Publico aquí una serie de artículos con los que en años anteriores predije la crisis, analice sus causas o propuse soluciones. Releerlos nos ayuda a entender el fondo de nuestros problemas, a ver lo que aún no hemos solucionado (las causas estructurales de nuestra economía) y a intuir el camino que hemos de recorrer.
Por otro lado, los datos y las informaciones nos permiten salir del presente y recordar lo que sucedía solo hace tres, cuatro cinco años.
NUN YEREN BROTOS, YEREN ESCAYOS
(17/06/09)
El 20 de enero
de este año publicaba yo en estas páginas un artículo titulado “¿En el 2011?
Permitan que lo dude”. Lo que cuestionaba en él eran los pronósticos que el
Gobierno hacía de que en el 2011 la economía española comenzaría a crear
empleo. Y lo hacía basándome, entre otras cosas, en que ni se había puesto en
marcha ninguna de las reformas profundas que necesitamos (comercio, energía,
empleo, administración, capacidad tecnológica y un largo etcétera) ni
Zapatezeus parecía dispuesto a emprenderlas. En aquel momento, por otro lado,
las previsiones del Gobierno eran éstas: durante el 2009 se destruirían 600.000
empleos, el paro llegaría al 15, 9% (cuatro millones), el déficit alcanzaría el
5,85% de lo presupuestado para gastar y el PIB decrecería un 1,6%.
Hoy, menos de
cinco meses después, las previsiones de quienes llevan el timón de la nave
hacia les restingues son que este año la caída del PIB será del 3,6% y el
déficit llegará al 9,5%. Por otro lado, la tasa de paro se situaba en el primer
trimestre (datos EPA) en el 17, 36% y se habían destruido 766.000 empleos en
sólo ese tiempo. Y fíjense cómo andarán las cosas del paro que el gobierno, en
el consejo de ministros del día 12, ha tenido que acudir a un crédito
extraordinario de 17.000 millones de euros para afrontar las prestaciones por
desempleo.
Este
reconocimiento de la nueva situación lo realizaba, en lo sustancial, doña Elena
Salgado, la ministra de Economía, quien, pocas semanas antes, había afirmado
aquello de que en el horizonte estaban apareciendo “algunos brotes verdes”.
Pero bastó con que pasasen menos de cuatro semanas para que se le pudiese
cantar aquello de nuestra tonada: “Al saltar la portiella vite los baxos, vite
los baxos / non llevabes puntielles, yeren pendaxos”.
Pero este
(semi)reconocimiento de la realidad no lo es todo: llega inevitablemente unido
a las consecuencias de la misma y a las de reparar parcialmente los continuos
despilfarros e improvisaciones de Zapatezeus (o Zapatesoda, que diría el señor
Leguina) y sus marionetas gubernamentales. Tras los 400 euros, el cheque-bebé,
el plan E, las ayudas al coche, los ordenadores en correspondencia biunívoca
con los escolinos, y un largo etcétera viene aquello que con tanta gracia
narraba Caveda en “La cuelma”: “Si güei se llimieron cuerpos / y molleres y
costazos, / llime mañana les bolses / del llugar el escribanu; / y véndese la
reciella / y los potes y los cazos, / pa pagar les llozaníes / de la danza de
Santiago.”
O, dicho en
traducción al asturiano, suben, de momento, los impuestos del tabaco (¡qué
fruición al hacerlo la de doña Elena Salgado!) —en un 30%— y los de los
combustibles —2,9 céntimos por litro—. Lo hará pronto la luz y esperen para
principios del año que viene el del IRPF (y posiblemente alguno más de los
personales), nuevas subidas de los impuestos especiales y, probablemente, el de
algún tipo de IVA.
Por otro lado,
las cosas seguirán empeorando, porque, cuando las demás economías empiecen a
repuntar (la de EEUU podría hacerlo a no tardar mucho), nosotros no habremos
modificado ni uno solo de los factores que hacen de nosotros un país poco
competitivo y, por tanto, con enormes dificultades para crecer y crear empleo.
Y, como, además, en la política —al igual que en la escritura—el estilo (o el
destino) es el hombre, don José Luis Rodríguez seguirá tomando las decisiones que
más lastren nuestra competitividad y más encarezcan nuestros productos, así el
cierre de Garoña.
De modo que,
ya lo ven, los brotos anunciados por doña Elena Salgado eran en realidad
escayos. Y amenazan con crecer a tal velocidad que, si ustedes no ponen a salvo
su pellejo, acabarán hechos un eccehomo, si es que, como tantos millones de
españoles, no lo están ya.
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