El Comuñeru. Relatu de Xuan Xosé Sánchez Vicente. Entamu y voz d'Antón Caamaño.

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https://soundcloud.com/anton-caamano/el-comuneru/s-7cUfrqQTMan Esto que va enantes ye un enllaz a un audiollibru d'El Comuñeru, fechu por Antón Caamaño. Ye un migayín llargu pero ye prestosu y ta bien fechu. Copiáis y pegáis na barra del buscador.

Ayer, en La Nueva España: Todo mentiras: van a por ellos.

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                    TODO MENTIRAS: VAN A POR ELLOS

                Todo eso de evitar el despoblamiento del campo, de conservar la actividad en pueblos y aldeas es una auténtica mentira, es más, es un engaño que trata de ocultar la práctica real de las políticas de los Gobiernos, en plural: autonómicos, municipales, el del Estado. Podrán, eso sí, ir a vivir a las zonas que ahora se van despoblando algunos artesanos, unos cuantos autónomos con buena comunicación, algunos robinsones…, pero el campesino-ganadero, aquel que ha venido poblando y ocupando el territorio desde los castros prehistóricos acá, dándole forma, humanizándolo y conservándolo, está siendo perseguido y está llamado a su práctica extinción.

                Esa tendencia tiene una evolución propia y universal: razones económicas y sociales han ido llevando a las villas y a las ciudades a los campesinos desde hace unas cuantas décadas. Es un hecho ya irreversible. Ahora bien, contra aquellos que resisten, ya porque han logrado tener una economía aceptable, ya por razones de vocación, o por ambos motivos, vienen poniéndose en marcha de forma sistemática y continuada una serie de medidas tendentes a hacerles la existencia imposible, a arruinar sus vidas y sus economías o, por lo menos, a incordiarlos en extremo, especialmente a los agricultores-ganaderos de la zona norteña. Recuerden ustedes, por ejemplo, las exigencias sobre la evacuación de los purinos o las múltiples prohibiciones o limitaciones que pesan sobre sus actividades, como el rozar o recoger leña.

                En Asturies ese conjunto de actuaciones contrarias a la supervivencia agrícola-ganadera tiene su muestra ejemplar en el dislate de un parque, el de Los Picos —ampliación del de Pidal—, que se crea con poblaciones dentro y con el aplauso y el entusiasmo de casi —casi, subrayo— todas las fuerzas políticas. Pues bien, desde su creación —incluida la disparatada configuración jurídica supraterritorial inicial, corregida por los tribunales— el parque no ha supuesto más que sucesivos inconvenientes para la población activa y la disminución drástica de esta. Eso sí, algunas inversionucas, con su correlato de favores y votos, han suscitado, en general, el apoyo de las mayorías concejiles.

                La última embestida contra el agricultor ganadero norteño proviene ahora de la conjunción entre quienes agitan el discurso ecologista —tengan o no en él un interés directo— y los partidos llamados progresistas para dar un apretón más al collar del garrote vil con que se lo va acogotando: la gestión del lobo.

                Si ustedes siguen con un mínimo de atención las noticias, verán como son frecuentes y crecientes las noticias de daños al ganado por el lobo y las quejas y desesperación de los ganaderos. Pues bien, hasta ahora existía un plan de gestión del lobo en nuestro territorio que permitía eliminar algunos pocos ejemplares al año, para limitar, al menos, su crecimiento y expansión, plan que se venía ejecutando a medias, con muchos problemas por denuncias en los tribunales de los ecologistas.

                Pues bien, en este momento el Gobierno PSOE-Podemos quiere declarar el lobo especie protegida en toda España, declarándolo intocable. Para ellos, y para sus corifeos del hermano lobo, es el lobo quien está en peligro, no el ganado ni el ganadero, y vienen a aducir que los tan aireados daños al ganado no son tantos, no tienen importancia o se deben a que el ganadero no sabe cuidarlo (si no es que, en el fondo, sospechan que son los ganaderos quienes ataragañan a las reses para cobrar los daños). Los gobiernos de Cantabria, Galicia y Castilla-León y Asturies, que conocen de primera mano lo que pasa, se han opuesto. Pero el Gobierno del Estado ya ha adelantado que no es partidario: “El lobo debe protegerse en toda España, como recomiendan los científicos”.

                La razón de fondo es muy sencilla. Las fuerzas progresistas saben que la ecologista es una religión en alza, cada vez con más votos, digo, más fieles. Y que, por el contrario, el ganadero-campesino es una especie en regresión, que da pocos votos y dará menos y que, además, suele estar más o menos controlada por sus pastores concejiles cuando accede a las urnas.

                De modo que los franciscanos del “hermano lobo” triunfarán sobre los de la “fraternidad entre los hombres” proclamada ya por los romanos en aquel “nada de lo que es humano lo considero ajeno” de Terencio, o en la agitada por la Revolución francesa, que creíamos la modernidad y lo progresista, pero no.

                Por cierto, quien emburrió aquella desafortunada ampliación del parque de Los Picos fue doña María Luisa Carcedo; quien ahora se manifiesta contra las pretensiones de las comunidades norteñas al respecto del lobo, don Hugo Morán.

                Socialistas ilustres, ciudadanos ilustres. Convertientes en consigna del lamento de Plauto y Hobbes: “Homo homini lupus”.

Ayer, en La Nueva España: Diamantina, el alcalde y la Compañía de Comedias

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                DIAMANTINA, EL ALCALDE Y LA COMPAÑÍA DE COMEDIAS

                Estos terribles días nos traen continuamente noticias de defunciones que entrañan el recuerdo del comienzo de una época de fecunda creatividad en nuestra historia, como la de Rogelio Llana Blanco (Grupo Covadonga) o José Antonio Hevia Corte (varias empresas del metal).

                Pero, asimismo, nos permiten celebrar con los vivos la memoria de aquella época de crecimiento e innovación, así el centenario de Diamantina Rodríguez, figura de la canción asturiana que se abrió camino siguiendo el camino de la Busdonga y precediendo a la floración de magníficas cantantes hodiernas.

                Todos ellos no marcan el fin de una época, sino su comienzo y su continuidad exitosa en el presente.

                Pero estas fechas ominosas traen también motivos para la eutrapelia. Por ejemplo, las declaraciones del alcalde de La Pola, don Ángel García (Cepi), al prohibir una moción escrita en asturiano, ante la protesta de Vox (no los de los diccionarios, por lo visto) diciendo que no la entendían: “es como si mañana la traen en chino”.

                Las declaraciones han provocado una protesta unánime, creo que sin razón. Lo central del asunto no es señalar la permanente conducta de Vox tendente a impedir que la gente se exprese en su lengua (Vox, por cierto, es el argumento más firme en defensa de la oficialidad, y quién sabe si no es ese su disimulado propósito), ni el incumplimiento de la Llei d’Usu, sino desentrañar la intención última de las alcaldiles palabras.

                Miren, La Nueva España ha proclamado “Asturiana del mes” a la Compañía de Comedias por preservar el teatro costumbrista. ¿Y dónde situar las palabras de don Cepi mejor que en la larga tradición del monólogu, esa forma menor de teatro? Seguramente que pretende con ellas optar a su inclusión en la Compañía.

                Por cierto, que, en la coyuntura, ha aparecido deseando, nada menos, que una factoría de coches para Siero.

                Pues es muy fácil que, de aparecer, sea china.


Ayer, en La Nueva España: Mentiras y falacias en el camino del éxito

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                    MENTIRAS Y FALACIAS EN EL CAMINO DEL ÉXITO

                Vengamos a las más próximas. La tomadura de pelo del precio de las mascarillas. Sabíamos del IVA de las mismas en otras partes de Europa: en algunos países es el 0%, en otros el 5%. Los españoles vecinos de Portugal se desplazan a este país a comprar las mascarillas quirúrgicas a 9 céntimos la unidad. El Gobierno progresista (el más de la historia) negaba que pudiera rebajarse el IVA del 21%: lo prohibía la Unión Europea. Todavía en las primeras horas del día 11 de noviembre lo papagayeaban los correveidiles más habituales del Ejecutivo, don Ábalos y doña Adriana. Dos horas más tarde se manifiesta la ministra de Hacienda en el Congreso y proclama la rebaja del IVA de las mascarillas al 4%. Después, evidencias aparte con solo mirar a Europa, hemos sabido que la UE ya había autorizado esa rebaja desde mayo. Es decir, nos han mentido desde mayo, como lo han hecho con todas las disculpas o aparentes razonamientos que daban para no exigir pruebas sanitarias en los aeropuertos. Han rectificado también en esta materia, mintiéndonos al mismo tiempo al decirnos que por esos lugares no han entrado muchos contagios en España. ¿Y cómo lo saben?

                Pero la mentira no es una cuestión de coyuntura en el PSOE de don Pedro. Recuerdan ustedes de sobra sus afirmaciones de hace poco más de doce meses sobre su radical y reiterada negativa y asco a pactar con Podemos o Bildu. Es verdad que, como ha dicho Churchill, en política, a veces, hay que tragarse las palabras (o sapos), y que no es esa mala dieta.

                También es cierto que hay mentiras sin justificación, como la de las mascarillas o los aeropuertos, y sapos o dietas que no es necesario tragar, como el apoyo de Bildu a los presupuestos y su recepción entusiasmada.

                Recapitulemos sobre esto último. Para rechazar las enmiendas de totalidad a los presupuestos que ha ocurrido recientemente el Gobierno ha sumado 198 escaños; la mayoría del Congreso está en 176. Sobraban, pues, los votos de Bildu y alguno más. Podría argumentarse: es que se quiere tener asegurada la ulterior tramitación de los presupuestos. Bueno, pues ahí estaría Ciudadanos. Pero es que no se quiere contar con Ciudadanos y dejar de lado a Bildu o a ERC. Luego diremos por qué.

                El apoyo de Bildu a los presupuestos ha provocado un escándalo relativamente grande entre cargos del propio PSOE y en los medios de comunicación. Ante esto La Moncloa y Ferraz han puesto en marcha la maquinaria de las mentiras y las falacias. Ya saben cómo funciona esto en los partidos políticos: en la dirección se elabora un catecismo y luego lo repiten desde la princesa altiva hasta la que pesca en ruin barca. Este catecismo tiene tres pegollos: una mentira, la de que los votos post-etarras eran necesarios; un silencio: obviar la disposición de Ciudadanos al acuerdo; una falacia: echar la culpa al PP por no haber apoyado los presupuestos.

                Una falacia porque nunca se ha ofrecido al PP negociar los presupuestos (otra cosa es saber si hubiese aceptado o no), se le ha pedido que “por patriotismo” apoyase gratis et amore los de PSOE-Podemos. Pues ahí tienen repitiendo la falacia por toda España a los líderes del PSOE, Ábalos, Lastra, Page, Lambán, Barbón…

                ¿Van a costar al PSOE votos las mentiras o el pacto con Bildu? Difícilmente. En primer lugar, ningún cargo se va a marchar de esa casa. En segundo lugar, es muy difícil que a sus adeptos, es decir, al votante de siempre, al militante, al que dice tener “ideología”, se los saque de su sitio, porque —aunque en realidad, les molestasen estas cosas— siempre se detendrán ante el abismo: que pueda ganar “el mal”, la derecha. Ya saben ustedes que esto de la adscripción partidario-ideológica tiene sus raíces más profundas en el cerebro antiguo, aunque luego se disfrace de discurso, aquí y en todo el mundo. Y, finalmente, porque la misma derecha, con la existencia de Vox, excita el mantenimiento de la permanencia en el voto y el correr a las urnas a la parroquia de izquierdas, aun de mala gana.

                Y eso lo saben perfectamente quienes manejan el cotarro en el PSOE y en el Gobierno, y no dudan de que, por lo tanto, pueden hacer aquello que les venga en gana.

                Queda por añadir una cuestión importantísima, la empresarial. El PSOE nunca pactará con Ciudadanos o PP, como en su día no quiso con Rivera, nada que suponga una mínima concesión. La razón: porque al hacerlo parte de sus votantes, sintiéndose traicionados, se desplazarán hacia Podemos u otros equivalentes de ámbito territorial menor. He ahí el fondo del asunto.

                Al igual que en las novelas policiacas se recomendaba el “cherchez la femme” para llegar a desentrañar los enigmas, en política la receta es la misma para averiguar las causas profundas de las conductas: “busquen al votante”.

Ayer, en La Nueva España: Certezas, incertidumbres, alfilerazos.

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CERTEZAS, INCERTIDUMBRES, ALFILERAZOS

Es un clamor en la calle y en las redes sociales: “teníamos que haber cerrado en el verano, cuando estábamos bien, para que no viniese nadie a contagiarnos”. Es un hablar por hablar: ningún Gobierno puede cerrar su territorio si el Gobierno central y el Congreso no instituyen esa posibilidad. De modo que el señor Barbón no podía cerrar Asturies, aunque quisiese. Pero esa optación irrealista parte de una ensoñación, la de que el dinero nos cae del cielo y que existe con solo desearlo o apuntarlo en los presupuestos: si no hay actividad económica no podrán pagarse empleos, ni, a la larga, pensiones, ni sueldos de funcionarios, ERTES o subsidios de paro. ¿De dónde iba a salir? Ya lo ven ustedes con este cierre último: los empleos y las empresas cayendo como moscas. Así que todo el verano… Sin olvidar que, en esa época, Europa incitaba a no cerrar las fronteras de ningún país.

Pero hay, además, en esa tesis un doble error de percepción, el primero el que los contagios vienen del verano, y no: el crecimiento de los mismos viene de mediados de octubre. En segundo lugar, no es ese brutal incremento de los contagios una cuestión asturiana ni española, es europea: ha pasado lo mismo en todos los países y desde las mismas fechas, con un crecimiento exponencial, consecuencias graves y medidas de cierres drásticas. En todos los países.

Desconocemos casi todo del virus. No solo cuáles son los mecanismos internos por los que infecta unos órganos u otros; por qué cesan sus efectos una vez dado de alta el afectado o le deja secuelas permanentes; cuál es la razón de que unos infectados lo padezcan sin síntomas o con síntomas leves y a otros los lleve a la UCI o a la muerte. Se van elaborando hipótesis que son, de ser ciertas, explicaciones parciales: la herencia neandertal, el grupo sanguíneo, las patologías previas, el potencial inmunitario personal… Pero tampoco conocemos con precisión las causas de su contagio: primero era a través de la saliva y el tacto, ahora parece que, fundamentalmente, se transmite por aerosoles; antes no se exigían las mascarillas (y no solo en España), ahora sí, y aun parece que algunas de las recomendadas, las más recomendadas, son ineficaces, al menos en interiores. Desconocemos igualmente la razón de que en unas mismas fechas y en muchos territorios al mismo tiempo la expansión se produzca de forma brutal. ¿Es el clima? ¿El cambio de relaciones sociales del verano a otoño? Parece probable que, en cualquier caso, haya variables que se nos escapen, probablemente inherentes al propio virus y a su evolución.

Lo que sí tenemos la certidumbre de que esto va para largo, y que, domada esta ola, volverán otra u otras. Incluso, producida una vacunación masiva —que no es lo mismo que tener dispuesta la vacuna (que el Gobierno nos aseguró primero para diciembre, después para mayo y ahora Pfizer para más o menos pronto)—, tendremos que seguir con precauciones un período largo. Tampoco sabemos la duración de la inmunidad de la vacuna, y si habrá que vacunarse de tanto en tanto. Desconocemos, asimismo, si el virus va a seguir siempre ahí o vamos a conseguir eliminarlo.

Lo que son ciertos son sus efectos devastadores en la salud y en lo económico, con la amenaza de una grave crisis social y de empleo que no va a poder seguir aliviándose y ocultándose mediante la emisión ilimitada de “belarminos”.

Y, por cierto, la situación actual demuestra que en Asturies no éramos tan buenos en lo que hacíamos como presumíamos, sino que tuvimos suerte, sin quitar méritos a nuestra sanidad. Y que no fuimos capaces de prepararnos para este segundo ataque, al menos no tanto como debiéramos.

Por cierto, cuando Madrid estaba en el pasado inmediato en aquella tan mala situación y todo el mundo venía a echar la culpa de ello a la derecha y los recortes, y aun a insinuar o proclamar que eran Madrid y la derecha los culpables de lo que ocurría en media España (García-Page: “Madrid es una bomba radioactiva vírica”), era atronador el vocerío progresista (político, mediático, ciudadano, de las redes sociales) contra Madrid-Ayuso, vocerío en el que participó nuestro Presidente, don Adrián. Si ustedes quieren disponerse hoy arrectis auribus, coles oreyes llevantaes, notarán el atronador silencio que se produce ahora que Madrid ha mejorado mucho y presenta progresivamente mejores datos que otras comunidades.

Pues bien, aprovechando la situación, la Presidenta Ayuso devuelve a Barbón las caricias y le ofrece “toda la ayuda de Madrid”. Este a su vez le contesta y no se limita a darle las gracias, sino que le propina otro alfilerazo: “Con cuanta mayor contundencia actuemos todos, mayores males evitaremos”, palabras en las que hay una evidente crítica a la gestión (exitosa, de momento y a lo que parece, de Ayuso).

¿Qué quieren que les diga? A mí todo esto me parece…, pongan ustedes la palabra.

Ayer, en La Nueva España: 45.000 ciudadanos estafados

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45.000 CIUDADANOS ESTAFADOS

                               Pensatible, plasmáu y silenciosu, como’l pitu a la vista del raposu… (Teodoro Cuesta)

                Durante el confinamiento de marzo y meses sucesivos, las ITV cerraron. Cuando abrieron, el Ministerio de Sanidad publicaba una Orden (15 de mayo) en que daba comienzo el atraco. Establecía prórrogas para los vehículos que no pudieron pasar la ITV, pero decretaba que la validez de la revisión no sería por el período que establece la normativa vigente, según el tipo de vehículo, sino que se acortaba, y contaría desde la fecha de la revisión hasta aquella en que tenía que haberse realizado y no se realizó (en ningún caso por culpa del propietario del vehículo). A santo de qué era el Ministerio de Sanidad el que regoldaba la Orden y a santo de qué pergeñaba el atraco se desconoce.

                Es evidente, por otro lado, que la ITV no realizaba un examen más a la ligera de los vehículos (de particulares o profesionales, de recreo o de trabajo), ni cobraba menos de la tarifa habitual por su servicio, así que no se ve la razón por la que su asistencia valía menos en el tiempo.

                A finales de septiembre, y tras reclamaciones de algunas organizaciones empresariales, el Supremo emite un auto en que suspende ese apartado atracadoril de la Orden. Tras muchas reticencias y resistencias, las ITV asturianas acatan la decisión del Supremo y pasan a dar, a partir de la fecha en que deciden acatar ese auto, a las revisiones de vehículos la validez del período completo que establece la normativa. Pero aducen que la decisión del Supremo no tiene carácter retroactivo, y, por tanto, quienes hayan pasado antes la ITV y hayan sido pillados en la estafa que se jo…, quiero decir que dicen ellos que a quien el Supremo se la dé, San Pedro se la bendiga.

                El miércoles 11 de este mes LA NUEVA ESPAÑA publicaba un reportaje de Marcos Palicio (me consta, tras reiterados e infructuosos intentos durante mucho tiempo tratando de que algún responsable le contestase) señalando que el número de asturianos que “verán recortado el plazo para pasar la ITV pese al auto del Supremo”, esto es, de estafados, era de 44.500. ¡Nada menos! Y que la ITV, es decir, el Gobierno asturiano, se niega a dar marcha atrás en el atraco. La razón que aducen es de recaudación, es decir, de la pasta, el tiempo y el cabreo de los ciudadanos. ¡Como si la pasta fuese suya o saliese de su bolsillo! ¡Como si quienes tuviesen que perder unas horas o un día de trabajo fuesen ellos y no los propietarios de vehículos!

                ¿Han oído ustedes a alguno de los fenómenos que se sientan en los escaños de la Xunta una palabra al respecto, especialmente a aquellos que dicen ser los representantes más auténticos de los de abajo? Yo no, y, si no es así, me disculpo.

                Espero que, a partir de ahora, los tan tuiteros y feisbuqueros miembros del gobierno cambien su foto de perfil y aparezcan vestidos con montera (no asturiana, torera o sierramorenera) y trabuco.

Ayer, en La Nueva España: ¿Y si son culpables las mascarillas?

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            ¿Y SI SON CULPABLES LAS MASCARILLAS?

                De parte de esta creciente ola de contagios. No las que no se ponen o se quitan ante amigos o familiares o en el bar, ni las que se llevan en prevengan por si aparece el guardia o aquellas que permiten lucir el apéndice nasal. No, no, las otras, las que usamos bien y


nos recomiendan llevar.

                Recordarán ustedes que al principio de la peste la vía principal de contagio eran las manos, y todos andábamos locos buscando guantes que no existían. ¿Quién lleva guantes hoy? Y es que parece que el contacto por las superficies es una vía poco probable. Después se señalaron como responsables las gotas de saliva que expulsamos al hablar, cantar o toser, y corrimos a buscar las mascarillas que no había, aunque algunos especialistas dudaron hasta hace bien poco de su utilidad. Bien, esa causa sigue existiendo, pero parece que no es la principal. Ahora parece que el camino más abundante de entrada del virus en nuestras fauces son los aerosoles, esas gotículas que, como el polvo que vemos suspendido en una habitación cuando el sol incide de manera adecuada, pueden permanecer muchas horas en el aire y viajar más allá de los dos metros convencionales.

                Si es así, y el consenso, más allá de las dudas que existieron hasta hace apenas unas semanas, parece ser ya general, eso quiere decir que las mascarillas que nos recomiendan que usemos, las higiénicas y las quirúrgicas, las que usa el 90% de la población, no evitan que respiremos los aerosoles, al contario de las que no nos aconsejan usar —ignoro por qué—, las FFP2.

                Como saben, quirúrgicas e higiénicas sirven fundamentalmente para evitar que los enfermos contagien a los demás —esto es, para que no sean transmisores— y evitan también las gotas de saliva de nuestros interlocutores, pero no tienen apenas capacidad de filtrar el aire que respiramos, más aún cuando suelen cerrar mal a ambos lados de los papos, y presentan así dos aberturas por las que entra el aire exterior como por un túnel.

                De modo que estas protecciones vendrían a ser como aquella definición que Madame de Sévigné dio del preservativo (“perseverativo”, decía siempre un compañero parlamentario, iluminando así el título de Cernuda: “La realidad y el deseo”): “una armadura para el placer, una telaraña para la infección”.

                Si las cosas son así, y parece razonable entender que lo son, no cabe sino un rápido cambio de políticas en dos aspectos: modificar las recomendaciones que se hacen a la población en la materia; abaratar el precio de las mascarillas protectoras, las FFP2, no solo mediante la eliminación del IVA, sino por otros medios, como el de intensificar la producción de las mismas.

Ayer, en La Nueva España: El zapateru y l'alcaldesa

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                          EL ZAPATERU Y L’ALCALDESA

                ¿Pueden facese peor les coses que como les acaba de facer el Gobiernu asturianu pa esti cierre hoteleru-comercial? Difícilmente.

                En la TPA un zapateru remendón de Villaviciosa decía que él seguía abiertu por serviciu a los vecinos anque nun tuviese la suya ente les actividades explícitamente permitíes. Y argumentaba: ¿y si daquién tien qu’iguar unos zapatos a ónde va dir? ¿Tien que comprar unos nuevos? En realidá, si pue seguir abiertu. Dempués d’un día de confusión y consultes los zapateros d’esa triba sí puen abrir, acoyéndose, acasu, como otros establecimientos inicialmente excluidos, al caxón de xastre de “servicios profesionales”.

                Otres  comunidaes, con un nivel de presión asistencial tan altu o más que la nuestra pesllaren o van pesllar tamién la hostelería. Non toes cierren el comerciu, lo que faen ye reducir l’aforu o l’horariu. Bien, ye discutible. En tou casu, nun lo faen metanos d’una ceremonia de confusión, como equí, dando’l llistáu de pieslles cuatro hores enantes del so cumplimientu obligatoriu, y ensin que nadie supiese mui bien quién taba afectáu. De fechu, dempués d’anunciar el cierre de tola “actividá económica non esencial” (que ye casi too), la llista final contemplaba delles excepciones, de mou que se recibió por munchos comerciantes como una llotería.

                Y, a too esto, yá se puen figurar les duldes, güei entovía, de dalgunos sectores, les consultes colos asesores, los problemes o indecisiones colos ERTEs, les de los empleaos, que nun saben si van dir al paru o non, les de los proveedores, etc. Esto ye, los problemes d’empléu y de subsistencia empresarial.

                Y lluegu, lo arbitrario de “la llotería”. Yá sé que la pretensión ye evitar al máximu desplazamientos y contactos, pero, al marxen, de qu’otres comunidaes nun piesllen el comerciu (Cantabria, Galicia, Murcia…), ¿ónde va comprar equí una persona un pantalón, un electrodomésticu, unos zapatos? Amás que nun paez qu’esti tipu de comerciu xenere tráficu nin aglomeraciones. Pero, sobre too, nun se pue improvisar y facer chapuces: hai que tener preparaes les coses dende tiempu atrás y dar tiempu a los demás. Galicia, por exemplu, avisa de los pieslles el miércoles y ponlos en práctica’l sábadu a les cero hores.

                Y agora’l progresismu que casi paez cinismu. Sal l’alcaldesa de Xixón y diz qu’estos quince díes (que van ser más, yá lo verán) que nun se compre n’Amazon, que se compre nel comerciu de proximidá. ¿Ónde vamos comprar los zapatos, los pantalones, el radiador, determinaos regalos, por exemplu? ¿Ónde, monina? ¿Nel comerciu de proximidá que vosotros cerráis?

 

En La Nueva España: El zapateru y l'alcaldesa

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 Güei, en La Nueva España


El zapateru y l'alcaldesa (sobre la improvisación, imprecisión e incoherencia del Decretu 03/11/2020 y unes declaraciones de l'alcaldesa de Xixón que valdrá más tomar como efectu del coronavirus).

El martes en La Nueva España: Más anticipiación, más precisión

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                                           MÁS ANTICIPACIÓN, MÁS PRECISIÓN

He seguido la rueda de prensa y leído las informaciones de los medios. Me he quedado con un montón de dudas, las mismas que habrán tenido muchos ciudadanos. Un solo ejemplo, de facebook: un librero dudaba de si se iba a cerrar su establecimiento. En la lista “paraoficial” parecía que sí, sin embargo, el Consejero Cofiño, en una respuesta, había incluido las librerías entre las excepciones del cierre.

¿Qué es, en concreto, lo que se cierra? Parece que son los servicios —hostelería, en particular, y servicios comerciales—, aunque otras lecturas de la rueda de prensa “toda actividad económica no esencial” y alguna respuesta de Barbón (“el corazón industrial de Asturias no estará afectado”) inducen a confusión: ¿es esencial, por ejemplo, la construcción?  Aun así, de la lista de excepciones al cierre que se adelanta se suscitan algunas dudas: ¿los de fisioterapia están incluidos entre los “centros sanitarios” exceptuados? Solo si se entiende que están incluidos en el apartado C.2.5.90 del RD 1277/2003. Convendría, pues, que hubiese más precisión y menos errores no solo en las ruedas de prensa y en los anticipos, sino en el BOPA, que lo dudo.

El Presidente gusta decir (apoyándose ahora en Merkel, lo que me parece bien) que la salud está por delante de la economía. Bueno, es una frase. Sin equilibrio, no habrá ni uno ni otro. Por ello no solo es nocivo que muchos empresarios no sepan bien qué hacer hasta ver el BOPA y aun después de verlo, sino que se les dé tan escaso tiempo —a ellos, a sus empleados y a quienes les prestan servicios— para tomar decisiones: anular pedidos, saldar mercancía, consultar a los asesores, decidir si se acogen a un ERTE… Son únicamente algunos ejemplos. Todo esto tenía que haber sido preparado y avisado con anticipación. La economía sí es esencial: sin ella no hay empleo.

En cuanto al confinamiento “aperturista” (siempre la misma imprecisión) que se va a pedir al Gobierno central  y que este de momento parece no va a conceder, ¿qué quieren que les diga? Lo que ya les he dicho: el Ejecutivo es rehén del pacto con sus socios independentistas y paraindependentistas, y nosotros de ellos.

Aye, en La Nueva España: Arena, carbón y Nostradamus

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                                              L’APRECEDERU

                               ARENA, CARBÓN Y NOSTRADAMUS

                Recientemente ha aparecido la noticia de que la playa de Xixón ha recibido un cuantioso aporte de arena que ha enterrado un tramo importante de las escaleras de acceso. La Nueva España recogía la opinión de algunos bañistas: “Nunca llegó a esta altura”·

                El episodio, que se reitera periódicamente, me ha recordado lo sucedido a finales de los ochenta del siglo pasado. En 1988 el entonces alcalde de Xixón, Vicente Álvarez Areces, en consorcio con el MOPU, propuso construir en la playa un dique semisumergido de 180 metros de longitud por 36 de ancho, visible todo el año de forma variable, según las mareas. La principal razón esgrimida para la construcción era que la playa de San Lorenzo se estaba quedando sin arena. Pues bien, al año siguiente, en uno de esos cíclicos vaivenes que hemos señalado, la alarma saltaba porque la arena ocultaba la mitad de las escaleras y cerraba prácticamente el Piles. Por ello, don Vicente recibió el Premiu Nostradamus, un galardón que anualmente concedíamos a profecías tan exitosas como la del alcalde.

                Y la arena de Xixón nos lleva al carbón, tan unido a nuestra playa últimamente, y a transcribirles una curiosidad que bien podríamos calificar como la primera manifestación documentada del “grandonismo” asturiano. Finales del XVIII. Decía así Antonio Carreño y Cañedo, en un informe sobre las minas asturianas: «Contiene esta montaña [entre Siero y Bimenes], en el frente del Norte, suficiente carbón para abastecer muchos siglos toda Europa, pues no bajan de quinientas sus minas, aunque suele una misma parecer tres o cuatro, por estar abierta en otras tantas partes. No se ha hallado hasta ahora el fondo de algunas de ellas, y su espesor horizontal es desde dos hasta ocho, diez y aún más varas, de que creo que haya pocos ejemplares en el mundo».

                No me digan que esta entusiástica nostradamusada no nos lleva hoy a la melancolía.

Ayer, en La Nueva España: Al nivel tradicional de ineficacia, porfa.

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AL NIVEL TRADICIONAL DE INEFICACIA, PORFA

                No se les escapa que la Administración, con sus demoras, su papeleo inútil, sus requisitos caprichosos, sus normas tantas veces en superfetación es causante no solo de nuestra pérdida de tiempo y nuestro cabreo, de molestias innúmeras, sino también de mayores costos para los usuarios, demora en los proyectos o retirada por cansancio, esto es, en último término, menor creación de empleo o destrucción del mismo.

                Esos efectos han sido reconocidos, por ejemplo, recientemente por el Gobierno al prometer modificar la normativa que, en el entorno del Camino de Santiago, retrasaba meses o años el arreglo de un canalón, una muria o una acera. Pero dejaremos esta materia, la del encarecimiento de las cosas y la disminución del empleo para otro día.

                Lo que ahora quiero señalar es algo que vienen padeciendo miles de asturianos desde que el virus chino nos invadió: el empeoramiento exponencial de la tradicional ineficacia de la Administración. Les pondré solo dos ejemplos de los muchos que conozco de primera mano. Una construcción terminada. La conducción y empalme al alcantarillado concluso, pero ha de pasar un técnico del Ayuntamiento para dar el conforme. Llamadas, nadie se pone. Intentos de visita, no se puede pasar sin cita previa. La mitad de los funcionarios, en teletrabajo. Lo que antes era un paseo por los despachos y dar la lata es ahora un imposible. Total, más de dos meses de retraso y sus consecuencias, con los compradores, con los proveedores, con los trabajadores.

                El segundo, más de un mes para averiguar la cuantía de una pensión. Nadie al otro lado del teléfono. Al cabo, desplazamiento hasta las oficinas. Ante las quejas, el guardia de seguridad tiene a bien darle a la ciudadana “el número bueno”. A partir, de ahí, la web, etc. ¿Por qué no está ese número a disposición del público? Sin duda, para que no molesten.

                LA NUEVA ESPAÑA ha venido denunciando en los últimos tiempos una larga lista de casos de ciudadanos desesperados que se encuentran con la muralla de una Administración muda y sorda, ineficaz. «Una ganadera polesa, Dolores Vigil, no puede trabajar ni jubilarse: “Me piden trámites que ni ellos mismo saben hacer”». «El caos de la Seguridad Social deja sin pensión a un ovetense, Ramón Rivera. Le revocaron la pensión por error “y no hay con quién hablar”». Miles de casos así, en Asturies y en toda España. En septiembre el actor Antonio Resines denunciaba en Madrid: “No atienden en persona, ni en los teléfonos que nadie descuelga ni en la página web de la Seguridad Social”. Algunas personas no conseguían saber si estaban o no en un ERTE, a otras nadie les contestaba cómo devolver el dinero del ERTE que se les había transferido indebidamente. En determinados casos, el buscador con el que se ha de entrar en una página de internet no funciona... Y no digamos ya lo que ocurre en los ambulatorios, donde uno puede estar llamando día tras día —con síntomas de Covid, con sospecha de insulto o de enfermedad grave— sin que encuentre una oreja al otro lado de la línea.

                Así ha venido funcionando y funciona la Administración en estos últimos tiempos. Y no es eso únicamente lo que provoca la irritación del ciudadano. Le da a este la impresión de que los funcionarios están teniendo unos privilegios que no tienen el resto de los ciudadanos: en sus casas muchos, dedicados al no muy evaluable teletrabajo; en todo caso, con una notable escasez de atención presencial. Esa falta de atención presencial tiene seguramente la finalidad de preservar la salud del empleado público y el funcionamiento del servicio. Pero es inevitable que el ciudadano común se pregunte por qué, por ejemplo, los empleados de los supermercados pueden estar frente al público hora tras hora (¿se han fijado, por cierto, en cuán escasos son los contagios en esos centros de trabajo?) y no los servidores públicos de la Administración general.

                El clamor, la exigencia a los gobernantes es que mejoren radical e inmediatamente el servicio público. Cuando menos, que lo vuelvan al nivel de ineficacia previo a la pandemia.

                Porfa.