Xuan Xosé Sánchez Vicente: asturianista, profesor, político, escritor, poeta y ensayista. Articulista en la prensa asturiana, y tertuliano en los coloquios más democráticos. Biógrafo no autorizado de Abrilgüeyu
Después de los Sudetes, ¿qué?
(Ayer, en La Nueva España)
DESPUÉS DE LOS SUDETES, ¿QUÉ?
Desde que Putin accedió al poder e instauró su dictadura pseudodemocrática ha venido realizando diversas intervenciones en la periferia de Rusia, en territorios que habían sido parte de la antigua dictadura comunista soviética: Osetia del Sur, Abjasia, Transdniéster, Nagorno Karabak, siempre con el propósito de auxiliar a la población de habla rusa o prorrusa, instalando allí “fuerzas pacificadores” y creando regímenes fantoches o anexionando el territorio.
En 2014 invade Crimea y se apropia de ella. Posteriormente, infiltra milicianos en Donbass y Luganks, los convierte de facto en territorios separados de Ucrania y hace unos días reconoce formal y solemnemente su independencia. Ahora acaba de invadir Ucrania, eso sí, presentando la invasión como “una operación de paz”, una “intervención temporal” y con el objetivo de eliminar “esa banda de drogadictos y neonazis que se ha asentado en Kiev y tiene secuestrado a todo el pueblo ucraniano", es decir, al gobierno de un estado soberano que ha sido elegido democráticamente.
Pero esa retórica de pacifista, dirigida a tontos útiles y quintacolumnistas, no oculta, ni quiere él que la oculte, su disposición de matón: “La OTAN puede tener superioridad, pero nosotros somos una potencia nuclear (así, telegráficamente y en elipsis): nadie saldría ganando (media sonrisa)”.
¿Hasta dónde va a llegar Putin? Pues hasta donde quiera. Es posible que, de momento, se conforme con imponer un gobierno títere en Ucrania y en ocupar su franja oeste, directa o indirectamente. Pero es muy verosímil que su designio sea el de tragarse en el futuro algunos estados independientes más de los que formaron parte de la antigua dictadura soviética comunista.
Esta agresión, ya consumada y con una respuesta en forma de sanciones económicas limitadas que le importa poco, no solo tiene como objetivo la propia cuestión territorial, sino comprobar cuál es la reacción de Occidente y la OTAN. Sabe también que las sanciones afectarán, en un efecto rebote, a la economía de los europeos, y que estos ciudadanos tienen escasa capacidad de sacrificio, mucha disposición para de protestar (no se los puede encarcelar, como en Rusia) y que sus gobiernos están sometidos al lecho de Procusto de las elecciones, esto es, a tener contentos a sus votantes. Cuentan, además, con los tontos útiles y quintacolumnistas en el interior de las naciones libres.
Un no a la guerra que es sí un sí a la guerra
He señalado aquí, en LA NUEVA ESPAÑA del 11/02/2022 (En la patria de Chamberlain) cuántos de los actores y elementos de esta crisis son iguales o similares a los que ocurrieron antes de la Segunda Guerra Mundial o durante la larga guerra fría. En particular, existe un número importante de organizaciones y ciudadanos que son más de Rusia, Putin y el comunismo, que de sus países y de la democracia; más antiestadounidenses que proeuropeos o defensores de sus naciones y de la democracia.
A la mayoría de ellos, ardientes pancarteadores del “no a la guerra” cuando esta supone la intervención de Occidente frente a las dictaduras o, incluso, frente a los genocidios, les ha costado en estos días aparecer con un “no a la guerra” tras la invasión de Ucrania. Pero eso “no a la guerra” es, en realidad y en muchos casos, un “sí a la guerra de Putin”. Es fácil de entender: cuando se pide que no se impongan sanciones a Rusia porque ello empeoraría las cosas; cuando se lanza la proclama “el único camino es el diálogo” o la más vacía o imbécil de “solo la paz es el camino de la paz”; cuando se piden paz y diálogo, pero al mismo tiempo se exige no enviar armas a Ucrania o que la OTAN no se prepare o se retire de los países que se han adherido a ella por propia voluntad (ahí tienen a IU convocando este viernes una manifestación al mismo tiempo contra la invasión y contra la OTAN), lo que se hace es permitir que el hecho consumado se mantenga sin contradicción. Es más, se envía el mensaje a Putin/Rusia de que puede seguir adelante porque aquí solo habrá velas y palabras y se tratará de impedir cualquier acción opositiva.
¿He dichos los Sudetes? Perdón, es que esto (y estos) se parece tanto a aquello.
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