Xuan Xosé Sánchez Vicente: asturianista, profesor, político, escritor, poeta y ensayista. Articulista en la prensa asturiana, y tertuliano en los coloquios más democráticos. Biógrafo no autorizado de Abrilgüeyu
E/IN/MIGRACIÓN
(Ayer, en La Nueva España)
                 E/IN/MIGRACIÓN
      		La inmigración, la llegada de inmigrantes a Europa se está convirtiendo en un grave problema en muchos países europeos. En Italia, Meloni intenta llevar a campos de refugiados de otros “países seguros” a inmigrados ilegales que no vengan de países en guerra o con crisis graves. De momento, el Tribunal de Justicia de la Unión Europea ha cuestionado el procedimiento. La primera ministra ha replicado que la «sorprendente» decisión «debilita las políticas para combatir la inmigración ilegal masiva y defender las fronteras nacionales».  
		En Alemania están estudiando medidas similares a las de Italia, que, en el fondo, consisten en la devolución de inmigrantes ilegales. En el Reino Unido se endurecen las medidas para legalizar inmigrantes y se les van a establecer una serie de requisitos para la obtención de un permiso de residencia permanente: idioma, cotización a la Seguridad Social, no haber recibido ni un centavo en ayudas sociales, y otros (algo, por cierto, semejante, no igual, a lo que ha propuesto recientemente el Partido Popular).
	No hará falta enunciar más países europeos donde está ocurriendo lo mismo: idéntica complicación, reacciones semejantes. Los problemas son, fundamentalmente, de tres clases: un número amplio de ciudadanos que no tienen ocupación y que han de buscarse la vida de cualquier manera; el dinero o ayudas públicas -que sí es de alguien, de quien lo tributa- con que se subsidia a muchas de esas personas, y, a mi entender el más grave, cuando esa gente con cultura distinta quiere imponer o impone sus peculiares puntos de vista sobre el mundo -vestido y trato a la mujer, comida- o, peor aún, cuando logran constituir zonas donde la ley general desaparece y las autoridades no son las democráticas, sino las del grupo.
	Frente a estos datos, hay un discurso que sostiene lo contrario: a) que los inmigrantes son todos “seres humanos” y que, por tanto, dentro del Universo, tienen el derecho a ir a donde quieran y nosotros la obligación de acogerlos y protegerlos; b) que, sobre no ser un problema, los inmigrantes vienen a sustituir en los puestos de trabajo a los españoles que no quieren esos puestos.
	Únicamente con respecto a la teoría: ¿acoger a cuántos? ¿Un millón? ¿Cinco, diez millones? No hay límite. ¿Y cómo que vienen a realizar los trabajos que los españoles no quieren? Algunos, es cierto. Pero de la mayoría, ¿cuál es su preparación para acceder a puestos de trabajo de un mínimo requerimiento o especialización? ¿Cómo se conjuga eso con la falta de trabajadores en agricultura o construcción, por ejemplo?
	Si ustedes siguen atentamente la prensa, verán que empiezan  a menudear advertencias para que en los colegios se eviten menús que puedan ofender a los musulmanes o, incluso, que los alumnos no lleven de casa bocadillos que contengan esos productos. Esos «miramientos» o concesiones -a veces, reclamados con vehemencia o legalmente- comienzan a proliferar en  otros ámbitos. Pero si tienen esto como cosa menor, piensen que la convivencia con los inmigrantes se ha vuelto explícitamente difícil en muchos pueblos de Cataluña y que hasta un destacado miembro del PP, reiteradamente aclamado por los votantes, exige medidas para una inmigración ordenada. Y, desde luego, en nada ayudan las noticias de que inmigrantes con orden de expulsión delinquen reiteradamente, pasan por el juez y vuelven a la calle.                                                                                             
Todo esto a muchos puede sonarles a exageración o a conservadurismo. Les hago una invitación: consideren esto desde otro punto de vista, el del voto y el poder. ¿Quién va a gobernar en muchos ayuntamientos, comunidades y, acaso, en España? Pues los partidos que están creciendo, y mucho, a base, sustancialmente, de denunciar la inmigración y sus daños. De modo que, aunque este sea un problema menor o exagerado en su valoración, objetivamente no lo es para un número creciente de españoles. De modo y manera que deberían ustedes reflexionar sobre ello. A no ser que anden  en el juego político de que, si crece el “inaceptable” B, disminuye el “rival” A.
En todo caso, y mientras tanto, muchos de nuestros mejores jóvenes emigran en busca de mejores trabajos y oportunidades.
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