Publico aquí una serie de artículos con los que en años anteriores predije la crisis, analice sus causas o propuse soluciones. Releerlos nos ayuda a entender el fondo de nuestros problemas, a ver lo que aún no hemos solucionado (las causas estructurales de nuestra economía) y a intuir el camino que hemos de recorrer.
Por otro lado, los datos y las informaciones nos permiten salir del presente y recordar lo que sucedía solo hace tres, cuatro cinco años.
¿EN EL 2011? PERMITAN QUE LO DUDE
(20/01/2009)
El
señor Zapatero y el PSOE acaban de reconocer en cifra la gravedad de la
situación: durante el 2009 se destruirán 600.000 empleos, el paro llegará al
15, 9% (cuatro milloninos), el déficit alcanzará el 5,85% de lo presupuestado
para gastar y el PIB decrecerá un 1,6%. Puesto que las previsiones proceden de
un gobierno, que de un lado, se ha venido negando de forma sistemática a
reconocer la realidad y, de otro, nos ha venido mintiendo de forma reiterada,
no será aventurado suponer que esas cifras serán, desgraciadamente, más
negativas.
Junto
con el reconocimiento inevitable de lo inmediato, el gobierno ha abierto el
calendario zaragozano y, mirando las témporas, ha realizado previsiones para en
lo futuro. Entre estas se halla la de que la economía española empezará a crear
empleo de forma apreciable a partir del 2011. Permitan que lo dude. Sé que la
mayoría de los pronósticos sobre el futuro tienen la misma fiabilidad que los
que se realizan mirando las entrañas de las aves. Pero, en todo caso,
permítanme exponer aquí algunas razones para dudar de esa afirmación.
Al
margen del rabión financiero internacional, España tiene una grave crisis en su
estructura económica y financiera, crisis que es independiente de la global y
que ya se venía manifestando meses antes de estallar ésta. En sustancia,
nuestros problemas se basan en nuestro modelo de crecimiento, basado no sólo en
el ladrillo a cuenta de beneficios futuros, sino, fundamentalmente, en el
consumo a base de endeudamiento. Ese consumo se ha financiado con mucho dinero
del exterior (gastamos más que ahorramos); dinero que, ahora, los bancos,
nosotros como particulares y el estado (de forma exponencial a partir de este
momento, por causa del déficit) debemos devolver (y no tenemos, en parte). Por
otro lado, nuestra economía productiva es escasamente competitiva: por trabas
burocráticas para la empresa, por la carestía de nuestra energía, por nuestro
atraso tecnológico, por el diferencial inflacionista, por los problemas de
contratación laboral, por estrangulamientos y oligopolios en el sector
comercial.
Ahora
bien, el gobierno socialista no piensa abordar ninguna de estas cuestiones. Se
comporta como si estuviésemos ante una tormenta pasajera, desvanecida la cual
todo volviese a ser lo mismo, y, en consecuencia, pudiésemos seguir —con
nuestra estructura productiva escasamente competitiva y con nuestro
endeudamiento— creciendo en el aire y al margen de la realidad. De ahí que
todas las medidas que se tomen estén encaminadas hacia el gasto temporal no
productivo (el Plan Caxigalines, la chapuza de los 8.000 millones de euros que
los ayuntamientos gastarán en nonadas), a ampliar el dinero destinado al paro y
a disimular con artificios el número de parados, a apoyar (de forma no muy
eficaz) coyunturalmente a algunos sectores. ¿Se debe ello a pura incompetencia,
al prejuicio derivado de sus anteojeras ideológicas o a que piensan que, sea
cual sea el desastre, sus votantes seguirán siéndolo con tal de que les
proporcionen suficiente estímulo discursivo para mantener activa su adicción?
Por
lo demás, aparte de ese planteamiento general erróneo o escapista, fuera del
endeudamiento, no se conoce que ningún plan, de los salidos hasta ahora de este
gobierno, relacionado con la economía productiva haya tenido efectividad
alguna. ¿Las razones? El hacer por hacer, el hacer que hacemos, la
hiperactividad a base de esparavanes y parajismos no lleva a sitio alguno. Pero
es peor aún. Algunas de sus medidas caminan en dirección contraria a la
proclamada. Así, mientras, para aliviar los bolsillos y estimular el consumo,
se demanda la rebaja de los tipos de interés y se exige a los bancos que pongan
crédito a disposición del público, el gobierno pugna por disminuir el numerario
de los ciudadanos. De ese modo, por un decir, no se ha deflactado el IRPF en
relación con la inflación del 2008. En otro orden de cosas, mientras la
inflación crecerá en el 2009 entre un 0,5% y un 1,5 %, la luz sube un 4,1%, el teléfono lo hace el
4,12%, los taxis el 7,7%, correos el 2,04%, el transporte en torno al 6%. Y también
los ayuntamientos (del PSOE, del PP y de IU) se han abalanzado sobre nuestros
bolsillos con idéntica avidez. Así, los conceyos de Uviéu, Xixón y Avilés, por
centrarnos en los principales de nuestro país, además del mordisco del IBI para
diez años sucesivos, han subido las tasas por servicios en un 5% de media, casi
cuatro puntos por encima de la inflación prevista. No está mal, ¿verdad?
¿Creen
todos estos tipos en algo más que en su propio negocio, en sus escaños y en sus
votos (no sus votantes)? Permítanme que lo dude en la misma medida en que pongo
en duda los pronósticos del zaragozano gubernamental para el año 2011.u
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