Xuan Xosé Sánchez Vicente: asturianista, profesor, político, escritor, poeta y ensayista. Articulista en la prensa asturiana, y tertuliano en los coloquios más democráticos. Biógrafo no autorizado de Abrilgüeyu
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Epístola a mi nieto mayor
(Ayer, en La Nueva España)
EPÍSTOLA A MI NIETO MAYOR
Celebramos el cumpleaños de tu abuela. La familia al completo. En un momento determinado, te pronuncias contra la política, los partidos políticos y los políticos: todos corruptos, todos una m… Lo afirmas con la seguridad de tus dieciséis años y de que es seguramente lo que manifiesta la mayoría de tus compañeros.
Lo acepto, partamos de que tienes razón en esa afirmación universal. Pongámonos en ello, eliminemos los partidos y los políticos. ¿Qué nos queda? Queda el poder. El poder siempre está ahí. Lo detentan quienes tienen riquezas o forman grupos organizados para imponer su voluntad y conseguir sus beneficios, de forma limpia o «seduciendo» a quien tengan que seducir. Más aún en estos tiempos, en que existen poderosísimas fuerzas económicas y tecnológicas de ámbito mundial. He aquí, supongamos, que hemos eliminado el pequeño «detente» frente a esas fuerzas omnipresentes (piensa en las limitaciones a las tecnológicas impuestas últimamente en la UE, como un ejemplo) que representan partidos, gobiernos y parlamentos, ahora la situación es peor, y, sobre todo, menos perceptible, más incontrolable.
Pero no hay ninguna sociedad que exista sin poder social y político, sin alguien que «mande». Y la alternativa a una sociedad sin partidos y sin políticos recambiables mediante elecciones no es otra que la dictadura, militar o no. Y la pregunta es inmediata. ¿Hay una sola dictadura que no sea perjudicial para la mayoría de los ciudadanos? En lo personal, en lo económico. ¿Una dictadura que no acabe con la libertad, que no persiga a quien quiere, y que no instaure su propia corrupción? Podemos mirar hacia el pasado o escrutar el presente para dar la respuesta.
Yo entiendo tu discurso, que es hoy muy amplio en la sociedad y que seguramente tiene tres pegollos: uno, la insatisfacción con las cosas del momento, que siempre ha estado presente en todas las sociedades y momentos de la historia, como ya en el Renacimiento señalaba Guicciardini («e ad avere sempre in fastidio le cose presenti [tal la naturaleza de la gente]»); dos, y seguramente esto es lo peculiar de nuestra época, el suponer inocentemente que el bienestar que hoy tenemos está dado y garantizado para siempre; tres, la información sobre la política como únicamente un asunto de conflictos, desencuentros y corrupción. Así se explica que una parte importante de los votos de Alvise provengan de la juventud y de gente que cree que él no es político y que va acabar con los políticos y la corrupción («risum teneatis, amici?», preguntaba Horacio).
Un paréntesis. Achacamos muchas cosas a los políticos y la política pero nos olvidamos de los que son en parte responsables de sus actos, los ciudadanos, en cuanto votantes. Porque, en general, ¡ay del político o del partido que no responda a lo que sus votantes demandan de él, por disparatado o imposible que sea! Y, si te parece, vayamos al proceso de primarias en las formaciones políticas. No es inusual que voten no a quien proponga cosas más en consonancia con la realidad, sino a quien ofrezca más radicalidad o más cosas de dudosa ejecución: a Barrabás, antes que a Jesús. Me permito citar, como una hipérbole, cierto, a Christian Morgenstern: «No es al tirano al que hay que injuriar, sino al siervo que sirve al dictador.»
Creo que conviene señalar que ese discurso de general corrupción, unido a que algunos jueces y fiscales piensan que están llamados a salvar el mundo a tuerto o a derecho, ha dañado a un montón de inocentes. Yo llevo una pequeña lista de políticos encausados durante años, algunos durante decenios, que han sido absueltos una y otra vez. Te pongo dos enlaces, por si te apetece mirarlo: https://www.abc.es/espana/galicia/pokemon-causa-judicial-sego-carrera-politicos-inocentes-20240630041103-nt.html; https://www.abc.es/espana/galicia/pokemon-causa-judicial-sego-carrera-politicos-inocentes-20240630041103-nt.htmlhttps://www.lne.es/gijon/2023/07/29/claves-sentencia-absuelve-acusados-caso-90447578.html. Eso sí, esas personas, en el proceso, han visto destruida no sólo su vida y su fama, sino la de su familia. Ahí, en Portugal, tienes un ejemplo reciente de esa injusticia, la del primer ministro Antonio Costa, al que un fiscal confundió, sí, confundió, con otro.
Al comienzo te he admitido la mayor. Lo matizo: ni tanto ni tan calvo. En todo caso sé que la política y sus logros son insatisfactorios, que nos gustaría mejorar muchas cosas, y que algunas se podrán mejorar, pero que, como en la vida, nada es plenamente satisfactorio, y que el cumplimiento de un objetivo nos lleva a otros o nos abre problemas insospechados.
Lo decía Winston Churchill, uno de los grandes políticos de la historia a quien, en gran parte, debemos nuestra libertad actual: «La democracia es el peor sistema de gobierno, a excepción de los demás que se han inventado».
Y, si lo prefieres, en forma de parábola, con unos versos de nuestro pretérito convecino de Navia, «Todo en amor es triste, mas, triste y todo, es lo mejor que existe».
Con conocimiento, con convencimiento.
N.B. Dudé si titularlo «carta», más próximo, sin duda, a tu sensibilidad, o «epístola», más alejado. Opté por esta última, por sus resonancias clásicas, literarias, religiosas, admonitorias.
Vale.
Güei, en LNE: El que no mintió no pudo
(Trescribo, como davezu, los primeros párrafos)
El que no mintió no pudo
El inevitable desencanto de los votantes con sus representantes
Xuan Xosé Sánchez Vicente 27.01.2018 | 04:08
El que no mintió no pudo
"El Concejal" es un entretenido opúsculo publicado en 1908 por Adeflor, Alfredo García, periodista xixonés director durante muchos años de "El Comercio". Entre veras y bromas, el libro trata de aquello que debe o no debe hacer el concejal. En su sección XVI nos encontramos el siguiente texto: "El pueblo, soberano del lenguaje, cuando habla de política se refiere a la mala política, esa planta venenosa [?] haciendo de los ediles ciudadanos que representan primero a los partidos y luego se dedican, o aparentan dedicarse, a la defensa de los intereses públicos".
He ahí lo que quiero subrayar: 1908, desprestigio total de la política. Ese punto de vista, reflexionemos, no es, pues, una condición específica de nuestros días. Es, más bien, la percepción general que de la política se tiene. Miremos la España de finales del XIX y sus principios, la Europa de entreguerras: la democracia, los partidos políticos, aburren, decepcionan, incumplen sus promesas.
Pero lo sorprendente es que si vamos más atrás, encontramos siempre lo mismo. Cicerón, en su "La invención retórica", señala el retraimiento de los sabios por el desprestigio de la oratoria pública, esto es, de la política. Pero vengamos más cerca. He aquí a nuestro buen Jovellanos, tras las graves acusaciones que se vertieron sobre la Junta Central: "El pueblo, si tal nombre se quiere dar a la gran masa de gente ignorante y bozal, que nunca juzga por su propia razón sino por sugestión ajena, jamás profesa amor a su gobierno, nunca le hace justicia y siempre halla culpas o faltas en los que lo componen". Lo que lo lleva a citar al renacentista Guicciardini: "Tal es la naturaleza de los pueblos, inclinada a esperar más de lo que se debe, y a tolerar más de lo que es necesario, y a estar siempre en desacuerdo con el presente".
Es cierto, sin embargo, que existen momentos de excitación y de ilusión, pero poco tarda en aparecer la tristitia post coitum, la decepeción. Es seguro que usted lector conocerá muchos de esos momentos de nuestra historia. Yo quiero recordarles solamente dos: "el desencanto" que cubrió la sociedad española a los tres años de las primeras elecciones democráticas tras la Dictadura y a poco de aprobarse la Constitución. ¿Y no es desencanto el "no es esto, no es esto" de Ortega y los promotores de la II República al poco de su advenimiento, como lo era lo que aquellas mujeres que he citado alguna otra vez, que seguían con sus hombres en paro y ellas apuntando en la libreta de la tienda, cuando se preguntaban ¿pero no nos decían que con lo que comía el Rey iba a haber de sobra para todos?
Y es que, al margen de la incompetencia o la maldad de los políticos y los partidos, los ciudadanos esperan de la política lo que casi nunca puede darle la política, especialmente en el ámbito económico. Y lo que puede dar, generalmente quitando trabas o poniendo estímulos, es poco, y sus efectos no se producen hasta pasado un tiempo (y nada garantiza, más bien al contrario, que el elector acabe viendo la relación causa efecto, cuando este se produzca). De modo que, en el ámbito de la realidad económica es poca la satisfacción que puede causar la política y, desde luego, lo hace con dilación.
Los ciudadanos, sin embargo, esperan por lo general que su voto tenga efectos taumatúrgicos sobre la realidad y demandan con impaciencia los frutos de su elección. El fiasco, el desencanto, es inevitable.
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Así funciona en realidá la política
Ayer, na Nueva España, Pilar Rubiera asoleyaba un magníficu "curtiu" qu'exemplifica magníficamente la miseria de la política habitual. Alluma, como vengo apuntando a los mios llectores continuamente, que quienes deciden los temes de debate, imponen normes (o caprichos) y redacten lleis nun son en xeneral los políticos, sinón pequeños grupos de presión que son capaces de lleva-y al políticu una novedá, de presionalu o de facelu sentir que ye necesario quedar bien con ellos pa quedar bien cola sociedá en xeneral. Mas entovía, un montón de vegaes ye un solu funcionariu o espertu el que dicta lo que tien que ser y condiciona al restu la sociedá dende la so óptica o el so caprichu. Y tocántenes a la mierdina que son tantes persones que paecen inflase como sapos y qu'anden tol día faciendo como que comen a la xente crudo, pueden ver lo que son de verdá nel testu de Pila Rubiera, magnífica, como siempre.
Marín y Guerra
Leo una interesante entrevista a Manuel Marín, el socialista que presidió el Congreso y que negoció el ingreso de España en Europa. Y dice respecto al control político de las instituciones: «Los partidos controlan con el mando a distancia a todas ellas: la Comisión del Mercado de Valores, la de la Energía, la de Telecomunicaciones, el Consejo General del Poder Judicial, el Tribunal de Cuentas, el Tribunal Constitucional. Así que, todo el sistema institucional, como se dice en mecánica, se ha "gripado", ha dejado de funcionar normalmente por la invasión de la política y de los partidos». Leo en otra entrevista, esta vez a Alfonso Guerra, por qué se opuso a que el PSOE legalizara el aborto de menores de edad sin consentimiento paterno: «Hice una especie de encuesta en el grupo parlamentario y nadie estaba de acuerdo, entonces, ¿por qué lo hacemos? Fui a ver a la responsable de igualdad del partido y tampoco estaba de acuerdo, ¿por qué lo hacemos? Pues porque un grupo de mujeres había cogido por banda al presidente Zapatero». El socialismo empieza a reconocer su deshonrosa banalización.
por Pilar Rubiera pa La Nueva España del 03/06/2013

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En defensa de la política y los políticos
Invítolos a lleer esti artículu de José María Izquierdo n'El País del 16/10/12. Trescribo-yos la metada y doi dempués l'arreyu pa que lu sigan nel llugar orixinal.
No parece necesario insistir en la existencia ambiental de ese
huracán de desafección a la política —y a los políticos— que impregna,
como una sustancia viscosa que todo lo cubre y ensucia, tanto sesudos
artículos como despejadas charlas de café. Leemos y oímos que la maldad
intrínseca de cuanto personal se dedica al ejercicio de la
representación política solo es comparable al nivel de su corrupción.
Hablamos de las élites extractivas que dicen algunos intelectuales y
esos chorizos que nos cuentan algunos taxistas. Que son los mismos: los
políticos. ¿Pero lo son algunos? ¿Pocos, muchos, o quizá lo son todos?
Todos, todos ellos sin excepción. Y por eso debe ser que el pueblo no
los quiere. Así, al menos, lo dice hasta el CIS y algún que otro juez.
Son unos inútiles y unos ladrones el concejal del pueblo más pequeño y
el alcalde del municipio más poblado, el diputado de Izquierda Unida en
el Parlamento asturiano o la consejera de Cultura de cualquier
comunidad autónoma. Los peores son los de mayor rango, los diputados,
ministros y equivalentes al frente de la procesión, hilera que debería
convertirse, nos dicen las almas angelicales de tanto movimiento
ciudadano, en siniestra cuerda de presos, tocados con el vergonzante
capirote y el cartel de “Soy político, golpéenme” colgado del cuello.
¡Cuánta justicia habría en esa reata de desgraciados pasando entre la
multitud por un estrecho pasillo, recibiendo los merecidos golpes de una
ciudadanía engañada y masacrada por esos seres sin escrúpulos! ¡Qué
canalla ese edil, qué miserable ese director general de Sanidad, qué
vileza la de esa diputada de siglas indeterminadas, que ya se sabe que
todos los partidos la misma mierda son!
No importa que esos políticos hayan sido elegidos, hace apenas 10
meses, por quienes ahora les vituperan. El 20 de noviembre de 2011 votó
el 68,94% del censo, exactamente 24.666.392 ciudadanos. Ciudadanos, por
lo que se ve, que votaron a unos corruptos e inútiles para ocupar los
escaños que posteriormente desembocarían en la elección de los cargos
más representativos del Estado. Esto pasó en noviembre del año pasado, y
cuando vamos a soplar la vela del primer aniversario de este Gobierno
nos encontramos con la ominosa desafección...(En defensa de los políticos. Y de que cambien)
Sobre los políticos españoles
En El País, César Molina acaba d'asoleyar un llargu artículu (Las élites "extractivas") sobre la "clase" política española, a la que considera culpable de la crisis económica y a la que tien -pola so propia configuración d'intereses- como incapaz de solucionar los problemes.
Anque nun coincido plenamente col articulista (la tesis ye demasiao holística y tien demasiaes desplicaciones o datos que tán poco fundamentaos), invítolos a lleela, porque tien una parte importante de verdá.
Pero, dempués de lleela, piensen lo siguiente: esa xente nun ta ehí por un golpe d'estáu, ta ehí porque diz a los ciudadanos (fundamentalmente a los suyos) lo que quieren oír, y porque'l sistema de prebendes a costa de los demás llega a munchos ciudadanos, que tienen beneficios ensin ganalos o merecelos. Y, finalmente, que mentestantu hubo pa toos, naide quixo sentir falar d'austeridá, menor gastu, racionalidá, ética del trabayu o futuru. A cencielles: al que decía lo contrario dáben-y cola urna na tiesta.
El milagru del silenciu
Pues por tres razones. Poles mismes tres razones que nun provocó nin un vierbu la rebaxa d'un 20% nes subvenciones a partíos y sindicatos, nin la rebaxa d'un 7% esti añu nos sueldos los diputaos nin la del añu pasáu. Nin l'esaniciamientu de la paga Navidá nel Parlamentu Asturianu, nin la llimitación de percepciones pa los directivos de les caxes nacionalizaes...
Asina somos, asina ye esta sociedá o una parte d'ella.
UN FEDOR...
Respondioles Don Júpiter: tened lo que
pedistes / el Rey tan demandado por cuantas voces distes
Semejante a aquel que contra la
política y los políticos, contra la democracia y el parlamentarismo, sacudió
occidente otras veces, especialmente antes de las dos guerras mundiales del
siglo XX (o antes de la guerra civil española). Menor aún en su intensidad, con
un contexto distinto, pero idéntico en sus constituyentes y semejante en su
etiología: las convulsiones sociales y económicas, la constatación de que la
política no aporta soluciones inmediatas (milagrosas, diría yo).
Ese clima se alimenta de datos falsos, sin duda amañados intencionadamente en su inicio y repetidos después como verdad de fe. Por ejemplo, el de que existen en España 445.568 políticos, cuando, incluidos los concejales del más pequeño de los concejos, suman, en números redondos, 68.000. La manipulación, por otro lado, no responde únicamente a los números, sino a los conceptos. Porque al decir «políticos» en esos conceptos entrañamos también «grandes sueldos» y, subliminalmente, «inútiles y ladrones»; y, por otro lado, si dijésemos que de esas 68.000 personas, 65.000 son concejales —esto es, «concejales lisos y llanos»— habríamos desactivado gran parte de la carga emocional del discurso. Si, además, se precisase que la mayoría de esos concejales cobran poco más que dietas ocasionales, la cosa empezaría a verse reducida a sus justos términos, que serán o no problemáticos en esa estricta dimensión y no en la hinchada que se maneja.
Ese clima se alimenta de datos falsos, sin duda amañados intencionadamente en su inicio y repetidos después como verdad de fe. Por ejemplo, el de que existen en España 445.568 políticos, cuando, incluidos los concejales del más pequeño de los concejos, suman, en números redondos, 68.000. La manipulación, por otro lado, no responde únicamente a los números, sino a los conceptos. Porque al decir «políticos» en esos conceptos entrañamos también «grandes sueldos» y, subliminalmente, «inútiles y ladrones»; y, por otro lado, si dijésemos que de esas 68.000 personas, 65.000 son concejales —esto es, «concejales lisos y llanos»— habríamos desactivado gran parte de la carga emocional del discurso. Si, además, se precisase que la mayoría de esos concejales cobran poco más que dietas ocasionales, la cosa empezaría a verse reducida a sus justos términos, que serán o no problemáticos en esa estricta dimensión y no en la hinchada que se maneja.
Naturalmente,
todo ello corre y se multiplica exponencialmente y a la velocidad de la luz por
el territorio paradigmático de la irresponsabilidad, las redes sociales. Pero
no es únicamente en ese ámbito donde escuchamos ese tipo de soflamas: las
tertulias en los medios son un campo donde la logomaquia, la mentira y la
ignorancia sobre la política y la economía campean al par del vocerío, que es
la manifestación sintomática de producirse esas tres enfermedades de la verdad
y el pensamiento.
Es en
ese dominio, el de las tertulias, en el que el discurso contra los políticos y
la política deja de ser plano para desplegarse en manifestaciones variadas de
un mismo fondo, la principal de las cuales es el ataque contra las autonomías y
a favor de su anonadamiento, como causa de los males de España. Es ahí también
donde se hacen patentes ya no los logorrutios de la prédica, sino las posturas
emociónales y discursivas que sostienen e impulsan esa prédica: el centralismo isabel-fernandino,
el viejo anhelo de uniformismo cultural y lingüístico, la intolerancia hacia el
diferente, el desprecio por la protección social en nombre de la eficacia y (al
mismo tiempo) el anhelo colectivista del socialismo y el comunismo… Y es
reseñable que entre los logorrutios más frecuentes se encuentre la exigencia
imperiosa de que el gobierno (o «Rajoy», depende del tono del momento) actúe ya
para poner en marcha modificaciones sustanciales de tipo jurídico-administrativo
que requieren leyes, acuerdos, alteraciones constitucionales notables, tiempo, cuando
menos, y que, en algunos casos, son en la práctica casi imposibles. Nada
importa a los ideólogo-arbitristas que lo que ellos exigen y la forma en que lo
exigen viniera a constituir un golpe de estado de facto, una violación de la
ley y la constitución.
Y es que
tanto en el discurso de la calle —la tienda, el chigre, las redes— como en el
de muchos «analistas políticos», economistas y tertulianos hay (también como en
las primeras décadas del XX) una apelación implícita al «cirujano de hierro», a
alguien que de forma inmediata e implacable, ponga remedio a la situación y
arroje al vacío a «tanto indeseable». Naturalmente lo que cada uno de los
discurseadores, malhumorados, indignados, tertulianos o redeadores desea no es
un remedio de cualquier modo, sino de acuerdo con lo que su humor arbitrista,
su rencor o su situación proponen o necesitan.
Pero a
lo mejor lo que los cirujanos de hierro (simples «hombres de negro», en este
caso) propondrían no es lo que cada uno quiere o fantasea, sino lo que ellos
dispusiesen, porque, como dice el refrán castellano, «uno piensa el bayo, otro
el que lo ensilla». O, como en la «Fábula de las ranas que pedían rey a
Júpiter», lo que este envía es una cigüeña que hace mortandad extrema entre
todas las ranas, sean ellas de izquierdas o de derechas, centralistas o
nacionalistas, jubiladas o en activo, paradas o con trabajo, indignadas o
mansuetas.

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Llección d'historia (especialmente pa mozos)
Enantes de pasar a la llectura del artículu que vien a continuación convendría recordar un par de coses:
a) la primera, un chiste que circulaba na España de Franco sobre Pilar Primo de Rivera. Decíase d'ella que yera la muyer más curiosina d'España, porque d'una camisa vieya del hermanu ficiera un sostén pa tola vida.
b) la segunda, aquella frase del doctor Johnson: "la patria ye, a vegaes, l'últimu abellugu de los canallos".
Y agora llean, y, sobre too, llean los mozos de menos de trenta años, pa saber cómo yera'l mundu nel iniciu.
L'artículu, d'Antoni Puigverd, asoleyóse na Vanguardia del 05/03/12: "No habrá perdón para los privilegiados"
Votos y partidos
«Siempre he votado, como un caballero, lo que me ha ordenado mi partido; nunca, como un canalla, lo que me ha dictado mi conciencia»
No está mal, ahora que tantas tonterías se dicen sobre la política, los políticos y la independencia de los cargos públicos con respecto a los partidos.
He ahí una reflexión para los del aduar, sus mamporreros y el enjambre tertulianesco.
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