LA BANCA NO EXISTE

(Asoleyáu en La Nueva España 09/02/18)  

                         LA BANCA NO EXISTE

               Es una abstracción. Existen los bancos, esto es, sus accionistas, los depositantes en ellos, los empleados y los servicios bancarios (préstamos, custodia, avales…). ¿Y por qué les cuento está obviedad, dirán ustedes? Muy sencillo, porque los dirigentes del PSOE (Simancas, por ejemplo, o Pedro Sánchez, en LNE del 26 y del 23 de enero, respectivamente) andan predicando un “nuevo impuesto a la banca para pagar las pensiones”.             

               Pero convendría que se aclarará sobre quién va a recaer el impuesto (de una cantidad imprecisa, de entre 5.000 y 7.000 millones), ¿sobre los accionistas?, ¿sobre los impositores?, ¿sobre los empleados o los servicios? Si sobre los primeros, ¿recargando lo que ya se paga por el dividendo?, ¿igual para el que tiene cien acciones que para el que tiene diez mil?, ¿lo mismo para los individuos que para las corporaciones? Si se trata de los servicios, es obvio que se encarecería la tenencia de cuentas y los préstamos, porque los costos se trasladan siempre al receptor final. ¿Va a ser eso? En cualquier caso, no a la banca, a concretos individuos.

               La propuesta, por lo demás, parece olvidar la situación en que se hallan los bancos y sus cuentas. Con fuertes provisiones en sus balances y achatarrando oficinas y empleo para reducir gastos, los bancos no están pasando por el mejor momento. Tampoco los ahorradores, para los que el dinero pierde valor todos los años y las únicas inversiones que pueden ser rentables son las que tienen un riesgo más o menos mayor.

               Pero volvamos a la propuesta del PSOE (que es la misma, por cierto, que la de su alma gemela, Podemos). En palabras literales de don Pedro: Aquellos que fueron rescatados con 77.000 millones, ahora tienen que rescatar lo que representa un sentimiento colectivo de la ciudadanía española: su sistema público de pensiones”. Y para que no haya dudas, “Simancas —dice La NUEVA ESPAÑA en la fecha citada—  defendió ayer en Gijón la propuesta del PSOE para garantizar el sistema público de pensiones con impuestos especiales a la banca, recordando que se inyectaron 77.000 millones de euros públicos para sanear al sistema financiero y ahora que los bancos tienen altos beneficios es hora de que sean ellos los que apoyen a la sociedad”.

               Pero Simancas sabe de sobra que no se inyectó dinero a la banca, sino a los bancos y no a ninguno de los “bancos”, sino a las cajas, y que esas cajas (salvo Bankia, principalmente) han desaparecido en su mayoría o están devolviendo el dinero prestado, que, por cierto, retornará en una cantidad que se estima entre 20.000 y 30.000 millones. De modo que en quienes puede fundamentalmente recaer el “impuesto de reversión” es en los bancos que no recibieron ayudas.

               Pero demos un paso atrás. Recordemos cuál era y es la frase hermana de esta, en la que en alguna medida reposa su requerimiento justiciero: “Hay dinero para rescatar a los bancos y no hay dinero para rescatar a los ciudadanos”, se pancarteaba en plena crisis. Pensemos por solo un momento lo que habría ocurrido si, como se demandaba por algunos, y como implícitamente reclama la frase, se hubiese dejado quebrar los bancos (a las cajas), sin inyectar dinero en ellos: en primer lugar, los depositantes hubiesen perdido sus ahorros o la mayor parte de ellos; y ni siquiera habrían recuperado los 100.000 euros por persona que dice asegurar el Fondo de Garantía de Depósitos, pues no tendría dinero para ello. Y habría seguido después una crisis bancaria generalizada que causaría enormes daños en la actividad económica y el empleo durante algunos años. ¿Importa todo eso al discurso? Nada.

               ¿Sabe todo esto la muchachada que dirige el PSOE? Tengo tantas dudas como certezas sobre el comportamiento del cerebro humano, pero yo creo que, aunque sea de una forma obscura, la verdad convive en su cerebro con la mentira. ¿Por qué lo hacen, pues? Por una sencilla razón que he explicado aquí la semana pasada: porque el que no miente no gana, feligreses y votantes necesitan oír aquello que quieren oír, aquello que casa con sus prejuicios y con esa red tupida de ensoñaciones y fantasías que se denomina “ideología”. En una palabra, los discursos externos necesitan homologarse con los discursos previamente interiorizados por los ciudadanos. Tengan estos la congruencia que tengan con la realidad o con la verdad.


               Xuan Xosé Sánchez Vicente 

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