Xuan Xosé Sánchez Vicente: asturianista, profesor, político, escritor, poeta y ensayista. Articulista en la prensa asturiana, y tertuliano en los coloquios más democráticos. Biógrafo no autorizado de Abrilgüeyu
Un imposible y algunos posibles
(El sábadu, en La Nueva España)
INCENDIOS: UN IMPOSIBLE Y ALGUNOS POSIBLES
Me atrevo a decir alguna cosa sobre los incendios del campo y lo que pudiere hacerse en el futuro para reducir su número o violencia. El primer remedio, el remedio fundamental que se propone, es un imposible: «Para frenar los incendios del monte asturiano hay que reintroducir una especie en extinción: el paisano», escribía, aquí, en LA NUEVA ESPAÑA, José Antonio González Díaz, profesor de Geografía y Ordenación del Territorio en la Universidad de Oviedo, el 22 de agosto. Pero eso es imposible: desde hace décadas el campo se ha ido abandonando por razones económicas y vitales, y aún quienes quedan hoy allí tienen una media de edad muy alta. Eso no tiene reversión. La consecuencia, en gran medida, es que, abandonados el campo y el bosque al matorral, los fuegos son ahora más virulentos y corren por una extensión mayor. ¿Cabe hacer algunas cosas para limitar la situación y prevenir el daño?
Diría que la principal es no seguir incentivando a quienes aún viven de la ganadería y la agricultura -principalmente de aquella- para que se marchen, es decir, dejar de crearles molestias innecesarias o de exigirles actuaciones que pudieran ser menos complicadas o inexistentes. Pero, en general, lo que sienten los habitantes del campo es que se los hostiga permanentemente o que se desconoce cuál es la realidad de su trabajo y su ámbito. Y ya me dirán si consideramos las palabras de alguien que estuvo en la Administración, aunque no las tengamos por generalizables universalmente: «La triste realidad es que odian a los ganaderos. Yo he oído hablar a algunos funcionarios de la Consejería de Agricultura (o de Medio Rural) y para ellos un paisano con vacas es un elemento a perseguir».
Señalemos dos fuentes permanentes de molestias o impedimentos. La primera tiene que ver con la burocracia y la política, y son las dificultades y trámites que los paisanos tienen para limpiar, desbrozar, cortar leñas o hacer quemas controladas. El discurso oficial es que todo ello es posible y que las quejas no tienen motivación o que responden a un discurso político. La realidad es que cuando se pregunta, no a los discurseadores de los medios o a los funcionarios, sino a los habitantes del agro las respuestas son tajantes: todo son dificultades y trámites impertinentes. La respuesta de un padeciente: «Sí, llegalmente hai una normativa que regula les quemes controlaes ente ochobre y marzu, el problema ye qu'esa normativa ye casi imposible de cumplir y la xente ya renuncia a solicitar quemes porque cuando se autoricen nun quema y les zones que permiten nun son realmente les que más falta tienen. N'Onís por exemplu solicitóse munches vegaes nos caberos años y namás se autorizaron dos y fue depués de tar tola nueche orbayando. Como anécdota, ún d'esos dís yo gasté dos mecheros y nun llegó a quemar nada...». O de otro: «ta prohibíu tou, hasta jacer un borrón en un práu, hai que pidir permisu y dántelu pa quemar el día que orbaya. Lluego piden acotar lo quemáu al ganáu cinco años pa que rexenere. ¡En cinco años sin carga ganadera ta pa quemar otra vez, hom!». Y si desean más información real sobre la realidad: https://www.lne.es/asturias/2025/08/31/revolucion-desbroce-emerge-rescoldos-incendios-121089836.html.
La segunda de esas fuentes de ataques a la actividad campesina es el lobo. Su cada vez más frecuente actividad provoca que el ganado ocupe cada vez menos zonas de pasto alejadas de la casería y, por tanto, que estas se vayan llenando de maleza. Al margen de que, como es evidente, levanta entre los ganaderos una sensación de burla y persecución por parte de las administraciones y los defensores del pueblo lobuno que invita a desistir de su ocupación, a poco que se den las condiciones para abandonarla.
Otro de los aspectos en que se pueden intentar modificar las cosas es en la propiedad de los montes. Estos días ha menudeado el ejemplo de Soria y otros lugares, y la escasa incidencia de los incendios en sus bosques. Una de las causas que se aducen es el aprovechamiento colectivo de sus montes y su gestión comunitaria, de vecinos y ayuntamientos. En Asturies, sin embargo, tenemos un 50% de los montes comunales que son en realidad propiedad de nadie. Modificar legalmente esa situación, implicar a vecinos y ayuntamientos, como desde hace décadas vienen, entre otros muchos, reclamando Juan Luis Rodríguez-Vigil y Jesús Arango, que fueron miembros del Gobiernu y que no pertenecen a las “fuerzas del mal”, y a los que, sin embargo, hacen menos caso que las monjas de Belorado a su obispo, sería necesario; aunque, a decir verdad, la limitación de “efectivos”, de habitantes en activo, en el campo asturiano, condicionaría su efectividad.
Se pueden tomar algunas decisiones más. Por supuesto, se puede mejorar la coordinación entre administraciones, la prevención, los medios contra incendios, etc. Ahora bien, lo que hay que tener presente es que les perres nun les dan les sebes. Dicho de otra forma, he visto propuestas que multiplican ad infinitum y para todo el año las dotaciones personales, los medios, las actuaciones, etc. Es una visión del mundo muy general, ya no carmencalvista, sino milagrera. Ha de tenerse en cuenta, además, que existen multitud de corporaciones locales de escaso músculo financiero y mínima dotación de personal.
Un par de notas marginales, pero pertinentes. En enero de 2020 don Pedro creaba el Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico. Y en 2021 presentó un plan multimillonario para hacer frente a la «pérdida de población, la dispersión poblacional y baja densidad y el envejecimiento de la población», al que se destinaban 10.000 millones de euros. Hoy, gastados 13.000 millones en cosas varias dentro de ese programa, ya ven ustedes cómo sigue todo, en el abandono progresivo de los pueblos y en escasez de medios.
Segunda nota. Es de este periódico, del 5 de septiembre: «Los afectados por los incendios que hace ocho años arrasaron 2.000 hectáreas de los municipios de Ibias, Allande, Degaña y Cangas del Narcea no han recibido todavía ni un euro de los 500.000 anunciados en ese momento por el Gobierno de Asturias. Mientras que en 2023, tras uno de los mayores incendios de la región, el 40 por ciento de los afectados se quedaron sin ayuda regional».
Pues nada, ustedes dirán.
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