Xuan Xosé Sánchez Vicente: asturianista, profesor, político, escritor, poeta y ensayista. Articulista en la prensa asturiana, y tertuliano en los coloquios más democráticos. Biógrafo no autorizado de Abrilgüeyu
Palabras bandera, palabras mentira
(Ayer, en La Nueva España)
PALABRAS BANDERA, PALABRAS MENTIRA
Habrán ustedes caído en la cuenta en que, desde hace aproximadamente un par de meses, el señor Sánchez reitera un nuevo sintagma, “la clase media trabajadora”. Nadie sabe lo que significa, pero es fácil intuir por qué y para qué lo usa.
Aclarémonos, no es “la clase media y trabajadora”, como tratan de precisar algunos de quienes transportan su palanquín, sino “la clase media trabajadora”. ¿Es una nueva clase social? ¿Es únicamente la clase media que, además, se afana y no vaguea? ¿Es…? Sabemos, sin embargo, a qué responde la yunción: a una constatación y a una evitación. Don Pedro y sus adláteres constataron que sus propuestas y sus discursos a la “clase trabajadora” dejaban fuera a una gran parte de la población española, que ya no es propiamente “obrera” y que sufre los agobios de la crisis y las limitaciones de los sueldos. De ahí que a la gamella izquierda del yugo haya uncido la derecha de “clase media”. Pero “clase media” por separado constituiría una especie de traición o negación del carácter izquierdista-progresista del PSOE, de ahí que se haya optado por ese nuevo constructo, híbrido sin significante racional pero que pretende tener uno emocional inclusivo, de “clase media trabajadora”.
Un conocido se confundió el otro día al hablar del “debate sobre el estado de la nación” y dijo del “debate electoral”, con uno de esos lapsus que representan un auténtico hallazgo. Pues bien, permítanme señalarles un par de elementos de él que constituyen palabras bandera. El primero es el más obvio: todas las medidas que se han tomado bajo la etiqueta de “medidas contra la inflación” son, en realidad, medidas para aumentar la inflación, todas, impuestos y subvenciones. Otra cosa es que las haya para paliar los efectos de la inflación en determinados grupos.
El segundo es un término utilizado al enunciar y justificar una de las medidas recibidas con alharacas como progresistas por la bancada de la izquierda, la del impuesto a la banca. Recordaba el Presidente que la banca, en el momento álgido de la crisis, había sido “rescatada” con 60.000 millones. Pues bien, no es cierto, en primer lugar porque fueron fundamentalmente las cajas (dirigidas por políticos y sindicalistas) las beneficiarias del rescate, en segundo lugar, porque no fueron los banqueros los salvados de la ruina, sino los depositarios de cuentas, es decir, muchos de nosotros. ¡Ay, amigo, pero la palabra “banca” evoca a los próceres de puro y chistera de Chumy Chúmez! ¿Ven ustedes a dónde apuntaban aquellos “poderes ocultos con intereses oscuros” que fumaban puros en sus despachos de las semanas anteriores? “El que quiera ser dictador haría bien en aprender semántica”, decía Hjelmslev. Bueno, sin llegar a tanto, digamos que “el que quiera triunfar en política y llevar con el capote de su retórica a las masas adonde le interese…”.
(Y permítanme, no puedo evitarlo: es graciosa la contradicción entre aquel infantil reto directo a Putin (“Putin, no vas a ganar”), la presunción de combatir al ruso y la realidad de importar un 3,2% más de gas del país del dictador este semestre).
Y ahora, “palabras mentira”, destinadas a desmentir la realidad, a reafirmar en su fe a sus fieles, a convencer a despistados, a engañar a quien se pueda o se deje. Entrevista con Teresa Ribera en LA NUEVA ESPAÑA, el domingo 10. Únicamente dos frases: "Sería una enorme injusticia histórica que Asturias pierda con la transición energética". ¡Ella, que con su empixe ideológico aceleró el desmantelamiento del sector energético del carbón, con una alta destrucción de empleo y sin alternativa alguna! Y no es que lo diga quien esto firma o la indócil oposición, es que lo dicen, algunos en voz alta, algunos con sordina, expresidentes del Principado, socialistas de todo cuño, sindicalistas habituales apoyos del Gobierno!
Y dos: “Nunca le diría a un ganadero que el lobo importa más que sus ovejas”. ¡ELLA! Ahora que igual es cierto. ¡Puede que no se lo diga, pero que lo haga...!
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