Discursos y declaraciones

(Ayer, en La Nueva España) DISCURSOS Y DECLARACIONES El lector atento, que todos ustedes lo serán, se sorprenderá cada día con declaraciones y discursos eyectados en el ámbito de la política. La sorpresa podrá surgir de variados motivos, la impertinencia de los mismos, lo extravagante, la mentira flagrante que contienen, etc. A modo de muestrario, y para que, en ocasiones, sirvan de necesaria eutrapelia en estos tiempos trufados de preocupaciones y angustia, algunos. Déjenme empezar por lo más inocuo y extravagante. Pertenecen a don Adrián Barbón. Las realiza en una parroquia xixonesa, donde él, junto a don Salvador Illa, se confiesa católico creyente, y afirma: «Si tú eres un buen cristiano, evitarás la corrupción; forma parte de tu forma de concebir el mundo». Se pueden hacer varias consideraciones sobre el axioma, sobre su certidumbre absoluta, acerca del juicio implícito que emite sobre los católicos no cumplidores con él, etc. Pero yo me quedo aquí únicamente con la literalidad y la materia de la afirmación: no es común que un político -y no de derechas- hable de su fe con tal firmeza y publicidad. Mi juicio no es negativo, al contrario, pero sí sorprendido. En esa línea, en otro momento, Barbón defendió los valores cristianos en política para evitar la polarización y la corrupción: «Contra eso hay que luchar y tener fe me ayuda en los momentos más difíciles a no rendirme». «La fe me ayudó en la pandemia a decir ‘rendirnos no es una opción’, que también aplicaba a mí mismo». Y esta caracterización de sí mismo, su repugnancia a la acumulación de riquezas, a la cupiditas, la codicia del dinero: «Me asquea la corrupción, los corruptos y los corruptores. Me repugnan. No lo soporto. Al no sufrir la avaricia del dinero, me cuesta entender a aquellos que la sufren». No es frecuente en política ese desnudarse. Algo vale, y distingue. Otros discursos tienen otro cariz. A mí, sencillamente, me parece inaceptable la declaración de la Conferencia Episcopal -y con el toque a rebato aquí de nuestro arzobispo, y, por decirlo todo, con la excepción pública del arzobispo de Tarragona- pidiendo elecciones anticipadas, hablando de la corrupción del PSOE. Me parece impertinente -en las dos acepciones de la palabra-. No está la Iglesia para hablar de opciones políticas concretas, el juicio al Gobierno y la petición de elecciones anticipadas, que suena a alineamiento con la oposición. Pero, además, es imprudente. Por un lado, ha provocado la reacción del Gobierno, acusando Bolaños a los arzobispos de mantener una «comunión espiritual y política con la extrema derecha». Y, por otro, ha vuelto a excitar recuerdos de la Guerra Civil y la dictadura en las redes sociales, aireándose en estas los apoyos de la Iglesia a la Guerra y al franquismo. Solo falta ahora una segunda vuelta, en que obispos y católicos recuerden las iglesias arrasadas, los cristianos perseguidos y los sacerdotes asesinados. El juego de moda desde Zapatero: la memoria selectiva. Inadecuado, gratuito, imprudente. Y eso que se suponen cabezas tocadas por la gracia de la ilustración y el pensamiento. Los otros dos discursos corresponden al gallu, al presidente del Estado, don Pedro. El primero es simplemente una babayada. Son las cinco de la tarde. Ha tenido reunida varias horas a la Ejecutiva Federal. Por fin, sale a la palestra para dar la rueda de prensa que había anunciado para la una. Lo he calificado de «gallu” por lo que presume de todo, pero también se lo puede caracterizar así por el modo pérezcastejoniano de sus ruedas de prensa, tan breves y apresuradas como la cobertura de la gallina por su gallador. Pues bien, después de haber realizado su intervención, proclamó: «señores, son las cinco de la tarde y aún no he comido, así que me marcho». En competencia con el clásico cervantino «Y luego, incontinente, / caló el chapeo, requirió la espada, / miró al soslayo, fuese y no hubo nada». El segundo es una presidenciada típica. A los socios de la OTAN se los va a requerir para que inviertan un 3,5% en defensa (hasta un 5% contemplando algunas variables). Don Pedro envía una carta al mundo (en apariencia a Rutte, secretario general de la organización) diciendo que España no puede aportar mas que un 2,1%, en caso de no hacerlo así peligrarían el estado del bienestar, los bolsillos privados, el empleo y las finanzas públicas. Probablemente, don Pedro tiene bastante razón. No voy a entrar a discutir esa cuestión ni a señalar otros miembros de la OTAN reticentes al 5% o muy retrasados al respecto. A lo que voy es a la presidenciada. El señor Pérez- Castejón, al tiempo que hace pública su postura y su carta a Rutte, asevera que este ha entendido la postura de España y ha aceptado: el mocín ha salido triunfante. Repito, no se trata del fondo, sino del proceso, de la mentira. Al día siguiente el secretario general de la OTAN afirma que no se ha llegado al pacto que don Pedro dice se ha llegado. Mentiras para todos. Pasto para los suyos. «Cae primero un mentirosu qu’un coxu», dice el refrán. Lo que no dice es que una gran parte de los espectadores tienen defectos congénitos de visión. Donde unos ven una caída, otros ven un veloz avance hacia la meta, «como los ríos que en veloz corrida se llevan a la mar». Y ahí está el quid, el busilis, el meollo de la cuestión: ¿Para quién se miente? Para los nuestros.

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