Ayer, na Nueva España, Pilar Rubiera asoleyaba un magníficu "curtiu" qu'exemplifica magníficamente la miseria de la política habitual. Alluma, como vengo apuntando a los mios llectores continuamente, que quienes deciden los temes de debate, imponen normes (o caprichos) y redacten lleis nun son en xeneral los políticos, sinón pequeños grupos de presión que son capaces de lleva-y al políticu una novedá, de presionalu o de facelu sentir que ye necesario quedar bien con ellos pa quedar bien cola sociedá en xeneral. Mas entovía, un montón de vegaes ye un solu funcionariu o espertu el que dicta lo que tien que ser y condiciona al restu la sociedá dende la so óptica o el so caprichu. Y tocántenes a la mierdina que son tantes persones que paecen inflase como sapos y qu'anden tol día faciendo como que comen a la xente crudo, pueden ver lo que son de verdá nel testu de Pila Rubiera, magnífica, como siempre.
Marín y Guerra
Leo una interesante entrevista a Manuel Marín, el socialista que presidió el Congreso y que negoció el ingreso de España en Europa. Y dice respecto al control político de las instituciones: «Los partidos controlan con el mando a distancia a todas ellas: la Comisión del Mercado de Valores, la de la Energía, la de Telecomunicaciones, el Consejo General del Poder Judicial, el Tribunal de Cuentas, el Tribunal Constitucional. Así que, todo el sistema institucional, como se dice en mecánica, se ha "gripado", ha dejado de funcionar normalmente por la invasión de la política y de los partidos». Leo en otra entrevista, esta vez a Alfonso Guerra, por qué se opuso a que el PSOE legalizara el aborto de menores de edad sin consentimiento paterno: «Hice una especie de encuesta en el grupo parlamentario y nadie estaba de acuerdo, entonces, ¿por qué lo hacemos? Fui a ver a la responsable de igualdad del partido y tampoco estaba de acuerdo, ¿por qué lo hacemos? Pues porque un grupo de mujeres había cogido por banda al presidente Zapatero». El socialismo empieza a reconocer su deshonrosa banalización.
por Pilar Rubiera pa La Nueva España del 03/06/2013
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