Cultura o barbarie


Cultura o barbarie. Pero no como una alternativa entre dos entes, sino -al igual que en el «La destrucción o el amor», de Aleixandre- como una opción para denominar una misma realidad. En Asturies. Para la mayoría de nuestros gobernantes y gobiernos.

Empecemos por el más inocente, tal vez, e inmediato, la profanación de la cabecera de San Tirso, espetando en ella señales: Ayuntamiento de Uviéu. La situación de la iglesia de Santullano, joya de nuestro arte asturiano, con una entorno poco cuidado y una autopista, al lado, como agresión permanente (de Santullano y su entorno podríamos hacer una larga lista de promesas incumplidas. Sea suficiente con recordar hoy que en 1997 -¡hace ya 14 años!- el Parlamentu asturianu aprobó una propuesta nuestra destinada a variar la autopista y dulcificar su entorno. Del «si te vi no me acuerdo»: Ayuntamientu d'Uviéu, Gobiernu, Gobierno de Madrid y sucesivos ministros de Fomento).

Pero Santullano no es, a fin de cuentas, más que una perla de una diadema cuajada de gemas. Probablemente ningún territorio del mundo tiene la gloria de poseer un arte tan original y bello producido en tan pocas décadas; realizado en un territorio que no era un imperio, sino poco más de 10.000 kilómetros cuadrados; que no poseía más riquezas que su voluntad de resistir y ser. Un arte, el asturiano, que va unido a la época gloriosa en que no solo se detiene la expansión del islam, sino en que comienza a constituirse -en parte importante gracias a nosotros- la actual Europa política y cultural.

En cualquier territorio del mundo los monumentos de esa época tendrían un carácter casi sacro; su conocimiento y significado por los escolares sería motivo central de la enseñanza; su difusión por el mundo, dechado y orgullo, a la par que atractivo para el turismo. Y, sin embargo, lo que existe es falta de aprecio hacia ellos y su significado; incuria y desidia para su conservación. Remedando a Kavafis podríamos decir: «-¿Por qué esperáis a que lleguen los bárbaros? Están aquí ya, y las sillas curules en las que se sientan y desde las que desprecian vuestras riquezas y las deshonran las sustentáis sobre vuestras espaldas y con vuestros impuestos».

O el mundo al revés. A comuña con algún arqueólogo, el Ayuntamiento de Xixón y el Gobiernu permiten el menoscabo de piezas arqueológicas durante diez años. A los que descubren el desastre y dan parte de él, don Ángel Villa y doña Elisa Collado, les abren expediente y los persiguen no por otro delito o falta que el señalar que el rey está desnudo, esto es, que la apariencia de preocupación hacia el patrimonio que dicen tener los responsables y gestores de él no es más que «flatus vocis» y trampantojo: Ayuntamientu de Xixón y Gobiernu.

Nada escapa a su incuria, nadie se libra de menosprecio si lleva encima la etiqueta de «asturiano», ni siquiera lo que los Evangelios denominarían «los pequeñuelos». He aquí que, en los Presupuestos que con el Gobierno Marqués pactamos en el 96, introdujimos en la partida de Cultura una cantidad de dinero destinado a la Federación de Bolos. Para implementar así la aportación que recibía como federación de deportes, a fin de destacar su carácter específico y único de «deporte nacional»; con el objetivo de ayudar a promocionarlo en las escuelas como tal; para ayudar a recuperar su vitalidad, ya que su presencia no goza de la imagen que tienen otros deportes de ámbito geográfico más extenso o general. Naturalmente, el Gobiernu socialista corrió a eliminar esos específicos configuración presupuestaria y concepto cultural. Y ahora, además, anda empeñado en pelearse con la Federación y en decirle lo que deben ser y no deben ser los bolos. ¡Tan pugnaces con lo nuestro como Jacob con su ángel!

P. S.: Inventé aquí, para los lectores de LA NUEVA ESPAÑA, el sintagma «ad kalendas pesoeras», como calificación de los plazos reales que pone en práctica el PSOE en la acabación de la obra pública asturiana, que, como los amores de la canción, no tienen «horario ni fecha en el calendario». Esta semana pasada, don Javier Fernández ha afirmado, sobre la conclusión de las obras de la autovía, «que no se puede señalar una fecha exacta»; y don José Luis R. Zapatero, sobre las mismas y sobre el AVE, que se terminarán «cuanto antes». No porque no piensen acabarlas pronto, no. ¡Qué va! Únicamente por no dejarme mal y no contradecir mi troquelación. ¡Tan buenos rapazos!

Asoleyose en La Nueva España del 24/02/2011



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