Sobre la cooficialidá. Un artículu de Jorge García Monsalve

EN LNE del 30/10/2021 Razonamientos ensin espatuxos nin aspavientos La necesidad de separar la cooficialidad de la crispación política Jorge García Monsalve 30·10·21 | 04:01 0 Observando, desde la distancia, la controversia surgida por la propuesta de reforma del Estatuto y la consiguiente oficialidad del asturiano, me ha venido a la cabeza mi primera experiencia como estudiante de esa lengua. A mediados de la década de los ochenta del pasado siglo, nuestro profesor de Literatura, el ya fallecido Xosé Bolado, montó, al margen de la oferta académica del centro y fuera del horario lectivo oficial, unas clases semanales de lengua asturiana; y fue aquel excelente docente y notable poeta el que, a horas intempestivas y de forma “semiclandestina”, nos inculcó a los pocos alumnos del instituto público de La Calzada que asistíamos a sus clases, sino el amor, sí, al menos, el respeto por nuestra lengua autóctona. Así, tras las clases sobre el Surrealismo, la Generación del 27 o el teatro de Buero Vallejo, el profesor Bolado nos enseñaba en horario “nocturno” los rudimentos de aquella otra lengua. Lo cierto es que ha corrido mucha agua bajo el puente y, en estos cuarenta años, los sucesivos gobiernos asturianos, sus ayuntamientos, instituciones como la misma Universidad de Oviedo junto con la propia sociedad civil, han llevado a cabo un loable esfuerzo para desarrollar y potenciar el uso y protección del asturiano. Por ello, somos muchos los que creemos que es el momento de dar un paso más; y este paso no puede ser otro que la cooficialidad del asturiano. Y, llegados a este punto, creo obligado hacer una aclaración. Entiendo el asturiano y leo habitualmente la obra de los “clásicos” de la literatura en esa lengua (Antón García, Esther Prieto, Xuan Bello o Esther García); pero no soy nacionalista, no pretendo utilizar la lengua como arma política arrojadiza y no tengo relación directa con los distintos colectivos de asturiano hablantes, más allá de haber nacido en la Cuenca del Caudal y tener mis ancestros familiares en lo más recóndito del valle de Cenera. Por ello, me causa cierto estupor ese intento pueril de la derecha por hacer creer a la sociedad asturiana que la defensa del asturiano es cosa de radicales y que su cooficialidad abre la puerta a un nacionalismo de extrema izquierda que no va a cejar en el empeño de imponernos el uso de la lengua, en una suerte de remedo de lo que ellos entienden que está ocurriendo en Cataluña. Sin embargo, la defensa a ultranza de las otras lenguas minoritarias distintas al castellano en nuestro país ha venido, en la mayoría de las ocasiones, de la mano del conservadurismo político y, si me apuran, del más furibundo reaccionarismo. Y así, todos esos esforzados servidores públicos de nuestra derecha patria, deberían leer las soberbias memorias del escritor catalán Josep Maria de Sagarra para saber que aquel movimiento político y cultural de renacimiento de la lengua catalana que supuso la “Renaixença” fue obra de los sectores más conservadores de la sociedad catalana; que los más y mejores “euskaldunes” fueron los carlistas del País Vasco y Navarra, en connivencia con el clero más retrógrado del lugar; y, en fin, que uno de los más grandes poetas en lengua asturiana, Xuan María Acebal, fue un ferviente católico que militó en el más rancio tradicionalismo, hasta el punto de exiliarse en Francia tras la última guerra carlista. Hagamos, pues, un esfuerzo común por desbrozar el camino hacia la normalización lingüística, limpiándolo de toda esa hojarasca política y mediática que tanta crispación crea en una sociedad tan plural y diversa como la asturiana. Solo así podremos entender que la lengua asturiana es un patrimonio más de nuestra comunidad, que todos tenemos el derecho de conocer y utilizar y la obligación de proteger. Y esa máxima protección solo puede alcanzarse, en nuestro marco constitucional, a través de una decisión política como es la incorporación de su cooficialidad a la norma institucional básica de la comunidad autónoma: el Estatuto de Autonomía. Hagámoslo; y, sobre todo, hagámoslo sin aspavientos.

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