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¿Entienden dalgunos periodistes la ironía?

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Semeya d'EFE


Siento pela radio qu'hai entendimientu, más o menos, ente Rosell y Podemos, dempués d'una entrevista con Pablo Iglesias. Dame un surtíu y pienso que nun pue ser. Dempués abro Expansión: vien decir lo mismo: 

"CEOE constata "diferencias solventables" con Podemos"
 Y añade: 
   
Rosell desea una norma laboral que "por arte de magia o sin magia" pueda crear "sólo contratos indefinidos y estables para todos".
 Agora miren pa lo que diz Rosell, ye una coña total y absoluta. ¿Qué ye que nun entienden la ironía?



El presidente de la patronal CEOE, Joan Rosell, ha constatado este lunes "diferencias solventables" y también "puntos coincidentes" con las propuestas económicas de Podemos, con cuyo secretario general, Pablo Iglesias, se ha reunido durante más de una hora, y ha abogado por mantener "vías de diálogo" abiertas de cara al futuro.
En declaraciones a los medios tras su primer contacto dentro de la ronda de reuniones con partidos políticos antes de las elecciones del 20 de diciembre, el líder de los empresarios ha explicado que en su conversación con Iglesias ha detectado diferencias pero también "puntos coincidentes", sin querer entrar a explicitar sobre qué asuntos concretos nos están de acuerdo.
Y es que ambos dirigentes han "hablado largo y tendido" sobre la actualidad política y económica pero también sobre la reforma laboral, la energía o los impuestos, y han coincidido en asuntos "de sentido común", como por ejemplo su deseo de que "los salarios en España fueran como los alemanes" o en que el PIB crezca aún más, procurando entre otras cosas una reducción de la economía sumergida.

Mercado laboral

Sin embargo, el ámbito del mercado laboral es uno de los principales puntos de desencuentro entre ambas organizaciones. En este sentido, Rosell ha recordado que España lleva casi 40 cambios normativos en los últimos años. "Ojalá entre todos pudiéramos conseguir una legislación que, por arte de magia o sin magia, pudiera crear sólo contratos indefinidos y estables para todos. El que lo proponga y después se ejecute y sea para siempre, que venga y que lo haga", ha retado.
En cualquier caso, el dirigente empresarial insiste en que la CEOE y Podemos tienen "muchas cosas" que decirse por lo que "es bueno establecer vías de diálogo concretas, puntuales e imprescindibles de cara al futuro".
"Hay diferencia de opiniones pero todas son solventables. Encima de la mesa lo que debemos poner entre todos son propuestas porque lo que queremos es que el país funcione, que vaya para adelante, que crezca y que haya creación de empleo", ha concluido Rosell, que ha asistido a la reunión acompañado por su homólogo en Cepyme, Antonio Garamendi.
Horas más tarde, en rueda de prensa, Pablo Iglesias ha destacado el "tono cordial y de sentido común" de la reunión con los empresarios, en quienes percibe una "mejor predisposición al diálogo" en asuntos como la cuestión catalana o el "compromiso con la negociación colectiva" que en el propio Gobierno.
"Evidentemente hay muchos elementos que nos diferencian, como las reformas laborales o la manera en que entendemos la competitividad. Ha habido evidentemente diferencias pero valoramos muy positivamente el tono de la conversación. Y he visto a la CEOE con una actitud más dialogante que la del Gobierno en determinadas cuestiones", ha insistido el líder morado.

LA ESTÉTICA DE LA AMORALIDAD

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En el estado absoluto de naturaleza o en mítica Edad de Oro de los poetas no existen los actos morales. El hombre no posee otras opciones de actuación que las que le son dadas o le son posibles. Pero en cuanto el hombre se constituye en sociedad política comienza a verse obligado a tomar decisiones entre alternativas, decisiones que entrañan consecuencias para él o para los demás. Y a medida que la sociedad es más compleja y que el individuo dispone de más opciones y de más conocimientos, el ámbito de lo moral se ensancha como un universo en expansión. De modo que nuestros actos, nuestros juicios o nuestros silencios son siempre morales o deberían serlo. Sin embargo, muchos de nuestros contemporáneos se han instalado en lo amoral, en la ausencia de juicio o en el juicio solo aparente, en un metajuicio que evita el juicio, y, por tanto, el acto moral, el cual entraña responsabilidad y es un rasgo de nuestro proceso de no-naturaleza, de humanización.

Un ejemplo. Comparece el señor Juan Rosell, presidente de la CEOE, y enuncia las acciones que debería realizar de forma inmediata el Gobierno en materia fiscal, acciones que se sustancian en la bajada de impuestos a los ciudadanos y las empresas, eliminar definitivamente los de patrimonio y sociedades y no subir el IVA. Y a continuación comenta: «bueno, esto es lo que a nosotros nos parece oportuno, otra cosa es lo que el Gobierno pueda hacer, porque desde el Gobierno pueden verse las cosas de otra manera». Esto es, la patronal sabe de sobra que si se bajan los impuestos y no se recauda más, hay que ir a más deuda, reducir las pensiones, invertir menos, etc. Es decir, que lo que ellos proponen solo podrá hacerse en ciertas circunstancias. He ahí una forma de amoralidad: se habla a sabor sabiendo que lo que se dice es imposible (de momento, al menos) o que sus consecuencias son deletéreas; pero no importa, se queda bien, se enuncia un precioso desiderátum y después… Después la culpa es de la maldita realidad, o del Gobierno, que ya se sabe que «cuando llueve y fai aire tola culpa ye de l’alcaldre; cuando llueve y fai sol, tola culpa del gobernador». Y eso la CEOE y su presidente, que se supondrían un poco más responsables o serios. ¡Pero queda uno tan bien!

Donde ha habido una auténtica ciclogénesis explosiva de amoralidad ha sido recientemente a propósito de la inmigración, con motivo de los muertos de Ceuta. Dejo a un lado las miserables víctimas y lo que hubo de explotación partidista de la desgracia y me centro en las cuestiones relativas a la entrada de inmigrantes sin control en nuestra tierra. La mayoría de los partidos y de los comunicadores han montado un festival de lamentos sobre la frontera y las prohibiciones de entrada apelando a los derechos humanos, la miseria de África, la explotación de ese continente, la Europa rica; pidiendo, de forma explícita o implícita, la supresión de controles (o los controles sin controles) y la emigración sin límites de la paupérrima África a la rica y egoísta Europa. A cada uno de quienes opinan así podría preguntársele, empleando el mismo discurso demagógico: ¿y usted a cuántos está dispuesto a acoger en su casa? No lo hagamos. Limitémonos a escucharlos: ¿Cuántos dicen que pueden venir? ¿30.000? ¿300.000? ¿30.000.000? Habrá que darles, suponemos, casa, alimentos, sanidad. ¿O vagarán por las calles sin nada? ¿Cuáles serían los efectos de toda esa gente sobre el paro y sobre los salarios de los trabajadores? ¿Cuál el monto del déficit y la deuda, cuál la subida de impuestos? Escuchémoslos: ni una palabra. He ahí un ejemplo perfecto del pensamiento amoral: se enuncia una proposición, se formula un mandato, se exige una actuación. Pero de las consecuencias de ello nada se quiere saber, es más, se rechaza siquiera discutirlas en nombre de los principios. He ahí un ejemplo perfecto de pensamiento amoral. Eso sí, suena muy agradable, luce mucho socialmente.

Una de las manifestaciones ubicuas en lo contemporáneo de esa conducta amoral es la permanente invocación al diálogo que realizan opinadores, políticos, personalidades religiosas…, porque la palabra «diálogo» se ha convertido en una de las palabras sacras y vacías del mundo moderno. ¿Son recomendables el diálogo, el acuerdo, la tolerancia? Sí. ¿Lo son siempre? No. Si alguien pretende asesinar a otro o robarle lo suyo, por ejemplo, ¿qué diálogo cabe? ¿Qué lo asesine solo un poco, que le robe únicamente un tanto? El diálogo con los tiranos con crímenes a sus espaldas, por ejemplo, es imposible. Pero no por razones morales, sino por razones prácticas: él no se rendirá puesto que no le esperan más que la muerte o la ruina. Por tanto, sufrirán sus víctimas o ganará él.

Recordemos solo dos ejemplos notorios de «diálogo» trágico. El primero, el de las potencias democráticas con Hitler. Visualicemos el triunfal regreso de Chamberlain de Munich y su tragicómico «peace in our time» para subrayar las virtudes del diálogo. El segundo, el de Ernest Lluch, el soñador socialista, desgañitándose pidiendo diálogo con ETA y su mundo a fin de solucionar el conflicto vasco, para terminar siendo él una más de las hostias que la banda puso sobre la mesa sacrificial para conseguir el diálogo que ellos querían.

No, la palabra «diálogo» no es muchas veces más que una escusa para mantenerse equidistante de víctimas y verdugos, para no responsabilizarse de los juicios propios, para evitar caer mal a alguien; para investirse, en todo caso, de esa túnica sagrada de lo simpático y correcto que, siendo estéticamente exitosa, representa una actuación radicalmente amoral.