Homenaje y reconocimiento (escritores en América)

Entre la llacuada de lecturas atrasada que el verano me permite realizar, he leído Más collaboraciones n`asturianu na revista Asturias de Buenos Aires, publicado por la Academia. En ella se recogen textos que van de 1918 a 2005, preferentemente poesía, pero también prosa e, incluso, la partitura y letra de La paxarina, de Juan Martínez Abades.

La mayoría de las producciones son textos que se publicaron, en su día, aquí y allí, o que, seleccionados oportunamente, se volvían a reiterar años después de compuestos. En cuanto a su cualidad y lenguaje literario, presentan las mismas características que la literatura hecha en el país: algunas prosas reservan el asturiano sólo para los diálogos de los inferiores socialmente (conforme al mandato que en la posguerra emitiera el IDEA), predominan las visiones humorísticas y costumbristas, la sentimentalidad se encarna predominantemente en un topos arcádico nunca existente... Con todo ello, descuellan algunos escritores-escritores, así Marcos del Torniello (el autor, como ustedes saben, de la letra del Soi de Verdiciu) o el magnífico Adeflor, un costumbrista que es único en la captación de los tipos populares y su lengua (sigue su estela, hoy, por cierto, Montserrat Garnacho), y en el desarrollo y la solución de las escenas en que construye esos tipos.

Esa presencia de la literatura asturiana (esto es, en lengua asturiana) en el exilio no se da únicamente en la Argentina. En Litora cantábrica (2004) he señalado y analizado el mismo tipo de escritura en Uruguay, México y Cuba.

He dicho arriba que predominan entre estos escritores los que crean en la patria asturiana y publican allí, pero es notable también el número de exiliados que lo hacen directamente en el continente americano, como Ángel Rabanal, Antonio Martínez Cuétara o Enrique Pérez Álvarez. Algunos son personas que nacen al otro lado de la océana mar o que pasan en aquel lado la mayor parte de su vida, como el citado Pérez Álvarez, Aureliano Barredo Gutiérrez o el notable Xiquín de Villaviciosa. Incluso, el teatro asturiano moderno ve allí la luz —en Cuba, en concreto, a través de Nolón—, antes que aquí se ponga de moda el Teatro de la Naturaleza y lo que luego será la Compañía Asturiana. En 1989, por otro lado, Francisco Capalleja estrena en Buenos Aires una zarzuela, La foguera de Ventanielles.

Lo que significa todo esto es bien claro: una ciudadanía que, desde la emigración o el exilio, requiere —a lo largo de bastante más de un siglo— la presencia de sus señas de identidad a través de la llingua; unas instituciones, las periodísticas o asociativas, dispuestas a permitir o alentar (en más o en menos, en calidad identitaria débil o fuerte, que es esa otra cuestión), esa existencia; unos escritores que, pese a que su actividad es mirada con menosprecio o tolerada con displicencia por la mayoría de la sociedad asturiana (especialmente por quienes, desde una banda u otra, la enseñorean desde el poder social o político), se empeñan en el enfotu de testimoniar su emoción en su lengua y mantener vivo el tremolar de su bandera, para así, entre otras cosas, comunicarse con la Asturies transterrada.

A todos ellos, idealistas contra cualquier esperanza razonable, empedernidos contra el fracaso o el rechazo, patriotas a veces contra la evidencia, nuestro reconocimiento y nuestro homenaje.

Ellos representaron y representan la continuidad de una parte importantísima de la patria y del sentimiento de la misma.


Esti artículu asoleyóse na Nueva España del 11/07/09

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy pertinente reivindicación de esa literatura asturiana en América, no sólo publicada en las revistas de los Centros Asturianos.
Una mínima matización: A. Martínez Cuétara creo que emigró a México varios lustros antes de la guerra. Por tanto, no me parece haya sido un exiliado. Pero sí fue republicano, en concreto, miembro del comité ejecutivo de Acción Republicana, según consta en algún número del periódico mexicano del mismo nombre alrededor del año 1933.
Un cordial saludo. A. F. Insuela