(Asoleyáu en La Nueva España, el 13/05/17)
LOS
SOCIALDEMÓCRATAS, EN CRISIS.
En
algunas partes de Europa los partidos socialdemócratas canónicos han
desaparecido o vienen perdiendo gran parte de su electorado. Grecia, Holanda,
Inglaterra, Francia, España pueden ser algunos ejemplos de ello. Ahora bien, y
antes de seguir, dejemos claro que no es esa una tendencia universal, como se
puede anotar con solo mirar a nuestro vecino Portugal.
¿Qué es
lo que está pasando en esos países? Suelen aducirse, como causas universales,
la reciente larga crisis económica y la globalización, con sus efectos,
principalmente, sobre el empleo y la depauperación de las clases medias.
Aceptemos que esos factores hayan influido en parte, pero a mi juicio existen
otros factores mucho más importantes, que tienen que ver con la cultura
política y las mentalidades. Veámoslo.
En 2012,
tras el chasco electoral del PSOE y los posteriores tópicos sobre la necesidad
de renovación, escribía aquí, en LA NUEVA ESPAÑA, un artículo, “¿Renovación del
PSOE o de sus votantes?”, donde planteaba la cuestión indagando en la
mentalidad de una parte importante de los militantes y votantes del PSOE. En esa mentalidad existen dos o tres vectores
de fuerte arraigo, de cegadora convicción: la consideración de la derecha como
encarnación del mal absoluto, la visión de los empresarios como explotadores
sistemáticos y, sobre todo, un absoluto desprecio hacia la realidad
(“realidad”, digo, no “realidad económica”), de modo que piensan que la riqueza
es ilimitada y que basta con quitarla a alguien para que se pueda repartir para
todos. De manera que cuando lo que han dado en llamarse “derechos”, los
derechos que suponen riqueza creada, no pueden expandirse ilimitadamente, se
produce un sentimiento de frustración que se vuelca sobre aquellos que históricamente
han venido, de forma implícita o explícita, sosteniendo que sí es posible. Y buscan otros que les aseguren que esa
fantasía, en que han sido adoctrinados y han vivido, es posible.
Pero,
sobre esa frustración, existe también un malestar creciente que no tiene que
ver con lo económico, sino con la trivialización del individuo entre la masa,
la pérdida de importancia de cada uno de nosotros, de nuestro saber o valer, en
un mundo en que todos los saberes, voces y valores pesan lo mismo. Es la lucha
por el reconocimiento hegeliano, que se expresa como una protesta, como un
inconsciente impulso a exigir el cumplimiento del “otro mundo es posible” (y sí lo es, como en
Rusia, Cuba, China, Corea del Norte…). ¿Cómo explicar, si no, que un altísimo
número de votantes de Podemos sean profesores, médicos, funcionarios,
universitarios etc.? No son sus condiciones económicas lo que los impulsa, sino
la expresión de su insatisfacción por lo que todos entienden como escaso
reconocimiento.
Aunque
quizás en todo ello no haya novedad alguna y todo se reduce a la
naturaleza del hombre y la política, como decía Guicciardini en el XVI: “Tale
è la natura de’ popoli, inclinata a sperare più di quel che si debbe, e a tollerare
manco di quel ch’ è necesario, e ad avere sempre in fastidio le cose presenti”.
A
mi juicio, esto que se da en España es trasladable también a muchos de quienes,
en otros países, han abandonado el tradicional voto socialdemócrata.
Por
cierto, me he asomado a las redes sociales a ver cómo se tratan entre sí los
militantes del PSOE y aquello parece una guerra “plusquam civile”, una
enfrentamiento entre Zegríes y
Abencerrajes o, por decirlo más al día, de suníes y chiíes, todo ello, además,
envuelto en mentiras y en falacias argumentales. Las palabras de Azaña, a quien
tanto invocan tantos de ellos, sería deseable que tuvieran en cuenta: “Paz,
piedad, perdón”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario