La moda de la fobia al coche, la adoración a la bicicleta y el dicho "La ciudad para el hombre"
Xuan Xosé Sánchez Vicente
Hay un montón de gente empeñada en organizarnos la vida. Fundamentalmente con el pretexto de salvarnos. Prescriben cómo han de ser nuestro ocio o nuestra dieta, por ejemplo. Engarzando lo individual con lo colectivo, otros pretenden diseñar nuestra ciudad y dictarnos cómo hemos de desplazarnos por ella, o de qué hemos de librarnos para ser felices o para ser seres humanos plenos.
Si quienes propagan esas ideas tienen la insistencia suficiente, acaban convirtiéndolas en una especie de religión, laica pero obligatoria, que condiciona el discurso público y orienta muchas actuaciones.
La fobia al automóvil es uno de esos tópicos, que lleva adherido a él, como Jano la otra cara, la adoración de la bicicleta. Y, en virtud de ello, esos grupos preconizan ir desplazando el automóvil de la ciudad y sustituirlo por carriles bici. "La ciudad para el hombre", vienen a decir.
No sólo se olvidan de que el automóvil es también para el hombre, para el ocio y para el trabajo, y de que son sus impuestos los que pagan otras políticas, incluidas las carrileras. Olvidan también la evidencia de que, salvo alguna excepción, el uso de los carriles bicis en la ciudad es prácticamente inexistente durante todo el año; y de que algunos constituyen un riesgo para el peatón. Y la realidad de una población envejecida, cuya mayoría no está para hazañas juveniles.
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