Güei, en LA NUEVA ESPAÑA: De cenices y tumbes

(Trescribo, como davezu, los primeros párrafos)


De cenices y tumbes

La instrucción de la Iglesia católica de que los restos han de guardarse en lugares sagrados y no arrojarse en cualquier sitio

Al cristianismo, desde su nacimiento, le debe el mundo occidental dos de los elementos fundamentales de lo que constituye nuestra concepción del mundo y de la sociedad ideal: la igualdad de todos los hombres (esclavos o no), la de todo el género humano, hombres y mujeres. Podrá haber atisbos acaso de tales ideas con anterioridad en tal o cual pensador, pero sólo el cristianismo ha tenido el poder, la capacidad y la universalidad (católico: "universal") para instalar de forma general estos principios en la sociedad. Que la base argumental o teológica de esa concepción -la religión- se sustente o no en una fábula es completamente indiferente con respecto a la validez de aquellos principios y su eficacia: en su predicación y ejecución son principios meramente mundanos, sociales, al margen de su fundamento.
Podrá argüirse que tales convicciones han tardado mucho en hacerse universales, o que son aun hoy más un desiderátum que una realidad plena. Es cierto, pero esa es la condición de los principios o ideas tractoras. La Declaración Universal de los Derechos Humanos es un ejemplo de ello: actúan como un destino al que hay que llegar, pero son ellos, a la par, los impulsores -déjenme decirlo en asturiano, empobinadores y, al tiempo, afaladores- del tránsito hacia esa estación final de su cumplimiento universal.
Cabe argumentar que la Iglesia -las Iglesias, más propiamente- no ha llevado a término de forma escrupulosa esas ideas (aunque, para ver con objetividad y sin entrar en mucha casuística histórica, podríamos establecer un punto de comparación entre el papel de la mujer en las sociedades dominadas por otras religiones y el que tiene en la nuestra). Asimismo, recordar las crueldades de las Iglesias o del papado, su rapiña, su acumulación de riquezas. Nada de ello disminuye la validez de aquellos dos principios como camino y guía hacia una sociedad mejor.
La Iglesia católica acaba de hacer pública una instrucción con respecto a los muertos y el destino de sus restos: la de que los cuerpos o las cenizas de ellos han de guardarse en lugares sagrados o ad hoc, y no arrojarse en cualquier sitio, conservarse en casa o convertirse en parte de otros objetos. [.......................................................................................................................................]

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