas de Reyes un desprendimiento en el Colegio San Vicente de Xixón causó dos muertos (reiteramos el pésame a sus familias). Como consecuencia, se observaron problemas en el edificio y se suspendieron las clases. Ya pueden imaginar: niños en sus casas, padres sin poder trabajar, etc. En la búsqueda de soluciones se produjeron dos momentos de escasa delicadeza por parte de los gobernantes. El primero. Educación ofrece las aulas de la Laboral, a cambio de una renta. Es posible que el cobro por el uso de las alas de ese centro (del Principado) fuese inevitable por alguna norma burocrática, es posible que solo quisiera ser una reversión de la subvención que el San Vicente recibe. En cualquier caso, en esos momentos de zozobra de docentes, padres, escolinos, poner por delante el tema del dinero, cuando la obligación del Gobiernu era proporcionar alojamiento, es una gran falta de delicadeza. Como lo es la respuesta de don Adrián Barbón a la madre de un alumno, que, angustiada, pedía una pronta solución: “Lo único que tenemos siempre a disposición de los padres y madres son las plazas que ofertamos en los centros públicos que son del Gobierno de Asturias”. He ahí la patita del sectarismo contra la enseñanza concertada (¿y de dónde, por cierto, iba a sacar las plazas en la pública don Adrián?). Falta de delicadeza extrema es la del trato de don Pedro Sánchez con el periodismo en general y con algunos medios en particular. Ya saben, a la utilización omnímoda del plasma, a las ruedas de prensa sin preguntas en una medida sin precedentes, suma ahora la exclusión de los medios “no amigos” a las ruedas de prensa de La Moncloa. Es un paso adelante sobre el de encerrar a los periodistas durante una hora en tanto él se paseaba por la Laboral de Xixón. Bueno… ¿falta de delicadeza? ¿Y sus adeptos, cómo lo llaman?