Aye, en La Nueva España: Arena, carbón y Nostradamus

 

                                                


                                              L’APRECEDERU

                               ARENA, CARBÓN Y NOSTRADAMUS

                Recientemente ha aparecido la noticia de que la playa de Xixón ha recibido un cuantioso aporte de arena que ha enterrado un tramo importante de las escaleras de acceso. La Nueva España recogía la opinión de algunos bañistas: “Nunca llegó a esta altura”·

                El episodio, que se reitera periódicamente, me ha recordado lo sucedido a finales de los ochenta del siglo pasado. En 1988 el entonces alcalde de Xixón, Vicente Álvarez Areces, en consorcio con el MOPU, propuso construir en la playa un dique semisumergido de 180 metros de longitud por 36 de ancho, visible todo el año de forma variable, según las mareas. La principal razón esgrimida para la construcción era que la playa de San Lorenzo se estaba quedando sin arena. Pues bien, al año siguiente, en uno de esos cíclicos vaivenes que hemos señalado, la alarma saltaba porque la arena ocultaba la mitad de las escaleras y cerraba prácticamente el Piles. Por ello, don Vicente recibió el Premiu Nostradamus, un galardón que anualmente concedíamos a profecías tan exitosas como la del alcalde.

                Y la arena de Xixón nos lleva al carbón, tan unido a nuestra playa últimamente, y a transcribirles una curiosidad que bien podríamos calificar como la primera manifestación documentada del “grandonismo” asturiano. Finales del XVIII. Decía así Antonio Carreño y Cañedo, en un informe sobre las minas asturianas: «Contiene esta montaña [entre Siero y Bimenes], en el frente del Norte, suficiente carbón para abastecer muchos siglos toda Europa, pues no bajan de quinientas sus minas, aunque suele una misma parecer tres o cuatro, por estar abierta en otras tantas partes. No se ha hallado hasta ahora el fondo de algunas de ellas, y su espesor horizontal es desde dos hasta ocho, diez y aún más varas, de que creo que haya pocos ejemplares en el mundo».

                No me digan que esta entusiástica nostradamusada no nos lleva hoy a la melancolía.

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