Como una mazanina agurriada

(Ayer, en La Nueva España) L’APRECEDERU LA MALA SUERTE Y LA MALA LEY Sigo la historia de Maisa da Rocha. Con horror, con empatía. 6 de octubre. Una niña de quin años pretende jugar en un parque ovetense con un rapacín. La abuela del rapacín, alterada, denuncia que lo quiso secuestrar. Domingo 8: por las señas que da la abuela, a quien detienen es a Maisa la Rocha. La abuela la identifica “sin ningún género de dudas”. Ella jura y perjura que no estuvo allí. Es igual: detención, juzgado y cárcel. Martes 10. Aparece con su madre la joven que había estado con el niño, con quien solo quería jugar. Testimonia que era ella la que había tenido el contacto. Miércoles 11. A Maisa da Rocha la ponen en libertad. ¿En libertad?: "Pasé mucho miedo en la cárcel, perdí el trabajo, me señalan por la calle como una delincuente y en el colegio se meten con mi hermana de 11 años. Mi foto ha corrido por los grupos de whatsapp para advertir a las madres de que tuviesen cuidado conmigo, y aquí nadie pide ni disculpas". ¿Y qué hubiese ocurrido de no ser una valiente la joven de quince años, que se decidió a contarle su historia a su madre? ¿Y qué de haber preferido la madre “no meterse en líos”? Piénsenlo. Y cómo no señalar que este mismo mes una joven que había denunciado a su padre de violaciones continuas en su infancia ha confesado que lo había inventado porque lo odiaba. La rapaza había anteriormente acusado a su hermano mayor, acusación desestimada en su día por los tribunales. ¿O qué decir del juicio de El Musel? Veinte personas. Ocho años perseguidos por la justicia. Con insistente acusación de la fiscalía a pesar de las evidencias del Tribunal de Cuentas. ¡Ocho años! Cervantes, La ilustre fregona: “La Justicia, cuando de repente y de tropel se entra en una casa, sobresalta y atemoriza hasta las conciencias no culpadas”.

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