Xuan Xosé Sánchez Vicente: asturianista, profesor, político, escritor, poeta y ensayista. Articulista en la prensa asturiana, y tertuliano en los coloquios más democráticos. Biógrafo no autorizado de Abrilgüeyu
De xueces y urinarios
(En La Nueva España del 30/05/2021)
DE JUECES Y URINARIOS
Oigo, patria, tu aflicción y escucho el triste concierto que forman en desconcierto Gobierno y oposición.
Estarán ustedes tan ablucaos como yo, tan preocupados, tan espantados. El sistema judicial (jueces, principalmente, y fiscalía) se ha convertido en campo de Agramante donde combate el sectarismo político. Los nombramientos de fiscales, en el Tribunal Constitucional y, particularmente, en el Consejo General del Poder Judicial están en discusión y sospecha permanente. En lo relativo a este último organismo, desde el Gobierno y la oposición se ha venido luchando por designar cargos afines y por impedir que la otra parte los nombre, con el resultado de que lleva en funciones hace dos años y medio, y, ahora, con funcionamiento limitado .
El Gobierno sacó adelante una legislación que impedía que el CGPJ siguiese realizando nombramientos dentro de la carrera judicial mientras no se renovase, pero hubo de dar marcha atrás en una iniciativa legislativa para que en el futuro los miembros de esa institución pudiesen elegirse sin la mayoría cualificada hasta hoy requerida.
En cualquier caso, el escándalo ante esta propuesta fue mayúsculo. Más de 2.500 jueces de tres asociaciones judiciales denunciaron ante la UE el peligro de “la violación grave del Estado de Derecho en España”. Fue ante esa denuncia y la inquisición posterior de Europa por lo que el todavía Gobierno apostólico de Pedro y Pablo retiró la propuesta. Con todo, un amplio número de vocales del CGPJ (ocho frente a trece) entiende que la nueva legislación que les impide realizar nombramientos estando en funciones es inconstitucional e intentó acudir frente a ello al TC, mas su propuesta no prosperó.
De vergüenza y de espanto. De controlar de alguna manera la justicia, de eso se trata.
En otro orden de cosas, yo no sé si ustedes llevan en cuenta los disparates en que, a propósito de las normas contra la pandemia, incurren a veces los prescriptores y cómo nos castigan con ellas. Recuerden, por ejemplo, la prohibición —vigente casi dos meses al principio de la pandemia— de que en un coche pudiesen viajar juntas dos personas que por la noche podían intercambiar sus fluidos libremente, una pareja, en otros términos. Y ya saben, desde el 30/03/2021 tenemos que llevar mascarilla en todas partes, perayures, aunque exista distancia interpersonal, aunque estemos solos en el monte, en el yermo o en el Sáhara. ¡Fantástico!
Pero no quiero hablarles de eso, sino de otra norma que perdura, la de los urinarios públicos. ¿Cuál es la razón de que tengan que estar inutilizados uno de cada dos o de cada tres? ¿Es que acaso, en la micción, se salpica al de al lado? ¿Es que, cerca uno de otro, los evacuantes se van a quitar la mascarilla y cantar aquello de “¡Hola, don Pepito! ¡Hola, don José!”? ¿Qué riesgo existe? Y no digamos ya nada de los evacuatorios con puerta, de esos donde, como ponía en algunos bares castellanos, se hacen “aguas mayores”. ¿Es que es saltan los virus las paredes de uno a otro lado o atraviesan las puertas? ¿Acaso es mejor que en un establecimiento con dos retretes esté uno cerrado para evitar contagios (¿) y tengan que ir todos los usuarios al mismo, sin pausa ni tregua? ¿Preserva eso más la salud, no digo ya el olfato o los apuros?
¿Y qué me dicen de las colas habituales a la puerta de los servicios femeninos con parte de los evacuatorios (de “aguas mayores” todos, ninguno miccionario de pie) clausurados, colas causadas por los mayores impedimentos de vestimenta de las féminas?
¿Tiene todo ello algún sentido, salvo el de saber quién manda? ¿Beneficia a alguien? Bien podríamos aquí, al modo de arriba, empezar, con permiso de don Bernardo López García, un “Oigo, patria, tu micción…”
NB. El titular no tiene sentido de implicación ni de conjunción, es, simplemente, una yuxtaposición. Honni soit qui mal y pense.
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