Xuan Xosé Sánchez Vicente: asturianista, profesor, político, escritor, poeta y ensayista. Articulista en la prensa asturiana, y tertuliano en los coloquios más democráticos. Biógrafo no autorizado de Abrilgüeyu
Mostrando entradas con la etiqueta votu. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta votu. Mostrar todas las entradas
La clave
Esta mañana, en La Nueva España, Carlos Muñiz Cueto, al que siempre lleo y qu'aprovecho pa manda-y un saludu, citaba una frase mía de va tiempu: "Fue Xuan Xosé quien dijo una vez: "Si haciéndolo mal los siguen votando, para qué van a cambiar".
Pues eso.
Un saludu, otra vegada, Carlos, y gracies pola cita.
Ficciones y limitaciones de la democracia: Asturies
(Ayer, en La Nueva España)
FICCIONES Y LIMITACIONES DE LA DEMOCRACIA: ASTURIES
Lo que entendemos por democracia, en la acepción de elegir o rechazar los representantes políticos cada equis tiempo mediante el voto, parte de cierta ficción, digamos voluntariosa: la de que todos los ciudadanos, a partir de cierta edad, tienen conocimiento de lo que votan, capacidad para discernir e interés por votar. No hace falta que precisemos aquí lo que de voluntarioso tienen estos supuestos; pensemos, por ejemplo, en el número bastante alto de ciudadanos que nunca se acercan a las urnas para elegir, unos por indiferencia, otros por vivir en la marginalidad o al margen del sistema, tal vez algunos por estar en contra.
El sistema censitario, aquel en que el voto se restringía a aquellas personas que tuviesen un determinado nivel de renta o de instrucción, partía de una concepción «más realista» del universo de los votantes, pero, evidentemente, excluía, de una forma que hoy nos resulta inaceptable, a una parte importante de él. Así pues, la práctica del voto se mueve hoy entre la Scila de la suposición universal de capacidades e interés y la Caribdis de la realidad social.
Recientemente, el presidente Barbón ha realizado una propuesta que se debe considerar desde esas perspectivas antedichas: la universalidad de un bienintencionado derecho y la realidad de sus efectos. Consiste la idea en crear una circunscripción de un escaño para el voto de los emigrantes, restándolo de la actual circunscripción central de nuestro sistema representativo autonómico.
Se calcula en unos 120.000 los individuos que actualmente, a partir de la ley de Memoria Democrática, tienen la nacionalidad asturiana y son residentes en el extranjero. Anotemos que entre ellos hay muchas docenas de miles que nunca han pisado Asturies: son hijos o nietos de quienes hayan emigrado por razones económicas, políticas o sociales; contemos también a los que hace ya muchos años que residen fuera de España. ¿Se ajusta a «razón democrática» que quienes hace décadas que no han pisado nuestro territorio o nunca lo han hecho, o que, seguramente, desconocen por completo nuestros problemas, las componentes de nuestra realidad, tomen decisiones sobre ella? ¿Que su «capricho» o su fantasía condicionen la realidad (de empleo, en la sanidad, en la educación…) de quienes aquí sí viven, laboran y cotizan? Mi opinión es que de ninguna manera. Es un parámetro que supera con mucho lo aceptable en las suposiciones de lo «universalmente igual» en que se sustenta la democracia.
En un reciente artículo publicado en estas páginas a propósito de la cuestión, el profesor Francisco J. Bastida apuntaba que mejor se afanaba el señor Barbón en eliminar la anomalía de tener Asturies tres circunscripciones electorales, anomalía que tiene efectos distorsionadores sobre la cuota de poder de decisión de cada ciudadano, al hacer más elevado, según la circunscripción, el número de votos necesario para la representación del votante.
Pero, por otro lado, la idea de las tres circunscripciones se sustenta sobre una fantasía que, a su vez, se asienta sobre otra fantasía universal, la de la representación de los intereses del elector por el diputado individual. ¿Porque alguien cree de verdad que un diputado de un partido va a defender los intereses de un grupo de votantes al margen de lo que le ordene el partido –fíjense, por ejemplo, en la postura histórica del PSOE asturiano con respecto a la Variante de Payares–? Y ya, por encima de esa ficción, ¿es pensable que un diputado del Oriente o del Occidente vote distinto a la orden del partido para defender esos intereses locales?
Aún más, ¿qué sentido tiene –suponiendo que esa representatividad sectorial funcionase (¡funcionariola!)– que en un territorio como Asturies se necesitase ser del Oriente o del Occidente para conocer los problemas o necesidades de cada centímetro de esos territorios por un diputado del centro y, sobre todo, por la propia organización política? ¿No es todo ello una pura fantasía contra la realidad ¿Una pura ficción contra la práctica real del voto disciplinado y, acaso, del pensamiento uniforme, casi nunca personal, de los diputados?
De modo que, señores fantaseadores –que existen otros proponentes, además del señor Barbón–, señor Barbón: a las realidades, no a los discursos; a lo que tenemos ahora como problema en nuestro sistema electoral, no a crear una nueva distorsión en la traslación de las voluntades o necesidades de los ciudadanos.
Un hombre, un boto
UN HOMBRE, UN BOTO
Llegaban las primeras elecciones generales. Un ingenioso y entusiasta comerciante de zapatos piloñés (animador, por otra parte de su vida social y cultural), Manuel Eduardo Marina Fernández, colocó por todo el oriente de Asturies carteles anunciando uno de sus productos, unos robustos y sólidos “botos”, con el lema de “un hombre, un boto”.
Me ha venido a la memoria aquel episodio al saber del disparatado voto desde su casa del señor Casero, uno de los cerebros de la maquinaria del PP, quien, tras haber emitido el sufragio equivocado a favor de la Ley laboral del Gobierno, volvió a ratificarlo cuando se le pidió confirmación de lo votado.
Uno se pregunta, al respecto, en qué estaría pensando don Alberto mientras erraba con su dedo o qué estaría haciendo con la otra mano mientras calcaba, aparte de cumplir con el precepto evangélico de “que tu mano derecha no sepa lo que hace tu mano izquierda”, o viceversa, según uno sea diestro o no.
“No es bueno que el hombre esté solo”, dice el Génesis, y, en la práctica de tal aserto, durante la misma tarde de gloria de don Alberto Casero, 79 diputados del PP se equivocaron al votar el dictamen sobre el acoso en clínicas abortivas –entre ellos, otra vez, el señor Casero-, eso sí, influidos por la indicación errada de la secretaria general del Grupo Parlamentario, volviendo, de este modo, otra vez a Mateo, “si un ciego guía a otro ciego…”.
(Y miren que tiene importancia esto de los votos. Miren cómo se pusieron con el voto popular algunos partidos y sindicatos llevando hasta las Cortes la elección en el Benidorm Fest, como locos se pusieron porque no se conculcaron las normas para dar como ganador el sufragio popular a favor de Tanxugueiras (las “meloneras”, creo que es la traducción al asturiano), montando un espectáculo histérico y excéntrico, en cuyo entorno solo las Tanxugueiras y Bandini se portaron como seres normales y educados, felicitando, aponderando y dando su apoyo a Chanel).
En cualquier caso, todo eso hace muy humanos a nuestros representantes, los pone al raso nivel de muchísimos agentes de las redes sociales, cuando votan, sí, pero también cuando hablan. Por poner solo ejemplos recientes (no voy a citar al señor Turrión confundiendo a Newton con Enistein), ahí tienen al insigne Miguel Ángel Revilla pontificando sobre por qué hay más covid en Cantabria que, por ejemplo, en Galicia: “Es el viento quien trae el virus y como el nordeste viene de Europa, que es una zona más poblada que los vientos que vienen del Atlántico, que tienen que pasar por el mar, por eso a lo mejor carga más en las zonas cuyo viento viene de zonas muy pobladas”. ¿Qué les parece? Cum laude.
Pero no crean que estamos ante una seña de identidad nacional. Ahí tienen a la congresista estadounidense Marjorie Taylor Green. Se pone seria, tonitronante, olímpica, y acusa a la Presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, de haber puesto en marcha una “policía gazpacho” para vigilar a los congresistas. Bueno, en realidad quería decir “Gestapo”, pero el que esté libre de pecado que tire la primera piedra.
Acaso, don Manuel Marina, al decir aquello de “un hombre un boto” ante las primeras elecciones, expresaba de forma elíptica lo que pensaba “que algunos no eran capaces de ponerse ellos solos los dos”. Pero no achaquemos ideas maliciosas al bueno de Marina. Tampoco nos irritemos demasiado con ellos, no los vituperemos en exceso, no nos sonrojemos al ver su ineptitud o su ignorancia. A fin de cuentas, se parecen tanto a nosotros (acabo de oír por la radio “lunenses” por “lucenses”).
Si no, ¿por qué los íbamos a votar una y otra vez?
PS (A propósito). Corría el año 1979. Se dilucidaba la presidencia de la Diputación tras las primeras elecciones democráticas. Formaba yo parte de la mesa de edad, como diputado más joven (o tempora!) por el PSOE, el otro miembro, el de más edad, era José Puertas Meré, por UCD, arribado a la institución en lo que el que fue director de este periódico, José Manuel Vaquero Tresguerres, denominó "la guerra de los cien años”, proceso en búsqueda del diputado de más edad, puesto que, empatada izquierda y derecha, correspondía la presidencia de la Diputacion al diputado más veterano sobre la tierra.
Pues bien, hete aquí, que don José se confunde al votar y vota al candidato socialista. “Tas equivocáu. Vuelve a votar, home” le dije. Y asina fue.
O mores!
Güei, en LNE: Perspectivas y realidades de la democracia
Perspectivas y realidades de la democracia
Un grupo cada vez mayor de electores cambia fácilmente su voto por hartazgo o en espera de soluciones inmediatas
Xuan Xosé Sánchez Vicente
Dentro de un ciclo organizado por el RIDEA en torno a la Transición, el día 4 de diciembre tuve un mano a mano con doña Amelia Valcárcel sobre la cultura en aquellos tiempos. En mi intervención introduje algunas consideraciones tangenciales con las que, durante el coloquio posterior, las personas con experiencia en aquella época estuvieron de acuerdo. Una de ellas fue la subrayar la absoluta disposición al cambio de los funcionarios de la antigua Diputación, reflejo de un estado general en la sociedad. Otra, la capacidad de llegar a acuerdos entre partidos y personas.
Esa capacidad no era únicamente fruto de la necesidad, sino de las características iniciales de la política democrática en España. Señalaba al respecto cómo, siendo yo diputado provincial por el PSOE, había presentado por iniciativa personal once enmiendas al anteproyecto del texto del Estatuto de Autonomía -entre ellas, el artículo 4.º del actual Estatuto o la recuperación del nombre de Asturias para la provincia-, la mayoría de las cuales fueron tomadas en consideración. Esa actitud sería hoy absolutamente inconcebible porque hoy en los partidos políticos no cabe apenas -si es que cabe- la iniciativa particular y porque una parte sustancial de la identidad política consiste en oponerse siempre a las propuestas de los rivales. Al margen, posiblemente, además, de que la mayoría de los cargos públicos de cierto nivel viven del sueldo del escaño o del partido y eso convierte en heroicidad la individualidad.
De lo que no hablamos fue de la gente, de los votantes. No se nos ocurrió mentar aquel concepto, "el desencanto", que apareció a poco más de dos años de las primeras elecciones y a menos de un año de la Constitución. Designaba la decepción que embargaba a una parte grande de la población porque la democracia no había sido capaz de modificar instantáneamente (mágicamente) la realidad. He señalado ya algunas veces el paralelismo de aquella situación de finales de los setenta y principios de los ochenta con los primeros tiempos de la II República: también entonces, a los pocos meses de proclamarse el nuevo régimen, las mujeres, con sus maridos en paro, comentaban, mientras apuntaban sus compras en las cartillas de deuda de las tiendas, que nada había cambiado, frente a lo que les prometieron, con echar al Rey.
Y ello nos lleva a reflexionar sobre las causas de la actual marea de Vox. Se han apuntado muchas razones para la súbita conversión de los votantes andaluces hacia el nuevo partido (y, verosímilmente, de tantos otros como piensan hacerlo en futuras elecciones): la economía, la inmigración, la situación en Cataluña? A mi juicio, se ha minusvalorado un factor que concurre con los demás o los aglutina: la existencia de un grupo cada vez mayor de ciudadanos que cambian de voto periódicamente, y que lo hacen tanto por hartazgo de lo existente como con la esperanza de una solución inmediata (milagrosa) de los problemas, los suyos o los generales (no sólo aquí, piénsese en Francia, por ejemplo, y en la popularidad de Macron). El hartazgo de lo existente no incluye sólo la realidad de las cosas, sino la hostilidad hacia los partidos y los políticos tradicionales, que se convierten en "culpables" de los problemas y en chivos expiatorios de una realidad insatisfactoria. Frente a ello, si el partido emergente "habla claro", con los atributos masculinos encima de la mesa, tiene mucho camino andado para recoger el descontento.
Pero no pensemos que estamos ante una novedad contemporánea. Podemos ir al romano Salustio para verla apuntada, y aun antes, a la Atenas clásica. Vengamos más acá. He aquí a Xovellanos, uno de los miembros de la Junta Central, convertida esta y sus individuos en causantes de los males del país, perseguidos y vituperados. Meditando sobre esa injusticia, trae a la memoria las palabras de Guicciardini (1483-1540): "Tal es la naturaleza de los pueblos, inclinada a esperar más de lo que se debe, a soportar menos de lo que es necesario y estar siempre malhumorados con las cosas del presente".
[...................................................................................................................................................]
Güei, en LNE: El que no mintió no pudo
(Trescribo, como davezu, los primeros párrafos)
El que no mintió no pudo
El inevitable desencanto de los votantes con sus representantes
Xuan Xosé Sánchez Vicente 27.01.2018 | 04:08
El que no mintió no pudo
"El Concejal" es un entretenido opúsculo publicado en 1908 por Adeflor, Alfredo García, periodista xixonés director durante muchos años de "El Comercio". Entre veras y bromas, el libro trata de aquello que debe o no debe hacer el concejal. En su sección XVI nos encontramos el siguiente texto: "El pueblo, soberano del lenguaje, cuando habla de política se refiere a la mala política, esa planta venenosa [?] haciendo de los ediles ciudadanos que representan primero a los partidos y luego se dedican, o aparentan dedicarse, a la defensa de los intereses públicos".
He ahí lo que quiero subrayar: 1908, desprestigio total de la política. Ese punto de vista, reflexionemos, no es, pues, una condición específica de nuestros días. Es, más bien, la percepción general que de la política se tiene. Miremos la España de finales del XIX y sus principios, la Europa de entreguerras: la democracia, los partidos políticos, aburren, decepcionan, incumplen sus promesas.
Pero lo sorprendente es que si vamos más atrás, encontramos siempre lo mismo. Cicerón, en su "La invención retórica", señala el retraimiento de los sabios por el desprestigio de la oratoria pública, esto es, de la política. Pero vengamos más cerca. He aquí a nuestro buen Jovellanos, tras las graves acusaciones que se vertieron sobre la Junta Central: "El pueblo, si tal nombre se quiere dar a la gran masa de gente ignorante y bozal, que nunca juzga por su propia razón sino por sugestión ajena, jamás profesa amor a su gobierno, nunca le hace justicia y siempre halla culpas o faltas en los que lo componen". Lo que lo lleva a citar al renacentista Guicciardini: "Tal es la naturaleza de los pueblos, inclinada a esperar más de lo que se debe, y a tolerar más de lo que es necesario, y a estar siempre en desacuerdo con el presente".
Es cierto, sin embargo, que existen momentos de excitación y de ilusión, pero poco tarda en aparecer la tristitia post coitum, la decepeción. Es seguro que usted lector conocerá muchos de esos momentos de nuestra historia. Yo quiero recordarles solamente dos: "el desencanto" que cubrió la sociedad española a los tres años de las primeras elecciones democráticas tras la Dictadura y a poco de aprobarse la Constitución. ¿Y no es desencanto el "no es esto, no es esto" de Ortega y los promotores de la II República al poco de su advenimiento, como lo era lo que aquellas mujeres que he citado alguna otra vez, que seguían con sus hombres en paro y ellas apuntando en la libreta de la tienda, cuando se preguntaban ¿pero no nos decían que con lo que comía el Rey iba a haber de sobra para todos?
Y es que, al margen de la incompetencia o la maldad de los políticos y los partidos, los ciudadanos esperan de la política lo que casi nunca puede darle la política, especialmente en el ámbito económico. Y lo que puede dar, generalmente quitando trabas o poniendo estímulos, es poco, y sus efectos no se producen hasta pasado un tiempo (y nada garantiza, más bien al contrario, que el elector acabe viendo la relación causa efecto, cuando este se produzca). De modo que, en el ámbito de la realidad económica es poca la satisfacción que puede causar la política y, desde luego, lo hace con dilación.
Los ciudadanos, sin embargo, esperan por lo general que su voto tenga efectos taumatúrgicos sobre la realidad y demandan con impaciencia los frutos de su elección. El fiasco, el desencanto, es inevitable.
[................................................................................................................................................]
¿Hacia la argentinización de España?
Asoleyo equí esti artículu del 12/02/2010. Creo que merez la pena relleelu y mirar pa mañana.
¿HACIA LA
ARGENTINIZACIÓN DE ESPAÑA?
(12/02/10)
En los últimos
tiempos no es infrecuente leer u oír (también en la calle, no sólo en los
medios) la idea de que nos acercamos a una «argentinización» de nuestra
sociedad: empobrecimiento generalizado, degradación social, destrucción del
tejido productivo, estancamiento, control total de la sociedad por unos
partidos con un alto nivel de corrupción. Todo ello, tras un largo período en
que las decisiones políticas, apoyadas una y otra vez por los ciudadanos,
acaban por «comerse el país». ¿Es ello sólo un discurso derrotista o
destructivo o tiene puntos de apoyo en la realidad para mantenerse?
Déjenme decir,
ante todo, que no me parece probable que vayamos a recorrer ese camino, pero
creo que, de todas formas, debemos señalar cuáles son los elementos estructurales
o de coyuntura que invitarían a recorrer esa senda.
En primer lugar
el déficit, que se sitúa en algo más del 11% del PIB en las cuentas del Estado,
y al que habría que añadir el de ayuntamientos, comunidades y diputaciones.
Pese a la subida del IVA y algunos otros impuestos, no es probable que mientras
no se produzca una recuperación muy vigorosa (y ello va a ir más allá de este
2010) esa cifra disminuya. Existe, es verdad, un cierto colchón en nuestro
nivel de deuda, pero se agotará pronto. En segundo lugar, la previsible
evolución del número de pensionados, amenazadora desde hace mucho tiempo. En
tercer lugar, el mercado de trabajo y la negociación colectiva, con desajustes
importantes y barreras que dificultan la contratación, encarecen los costos relativos
de las empresas e impiden asentarse en el empleo a los trabajadores recién
llegados. En cuarto lugar, y muy especialmente, nuestra escasa productividad y
la composición de nuestra estructura productiva, que nos hace muy poco
competitivos y, por tanto, poco capaces de crear empleo. En relación, al
tiempo, con esta escasa competitividad y con la burbuja «de expectativas de
ganancias y crecimiento futuros» de los últimos años, está uno de los vectores
de nuestra mala posición para competir —el otro, es el tecnológico—: los costos
salariales (recuérdese el análisis del Nobel «zapateril» Krugman afirmando que
los españoles deberíamos rebajarnos el sueldo un 25%). Y, finalmente, nuestra
enorme deuda exterior y los problemas de algunas entidades financieras, que en
las últimas semanas ha tenido una traducción visible en la retribución de
nuestros bonos de deuda y en la desconfianza de los mercados hacia España,
causante de la estrepitosa caída bursátil de estos días.
¿Tiene solución
todo ello? En estos momentos, mientras redacto este artículo, el señor Campa y
la ministra Salgado lo andan repitiendo por Europa: «España ya ha salido de una
situación como esta». Cierto, lo que no dicen es que ni el PSOE ni el
Presidente, Zapatero, están dispuestos a tomar ninguna medida que lo pueda
solucionar. Tenemos estos días tres ejemplos: la propuesta y retirada del
aumento de la edad de jubilación, la propuesta y retirada del período para el
cálculo de las pensiones, el inconcreto y escurridizo documento sobre la reforma
laboral. Y si acudimos a estos últimos años, en especial, desde el 2007, lo que
caracteriza fundamentalmente a este Gobierno es la voluntad de inacción en
materia económica y de relaciones laborales.
Así pues, la
cuestión no es si podemos evitar un hipotético camino hacia la argentinización,
sino si la sociedad —tanto los representantes políticos como los ciudadanos que
los avalan y que les reiteran su aval— quiere poner los medios para evitarlo.
El más notable
de los elementos que empobinen en esa
dirección es la «peronización» de nuestra economía, poniendo en manos de los
sindicatos decisiones fundamentales en materia económica y todas las relativas
a las relaciones entre las partes en el ámbito de la producción de riqueza.
Esta peronización, primorriverismo u organicismo, tan del gusto de siempre del
PSOE, no sólo es una anomalía democrática, sino un disparate en sus efectos
económicos (no así en los políticos, que parece ser un buen negocio).
El segundo y
definitivo reside en la sociedad. España, pese a todo, dispone de buenos
activos y es un país con unas estructuras sociales potentes: somos un país
moderno, nos hemos constituido en la octava potencia económica del mundo, la
red de infraestructuras es envidiable (quizás, salvo en Asturies), tenemos notables
empresas que estos años se han convertido en multinacionales, existe una red de
empresas que innova y exporta, la educación (aunque muy mejorable) se extiende
a toda la población, existe una parte de nuestra sociedad que actúa como
sociedad civil al margen de los poderes públicos, somos un estado relativamente
homogéneo, con unas clases medias amplias…
Todos esos
elementos representan un importantísimo bagaje para que podamos dar la vuelta a
esta situación y volver al crecimiento, la modernización y la búsqueda de
puestos de cabeza en el mundo. Ahora bien, si como ocurrió en algunos países
latinoamericanos, quienes deberían constituir lo más dinámico y progresivo de
nuestra sociedad se empecinan, por prejuicios de secta, de discurso o de falsa
representación de la realidad (alguno de los que el Barón de Verulam llamaba
«idola»), en sostener los métodos, los actores y las organizaciones que se
empeñan en llevarnos hacia el empobrecimiento generalizado y el desastre
social, entonces el camino será recorrido y el destino final será inevitable y,
seguramente, irreversible, pese al euro y pese a Europa.
P.S. El PSOE y
el Gobierno acaban de lanzar la consigna: la causa de las últimas turbulencias
financieras es «una conjura del capitalismo financiero internacional». Acabarán
convocándonos a la Plaza de Oriente, donde la Leire y el Blanco repartirán de
nuevo la pancarta «Si ellos tienen Onu, nosotros tenemos dos». Se llenará, ya
lo verán.
¡A uno siempre
lo sacude un ramalazo de emoción estética cuando confirma la inmarcesible
continuidad histórica del casticismo español!
Sobre'l votu: el votáu yes tu
Tanto pa les municipales como pa les xenerales, asoleyé equí los mios criterios pal votu, guiaos pol egoísmu del votante, polos sos intereses.
Agora que yá pasaron eses feches y nun creo que vuelva haber próximes elecciones (a les nueve la nueche del 20/D yá anuncié quién diba gobernar inexorablemente, vistes les sumes y les homoxeneidaes electorales) vo volver decilo de forma simple:
EL VOTU YE SOBRE TI, O PA TI, COMO QUIERAS DECILO.
NUN YE SOBRE PEDRO SÁNCHEZ O RAJOY O PABLO IGLESIES O RIVERA O GARZÓN
POLO TANTO, NUN YE NIN A FAVOR NIN EN CONTRA D'ELLOS, NIN PORQUE TE CAIGAN BIEN O MAL.
EL VOTU YE SOBRE TI, SOBRE'L TO INTERÉS PERSONAL. O, D'OTRA FORMA, TU YES EL VOTÁU O LA VOTADA.
Güei, en LNE: Un criterio para su voto
(Trescribo, como davezu, los primeros párrafos).
Un criterio para su voto
Unas líneas para quienes eligen en función del empleo, la sanidad, la enseñanza, las pensiones...
19.12.2015 | 04:47
Xuan Xosé Sánchez Vicente Si es usted de quienes votan siempre la misma fuerza política, por la razón que sea (porque lo ha hecho siempre, por razones familiares), lo que viene a continuación no va dirigido a usted; tampoco, si está en el número de aquellos que van a decidir su voto esta vez por alguna razón coyuntural (la corrupción) o puramente política (el derecho a la independencia, por ejemplo). En cambio, si usted va a votar por lo que pudiéramos llamar "los fundamentales" (su empleo y el de su familia o, más allá de ese interés inmediato, el de sus convecinos y connacionales, cosas ambas inextricablemente ligadas; el mantenimiento de la sanidad universal y su mejora; las prestaciones sociales para quien las necesite; la enseñanza gratuita; el mantenimiento del sistema de pensiones para sus mayores o para usted en su futuro?), entonces sí pueden ayudarle estas líneas para decidir la elección de su papeleta.
No haga usted ningún caso a las promesas: ni las de creación de empleo, ni las de bajadas de impuestos (si le anuncian que se los subirán, así, de antemano, piénselo usted mucho, sin ir más allá), ni las mejoras en sanidad o ampliaciones en educación, ni las subidas de salarios o pensiones (ya sabe que el problema a que nos enfrentamos al respecto de éstas es, más que nada, el de su mantenimiento), ni los complementos salariales o las pagas gratuitas para toda la vida sin trabajar. Nada de todo ello, olvídese. Y no se trata de que usted tenga más o menos fe en las promesas electorales o en quienes las producen, sino de que nada de ello es posible sin una condición previa: el crecimiento de la riqueza colectiva. Sin eso, no puede haber nada: ni más empleo, ni más recaudación vía tributos y, por ello, ni mejor sanidad o pensiones, ni subida de salarios, ni, ni, ni.
[....................................................................................................]
Parte de lo que pasó (sobre el voto y los votantes)
Hoy en LNE. Transcribo, como siempre, los primeros párrafos:
Parte de lo que pasó
Algunas componentes poco señaladas del resultado de las elecciones municipales y autonómicas
13.06.2015 | 05:40
Xuan Xosé Sánchez Vicente Las recientes elecciones municipales y autonómicas han dejado algunas evidencias: el castigo al Gobierno, al PP y al PSOE. La abstención de una parte importante del votante del PP o la dispersión de sus sufragios hacia C's o Vox. La mayor participación de la izquierda y de la juventud. ¿Qué es lo que ha llevado a tal estado de cosas, que ha constituido, a la vez, un vuelco sobre lo habitual y la aparición de nuevos actores políticos? La corrupción y la crisis se han apuntado como los principales motivos. Tal vez merezca la pena indagar aquí sobre algunas componentes poco señaladas.
El afán de novedad, esa pulsión humana permanente que a veces se convierte en ola social, ha sido una causa importante del comportamiento de los votantes: ha castigado "lo viejo" y se ha volcado hacia "lo nuevo", o, si quieren, se ha cansado de lo antiguo y ha buscado un cambio en lo nuevo. Solo en parte ligado con el afán de novedad, afán intergeneracional, otro vector ha manifestado sus efectos en las urnas: el de la inevitable irrupción de nuevas cohortes de electores para los que su visión del mundo y su relación con la política es muy distinta a la de sus mayores (recomiendo, por cierto, al respecto de lo fatal y universal de estas rupturas, la lectura del "Viejos y jóvenes" de Unamuno). No solo para ellos son más atractivos los mensajes de los nuevos actores políticos o los medios de que se valen para transmitir aquellos, sino que lo es especialmente la casi total ausencia de compromiso que esas formaciones requieren: ni rígidos encuadramientos, ni cuotas, ni antigüedad en el partido para participar o ser candidato (al menos teóricamente, que después no siempre es esa la práctica); en una palabra: la misma volatilidad de responsabilidad, ataduras y compromiso que caracteriza una gran parte de la vida moderna y que constituye la atmósfera en que las nuevas generaciones se mueven habitualmente.
¡A votar, home!
Sí, a votar, masque tea vusté roceanu. Porque de lo que salga y de lo que se combine (de quién gobierne) nel so conceyu o n'Asturies, les coses puen dir (un poco) meyor o (bastante) peor. O pue cumplise un sueñu d'esos que lleva vusté persiguiendo desayaque.
Ye verdá qu'un votu nun ye decisivu, pero toles sumes de votos algámense ún a ún. Y, a vegaes, un votu ye decisivu. Pero, sobre too, si tolos votos que puen ser decisivos p'algamar escaños nun se presenten, entós nun s'algamen.
Y nun diga que nun tien a quién votar. Si ye asina, si lo cree de verdá, si nun tien a quién votar d'ente les decenes d'opciones que se presenten, ye qu'igual ye vusté un migayín repunante, o qu'espera qu'apaezan los anxelinos (non los homes) pa gobernamos, o, acasu, que desurda un Xesús que faga otra vegada'l milagru de los panes y los pexes.
Pero, incluso nesti casu, dalguién-y entrgugaría: ¿y vusté qué punxo pa ello?
Güei, en LNE: ¿Qué votamos cuando votamos?
Les razones (o sin razones) habituales del votu. Invito a seguir nel periódicu esti escrutiniu, del que-yos doi, como siempre, los primeros párrafos:
¿Qué votamos cuando votamos?
Lo que buscan los ciudadanos son remedios con mayúscula, y eso el mundo no lo da
26.04.2015 | 04:33
Xuan Xosé Sánchez Vicente Las premisas fundamentales del comportamiento electoral de los votantes son dos. La primera es su anclaje en uno de los dos lados del eje derecha/izquierda o, en los lugares donde se da esa otra visión del mundo, en el que enfrenta al nacionalismo con el no nacionalismo, posición ésta, la nacionalista, que, en ocasiones, se combina con la más general dicotomía izquierda/derecha. Ese anclaje primario no afecta al total de la población, pero sí a una parte mayoritaria de ella, y es una característica universal del voto.
La segunda premisa es la de que, con diverso grado de intensidad, muchos de los votos no se producen tanto a "favor de" como en "contra de", es decir, que el ciudadano deposita su papeleta motivado por evitar el triunfo del otro bando, al que, en los casos extremos, considera el mal absoluto. Tan es así, que si los ciudadanos tuviesen la opción de depositar en la urna una sola papeleta de entre dos optativas, una a favor de su opción, otra en contra de la que detesta, es muy posible que se llenara más la urna de los votos negativos que la de los positivos.
Naturalmente, existe una franja de ciudadanos que no se adscriben a ninguno de los dos bandos y cuyo voto fluctúa o busca otras opciones que no estén caracterizadas sustancialmente por la adscripción izquierda/derecha o la de nacionalista/no nacionalista. Asimismo, en los márgenes de cada bando existen grupos dispuestos a retirar temporalmente su apoyo a quienes votan habitualmente o a buscar fórmulas alternativas de mayor pureza; raramente suelen estos individuos traspasar la frontera hacia la otra banda.
¿Se votan programas y candidatos, como suele suponerse? Un examen de las tendencias en España en los últimos tiempos nos permitirá escrutar con mayor precisión algunos de los factores que mueven el voto.
..........................................................................................
Física humana y social (y III)
Algunos analistas y sociólogos pronostican un gran descalabro de los partidos mayoritarios en las europeas, y el surgimiento de una o varias candidaturas "populistas" que sacarán más votos que ellos. Soy muy escéptico sobre esta última posibilidad y creo firmemente que, desde luego, y en todo caso, en las próximas elecciones generales los dos partidos mayoritarios seguirán teniendo, con mucho, una cantidad aplastante de votos.
Ahora bien, es posible que en las europeas se produzca algún resultado excepcionalmente novedoso. Por varias razones obvias: la gente está cabreada y desea dar "un castigo" "a los políticos"; pero, sobre todo, porque la gente no toma en serio las europeas, no son para ellos elecciones "de verdad". Así que es posible que candidaturas encabezadas, como dicen esos analistas y sociólogos arriba referidos, por el Gran Wyoming, Ada Coláu, el Gran Garzoning u otros "den un susto" a los partidos tradicionales.
Ello no sería ninguna novedad. El pueblo soberano de derechas ya mostró en otra ocasión su desafecto en las europeas, otorgando dos escaños y 608.560 votos al Gran Ruiz Mateos. Pero si usted pregunta ahora quién lo votó no encontrará a nadie que se acuerde de haberlo hecho, como nadie se acuerda en Marbella de haber votado a Jesús Gil y Gil o a otros eiusdem furfuris en Marbella o en otra ciudades. Que así es el pueblo soberano: después de hacerla, proclama aquello de "a mi Plim" o "¿quien yo?".
En todo caso y por buena que sea la voluntad de los Beppe Grillo, los Gran Wyoming, las Ada Colau, por grande que sea su capacidad, por cerrada y disciplinada y preparada que sea su organización, todos van a encontrarse con la cruda realidad: "nihil educitur ex nihilo", "de donde no hay no se puede sacar" o el más castizo de "una cosa es predicar y otra dar trigo".

Etiquetes:
Ada Colau,
Beppe Grillo,
europees,
Garzón,
Gran Wyoming,
responsabilidá de los votantes,
votantes,
votu
Física humana y social (II)
Y al socaire de la facecia de ayer, la del político que prometía puente para un río que no había y río después, al ser advertido de que no lo había, otra facecia.
La del político primero, que ofreció construir un puente, a tuerto o a derecho, puesto que "¿por qué no vais vosotros a tener un puente, si otros ya lo tienen? ¿Es que no tenéis igual derecho? ¡Y si no hay dinero, es igual, se saca de donde sea!"
Y el político segundo ofreció también un puente, pero dijo que, primero había que trabajar y ahorrar para ello, y que, puesto que el dinero actual solo daba para cubrir ciertas necesidades, quizás habría que subir los impuestos.
¿A quién creen que votó el pueblo soberano?
Pues eso.
Aznar/Gladstone
Siempre he votado como un caballero lo que me ha dicho mi partido y nunca como un canalla lo que me ha dictado mi conciencia.
William Gladstone, jefe del Partido Liberal inglés; primer ministro en cuatro ocasiones.
Más sectarismu (o fe, o sea, "ideoloxía")
El presidente del Gobiernu Vascu, que nun puede sacar alantre'l presupuestu, ofreció a PP y PSOE llegar a alcuerdos pa facer un presupuestu. La repuesta de Patxi López, cabezaleru del PSOE n'Euskadi y aspirante a califa en lugar del califa nel PSOE y, poro, aspirante al Gobiernu d'España, respondió qu'él col PP "nin a pañar duros (o euros)".
Patxi López fue Lehendakari d'Euskadi una lexislatura gracies a los votos del PP. Esos votos diolos el PP a cambiu de nada. Ensin esos votos, el PSOE inxamás tendría algamao la Lehendakaritza.
Digo que nun-y dio nada. Nin siquier-y permitió algamar la presidencia de les Xuntes d'Álava, onde tenía mayoría pero non suficiente.
Durante'l tiempu que duró esi pactu, nun pararen los agravios del PSOE al PP n'Euskadi, incluso, destacaos militantes, como'l "característicu" Eguiguren, pedíen a cada triquitraque "la ruptura de los pactos", non solo como si esos pactos nun fuesen a cambiu de nada, sinón, incluso, col tonu del que tenía un pactu que yera una sevicia pa él y un choyu pal otru.
Y puede que, con eses actitudes que nos paecen inconcebibles dende'l puntu de vista moral o dientro lo que son unes relaciones personales o comerciales nun mundu real, nun ficiesen más que responder a lo que-yos pedíen los sos votantes, pa la mayoría los cualos, los pactos col PP, inclusu si nun son más qu'una entrega del PP o un regalu del PP, inclusu si-yos suponen la Lehendakaritza. Porque lo esencial son estes palabres coles que cerraba l'ensiertu d'ayer, "Y ello te
explicará, de paso, por qué no puede haber grandes pactos entre partidos:
porque cada miembro de sus respectivas feligresías se sentiría traicionado al
ver a sus siglas cruzar el Rubicón del mal."
Porque les "adhesiones inquebrantables" a un partíu (en forma de votu o otru) como una negación del otru nun son más qu'una forma de fe, de superstición, de sectarismu.
Asturies
- el TSXA ordena repetir el votu emigrante nel Occidente (en TRES meses).
- el parlamentu asturianu queda con 44 diputaos (falta'l diputáu del occidente).
- el PSOE va recurrir la decisión al Constitucional.
- el paru llega a los 96.700 asturianos (el 20,39% de la población activa).
El votu, los partíos, Gladstone
![]() |
- William Gladstone - |
Esto ye lo que decía Gladstone sobre'l votu y la disciplina de partíu, pa que deprendan dalgunos:
«Siempre voté lo que me mandara'l mio partíu, como un paisanu; inxamás lo que m'afaló la conciencia, como un babayu.»
Y do-yos dalgunes alternatives:«los rebusquinos de la mio conciencia» o quiciabis «los espatuxos de la mio conciencia». Y, envede «como un babayu», los más precisos -pero menos llariegos- «mal nacíu» o «canalla». O podemos tornar a lo más llariego: «como folixa».
Una reflexión sobre el voto
Incursos ya deen plena campaña electoral, inserto aquí una reflexión sobre el voto y la responsabilidad de los votantes. Me ha parecido bien hacerlo en verso:
Y si habéis sufrido desastres por vuestra ruindad,
no achaquéis a los dioses las culpas de éstos.
Porque a esos señores los alzasteis vosotros al darles
sus guardas y por eso lograsteis infame esclavitud.
Y es que cada uno de vosotros camina con pasos de zorro,
pero en todos reunidos reside un espíritu huero.
Pues atendéis a la lengua y palabras de un hombre artero,
y no reparáis en su acción, como si nada pasara.
Votos y partidos
«Siempre he votado, como un caballero, lo que me ha ordenado mi partido; nunca, como un canalla, lo que me ha dictado mi conciencia»
No está mal, ahora que tantas tonterías se dicen sobre la política, los políticos y la independencia de los cargos públicos con respecto a los partidos.
He ahí una reflexión para los del aduar, sus mamporreros y el enjambre tertulianesco.
Demagogos, fatos y éxito político
«Un demagogo es aquel que publica doctrinas que sabe falsas a hombres que sabe que son idiotas.»
Y, para que nos entendamos, es aquel que tiene éxito, con el que los votantes están encantados y de quien creen los ciudadanos que está preocupado por sus problemas y que se los va a solucionar.
He ahí una reflexión sobre los votantes y los ciudadanos. Vale también para los del aduar, sus mamporreros y el enjambre tertuliesco.
He ahí una reflexión sobre los votantes y los ciudadanos. Vale también para los del aduar, sus mamporreros y el enjambre tertuliesco.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)