Xuan Xosé Sánchez Vicente: asturianista, profesor, político, escritor, poeta y ensayista. Articulista en la prensa asturiana, y tertuliano en los coloquios más democráticos. Biógrafo no autorizado de Abrilgüeyu
Sobre la oficialidá: un artículu de don Antonio Trevín
Artículu de don Antonio Trevín, ayer, en La Nueva España, a favor de la oficialidá, y el mio comentariu ayer nel so facebook (al final d'esti ensiertu):
Lo asturiano, oficial y en Netflix y HBO
Por qué y para qué defiendo que salga adelante la cooficialidad de la llingua
31·10·21 | 04:00
La familia y la escuela me convencieron de que la lengua asturiana tiene que ser oficial. El asturiano del centro y del oriente. Y el eo-naviego.
Aunque de mi francés del bachillerato nunca me atreveré a presumir y del inglés tampoco, aquí donde me ven, uno fue bilingüe. En casa hablábamos como la gente de los Oscos, en gallego-asturiano o fala. Y en la escuela y la calle, castellano.
Mi abuela Amelia vivía con nosotros y nunca dominó el castellano. Lo entendía mal y de hablarlo, nada. Mi padre, de A Ponte Nova; mi madre y mis abuelos santalleses, compartían área lingüística común. Se entendían en sus lenguas maternas sin problema y para que mi abuela no quedara arrinconada, todos hablábamos como ella.
Los concursos de traslado del magisterio español me convirtieron en nómada. De Oviedo a Candás. De Candás a Llanes. De Llanes a Oviedo. Y vuelta a empezar. Entre tanta ida y venida perdí la facilidad para la “fala”. Necesito visitas de varios días a Santa Eulalia de Oscos para recuperar fluidez.
En la escuela descubrí que los niños asturianos, en los años setenta, se expresaban mayoritariamente así. Cuando en los noventa volví a dar clase, comprobé que eran muchos menos los que lo hacían. Y compañeros, que siguen en activo, me indican que en el centro y oriente de asturias muy pocos lo hablan ya. El asturiano en estas dos circunscripciones está en peligro real de extinción. Más que el lobo.
La oficialidad, para mí, es cuestión de derechos. El de mi abuela a utilizar, en cualquier ocasión, la única lengua que hablaba. Y el de quienes pretenden preservarla dado su inexorable declive. El artículo 3, punto 3, de nuestra Constitución es meridianamente claro: “La riqueza de las distintas modalidades lingüísticas de España es un patrimonio cultural que será objeto de especial respeto y protección”.
Me resulta llamativo el contraste en el tratamiento del asturiano y el gallego. En la calle o en los despachos oficiales. Visito Galicia con asiduidad, tengo allí tíos y primos. Progresistas unos y conservadores otros. Todos defienden el gallego. Empezó Fraga, al final del franquismo, admitiendo intervenciones en dicha lengua durante el desarrollo de actos públicos. La democracia conllevó una explosión, lingüística y literaria, en dicha comunidad. Tengo primos que me “chinchan” habitualmente, con textos y autores en gallego, por WhatsApp. Y desde que Netflix ofrece series basadas en obras de algunos de ellos no hay quien les tosa.
Contraataco con Antón de Marirreguera o Xuan Bello, e incluso con Xosefa Jovellanos, Fernán Coronas, el padre Galo, Ángel de la Moria, Xuan Xosé Sánchez Vicente, Berta Piñán o Maxi Rodríguez. Aspiro a restregarles, algún día, una serie de HBO inspirada en alguna de sus obras.
En Asturias la defensa del asturiano no goza de la misma unanimidad. Discrepo con un buen número de familiares y amigos a este respecto, aunque ello no resta un ápice de calidez a nuestra relación. Lo conseguimos desterrando el tremendismo catastrofista de nuestras argumentaciones; condenando la utilización de nuestra lengua por parte del activismo nacionalista; abominando de cualquier imposición lingüística; renegando de quienes señalan públicamente para intimidar a diputados que la defienden, y sonrojándonos ante el mercadeo fiscal que algunos exhiben en la Junta General antes de apoyarla.
Como maestro, me preocupa la formación del profesorado que imparte lengua y cultura asturiana en escuelas e institutos. Nuestra Universidad debería hacer un especial esfuerzo en la formación del profesorado, preparándolo para adaptarse adecuadamente a la diversidad de situaciones lingüísticas que tendrá que afrontar. No es lo mismo impartir esta materia en Cudillero que en Llanes. O en los Oscos que en Navia, por lo que a la fala se refiere. El alumno tiene que recibir sus clases en un lenguaje semejante a su lengua materna. Ello contribuirá a un mayor respeto y valoración social de la asignatura.
Lo consiguió Roberto González Quevedo en el Instituto Pando con sus clases de lengua y cultura asturiana. Y también Nacho Fonseca con su primer disco “Seliquín”, y su coro de niños Xentiquina, en las escuelas de Porrúa y Lieres. “Yo que yera’l más gallu /de la quintana/ toi yá que nun m’aguanto de la medrana” (de “Una de mieu”).
El asturiano merece un respeto. No debemos consentir algunas de las expresiones carpetovetónicas y hasta casposas que se vierten sobre nuestra lengua, tratando de ridiculizarla. Independientemente de la postura personal que cada uno tenga respecto a la oficialidad.
Tengo la convicción de que en el uso diario camina hacia su desaparición si no lo remediamos. La televisión aceleró, en su momento, dicha tendencia. Los nuevos artilugios electrónicos con los que nuestros niños se comunican, informan y juegan continuamente pueden darle la puntilla definitiva. Y nuestro deber y obligación es conservarla. Como escribió Rosa Montero: “Una lengua es uno de los mayores logros de la mente humana (…). Asombra todo ese ingenio, esa creatividad, ese esfuerzo invertido por una comunidad durante milenios no solo para crear una herramienta de comunicación eficaz sino también para dar forma a sus sueños y a sus miedos, a su manera de ver el mundo”.
Y renunciar a la visión asturiana del mundo... ¡No con mi complicidad! ¡No con mi indiferencia!
El mio comentariu, ayer, nel so facebook:
Buenos díes, Antonio. Déxame date les gracies pola entrevista y l'artículu de güei en LNE. Por ciertu, el to artículu invítame a recordar un conceptu, el de la "fidelidá llingüística", porque, nesto de los enemigos de la cooficialidá, hai, ente otros -non munchos otros-, dos parámetros: los que'inxamás tuvieren l'asturianu como llingua familiar o prósima, pa los que l'asturianu ye una cosa ayena, más o menos como'l chinu (como si fueren l'alcalde de la Pola); los que teniendo l'asturianu como llingua familiar o prósima refuguen d'ello por motivos de despreciu o de vergoña personal, yá propia, yá enxertada dende la sociedá o la escuela.
Per otru llau, el to artículu tien un valor especial: dempués de que tanta cuitralona del PSOE saliera contra la cooficialidá (y n'últimu términu, y na práctica, digan lo que digan, contra la pervivencia del asturianu o contra'l mesmu), bien ta qu'un exPresidente, exdiputáu, exDelegáu del Gobiernu, exDirector Provincial d'Educación y, non menor, maestru, salga en defensa de la cooficialida, o sea, en la práctica, de la supervivencia del asturianu. Un abrazu.
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