Güei, en La Nueva España: "Un hombre, un boto (y Gladstone)"

(Trescribo, como davezu, los primeros párrafos)

Un hombre, un boto (y Gladstone)

Algunas consideraciones en torno a la postura de los diputados socialistas en el debate de investidura de Mariano Rajoy

10.11.2016 | 03:55
En las primeras elecciones democráticas tras la dictadura, un original comerciante de zapatos de Piloña repartió por toda la Asturies oriental el lema que encabeza este artículo. Pues bien, desde aquella misma fecha, 1977, algunas de las cuestiones que planteó la decisión del PSOE de abstenerse en la investidura de Mariano Rajoy no han dejado nunca de plantearse, naturalmente, en torno al "voto" y no al "boto" (aunque, quizás, sí en torno a este en su significado de "torpe, romo").
El primero de los debates es el de si estaban obligados o no todos los diputados socialistas a seguir el mandato de abstención o si podían hacer aquello que tuviesen a bien. El argumento fundamental a favor de esta última postura era el de que el artículo 67.2 de la Constitución sostiene que los diputados (en cuanto que representan a la nación y no únicamente a quienes les han votado) "no estarán ligados por mandato imperativo". La idea de que quienes son los representantes de la nación no están sometidos por mandato imperativo surge tras las revoluciones norteamericana y francesa y se opone a las prácticas habituales anteriores, en que los elegidos (en un sistema no democrático en el sentido moderno) solían tener una representación ceñida estrictamente para aquello que habían sido elegidos, por ejemplo, autorizar al rey tales o cuántos impuestos. De modo que, en alguna medida, la frase es un pecio histórico que, desde luego en su origen, no quería decir que los representantes podían hacer lo que les diese la gana al respecto de sus partidos. Volveremos a ello más adelante.
Una razón esgrimida por algunos de los diputados socialistas fue la del "voto en conciencia". Se trata de un puro sofisma, porque en política no hay voto en conciencia, solo hay "voto político". Las únicas excepciones, si acaso, se refieren a cuestiones de moral o conciencia religiosa, cuando así se declaran en los reglamentos de los respectivos grupos parlamentarios.
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