(Trescribo, como davezu, los primeros párrafos)
Que tan vaina
Los retrasos, incumplimientos y fallos que subyacen en las sanciones de la Unión Europea a España en materia de saneamiento
Xuan Xosé Sánchez Vicente 25.08.2018 | 00:45
A propósito de las sanciones de la UE a España en materia de saneamiento, LA NUEVA ESPAÑA ha proporcionado una información exhaustiva de los retrasos, incumplimientos y fallos en esa materia en Asturies. No hay prácticamente concejo asturiano donde la red de saneamiento y la depuración esté terminada y funcionando según los estándares requeridos por la UE. En determinados casos no es mucho lo que falta por concluir, en otros mucho. En algunos lugares lo que funciona ha de mejorarse para cumplir con la norma.
Uno no ignora que las actuaciones en materia de saneamiento y depuración son complicadas además de costosas, requieren expropiaciones y se encuentran bastantes veces con la resistencia vecinal, que provoca pleitos y, por tanto, dilaciones. Pero, con todo, los retrasos o la inacción son en muchos casos escandalosos. Valga el ejemplo del saneamiento de Xixón: en 1991 los señores Areces, Silva y Borrell firmaron un acuerdo para terminarlo en seis años. Más de veinte años después, la mitad de la ciudad vierte directamente sus aguas residuales al Cantábrico; la zona oeste dispone de depuradora, pero el tratamiento de las aguas que hace es inadecuado.
Por esas irregularidades y por las del resto de España, la Unión Europea nos ha multado con 12 millones de euros, cantidad que se irá incrementando cada semestre con 11 millones de euros. Y otra multa, además, por incumplimientos en aglomeraciones urbanas de entre 2.000 y 15.000 habitantes, asoma ya el focicu por el horizonte.
Lo cierto es que esas sanciones de la UE son muy discutibles y de dudosa eficacia para hacer cumplir con los objetivos de saneamiento en los plazos prescritos. En primer lugar, porque quien es sancionado no es "el Estado" o los políticos o funcionarios responsables, sino nosotros, cada uno de los ciudadanos. En segundo lugar, porque ahí sí que tiene razón doña Carmen Calvo: "el dinero público no es de nadie", es decir, nadie percibe que ese dinero es una parte de su trabajo que le sustraen por una mala gestión. Como los políticos lo saben, destinan el dinero a actuaciones, dispendios o agasajos que les dan más votos.
Además, estamos acostumbrados a que el dinero se vaya "pela pernera'l pravianu" sin percibir el atraco a nuestro bolsillo: el metrotrén paralizado; la regasificadora que no tenía demanda y por la que estamos pagando, sin utilizarla, a la compañía propietaria; el almacenamiento de desechos nucleares en Francia por no ser capaces de construir aquí un depósito para ello, etc. Ni estos ni otros muchos ejemplos de despilfarro de nuestro dinero provocan apenas reacciones en la opinión pública.
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