L’APRECEDERU
A IMAGEN
Y SEMEJANZA
Una
historia desgraciada. Verónica, una trabajadora de la empresa IVECO, en Madrid.
Casada, con dos hijos de corta edad. Hacía cinco años había estado ligada con
un hombre distinto a su marido, que recientemente había tratado de acceder a
ella otra vez. A esa antigua relación le había enviado en aquella época un
vídeo en que ella se exhibía en juegos sexuales. De su mano o de otra, las
imágenes se han puesto en circulación por las redes y por ellas han circulado.
Permítaseme
reflexionar, ante todo, por el origen, ese nuevo tabú sobre el sexo que llamo
yo su “sacralidad”, esa valoración del mismo que obliga a una persona a violentar
su intimidad y su pudor, a exhibirse y entregarse, si quiere ser aceptada o
vista como “normal”.
Poco
hay que decir de quien inicia ahora la difusión del vídeo o permite que se
difunda, de su mezquindad, de su maldad, de su enfermedad acaso. De cualquier
modo, la ley se encargará de él, aunque nunca de forma suficiente, vistas las
consecuencias.
Pero
sí quiero llamar la atención sobre los cocausantes del suicidio de Verónica:
quienes propagaron el vídeo por internet, la mayoría, sus propios compañeros (y
compañeras); quienes de estos corrieron la voz y, especialmente, aquellos que,
no satisfechos con ello, se acercaban a la zona donde ella trabajaba para
comprobar de visu que, efectivamente, era aquella mujer la protagonista.
Parece
difícil sumar tanta inconsciencia, tanta maldad, tanta maledicencia, tanta
miseria moral… ¿O no es tan difícil? ¿O es, simplemente, como somos?
El
Papa Francisco, que se dedica a tantes caxigalines, debería buscar, en beneficio
de la imagen del supuesto patrón, el pretexto para matizar el texto bíblico que
afirma que el hombre ha sido hecho a imagen y semejanza de Dios. Suponer un
error de transcripción, una imprecisión; o que se ha perdido una reticencia que
a continuación venía: “Ma non troppo”.
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