Xuan Xosé Sánchez Vicente: asturianista, profesor, político, escritor, poeta y ensayista. Articulista en la prensa asturiana, y tertuliano en los coloquios más democráticos. Biógrafo no autorizado de Abrilgüeyu
La baja natalidad y el asturiano provocan humoradas
(Ayer, en La Nueva España)
LA BAJA NATALIDAD Y EL ASTURIANO EXCITAN HUMORADAS
La baja productividad reproductiva de los asturianos suscita preocupación y problemas. Así, diariamente aparecen quejas porque se cierran aulas en las escuelas infantiles. Ello provoca manifestaciones de padres y de docentes, que exigen mantener los puestos de trabajo. La preocupación se entiende, ¿pero el sentido de pedir mantener puestos en aulas vacías o reducir aún más el número de alumnos por aula? Lo justificable desde el punto de vista individual no lo es desde el del interés colectivo.
A veces, esa pulsión sindicalista excita auténticas humoradas. Así, los directores de los colegios piden “fomentar decididamente la natalidad”. No muy desemejantemente a lo que relama Vox, que, al tiempo, achaca la baja natalidad “al fomento del feminismo radical”.
El problema que suscitan esas demandas es el cómo. ¿Prohibiendo la venta de anticonceptivos? ¿Saboteándolos? ¿Repartiendo píldoras y vídeos que exciten la lujuria? ¿Tal vez, provocando un gran apagón, como el de Nueva York en 1965, que excitó un espectacular aumento de la natalidad nueve meses después? Que digan.
La baja natalidad, una tendencia general en Occidente, se debe más a una cuestión de mentalidades que a razones económicas. Aquí, en Asturies, la tendencia es mayor porque somos como somos, muy “peculiarinos”.
Que lo somos en muchos ámbitos. En la comunicación, por ejemplo. Antonio Trevín nos cuenta una humorada en la que son actores el arzobispo Gabino y su ecónomo. Se pierden en su ruta para reinaugurar en Llanes una Iglesia. Topan a un lugareño. Le dicen a dónde van, “Los Callejos”. El lugareño duda, hasta que, al fin, cae en la cuenta de la falsificación, “¡Ah, los Caleyos!”.
Esa invención/traducción de los clérigos no se debió a la facultad del don de lenguas del Pentecostés: es, simplemente, un mecanismo social ínsito en el cerebro de muchos asturianos por el cual evitan y “reconducen” (falsifican) automáticamente lo “nefando”, lo asturiano, el asturiano.
Así somos. No nos queremos nada.
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