Xuan Xosé Sánchez Vicente: asturianista, profesor, político, escritor, poeta y ensayista. Articulista en la prensa asturiana, y tertuliano en los coloquios más democráticos. Biógrafo no autorizado de Abrilgüeyu
EN PERJUICIO DE TODOS (Sobre los aprobados regalados en la enseñanza)
(Ayer, en LNE)
EN PERJUICIO DE TODOS
Tras la gratuidad de la enseñanza, el Gobierno camina hacia la gratuidad de los aprobados y los títulos. Pues, efectivamente, la eliminación en la ESO de los exámenes de septiembre para los suspensos en junio (que, ciertamente, eran en junio, un par de semanas después del suspenso, en casi todas las comunidades) no es más que la culminación de un proceso que viene desde hace tiempo y que busca eliminar los suspensos y las repeticiones, con pretextos como que son discriminatorios por razones de origen o fortuna familiar, que causan el infortunio del alumno o que no valen para nada, porque esos conocimientos “recuperados” carecerían de importancia alguna.
Digamos que se trata de un discurso panglosiano y roussoniano sostenido por una parte del gremio de los psicólogos, los pedagogos, los enseñantes panfilistas y por aquellos que nunca han dado clase. El discurso entiende, en el fondo, que el esfuerzo no es un instrumento que forme a la persona, que los conocimientos tienen un valor muy relativo en relación con otra clase de aprendizajes, llamemos sociales, y no cree que los estudios sean un medio muy eficaz para la promoción social, o que, en todo caso, los conocimientos válidos han de adquirirse en una etapa posterior a los estudios básicos y medios, que serían únicamente una estadía para ir haciéndose adulto.
Decíamos que estamos hoy en una etapa avanzada de ese proceso hacia la gratuidad del aprobado y del título. Actualmente, ya se puede pasar de curso y titular con dos asignaturas en la ESO, siempre que no sean ambas Matemáticas y Lengua. Pero, si se estuviese en el primer caso, la Junta de Evaluación determinará si el alumno ha alcanzado la madurez académica, una serie de criterios de difícil precisión a los que cada profesor puede responder como quiere. Y, en todo caso, si un docente permaneciese terne, por ejemplo, ante un alumno que tiene un uno de nota en el curso y ha faltado a clase y faltado en clase, siempre queda el recurso ante la inspección, que fallará a favor del escolín, perdón de la justicia, ante el menor fallo formal en los papeles y testimonios que el docente ha de presentar. Ya comprenderán ustedes que, salvo agravio imperdonable, el profesor normal tienda a rendirse antes que sostenerse numantinamente: “haced lo que os de la gana” o, si es más antiguo, “pa vosotros la perrona”.
En el Bachillerato se va a poder pasar a la EBAU con un suspenso. Actualmente, ya pueden pasar, con Lengua, Matemáticas y otra asignatura, de primero a segundo. La Junta de Evaluación actúa con idénticos procedimientos.
El discurso dominante tiene como supuesto implícito el de que todo el mundo está capacitado o, al menos, que es trabajador y tiene interés en aprender. Ese panglosianismo ignora voluntariamente la realidad: hay estudiantes buenos o muy buenos, los hay medianos, los hay con poca capacidad y los hay que se niegan a atender, entender y estudiar, al margen de su capacidad. Parece evidente que, cuando se sabe que el aprobado y la titulación van a caer gratuitamente del cielo, el alumno que no desea esforzarse no halle ningún estímulo que lo mueva de su voluntad.
Pero ese clima de todo da igual tiene su traslación a las aulas: no motiva a los alumnos medianos y es posible que desincentive a los más dispuestos al trabajo, que, además, posiblemente se verán sometidos a censura o crítica por quienes no desean verse espoleados. Del mismo modo, se hace más difícil aprovechar el tiempo en la clase, más difícil que los alumnos se centren en sus tareas y, digámoslo también, más difícil conseguir períodos más o menos largos de silencio y concentración.
Y tiene, asimismo, su traducción en el desanimo de los profesores: se enseña peor, se obtiene menos rendimiento, al final da casi igual lo que se haga.
Se lo explico hiperbólica pero gráficamente. Pasen ustedes por delante de un centro de enseñanza. Verán a la puerta a una serie de docentes con una rodilla en tierra, la otra doblada y los dedos apoyados en el suelo: son las cohortes que cada año están dispuestas a salir corriendo de la enseñanza en cuanto les llegue el día de la jubilación anticipada. En el primer segundo de ese día.
¿Por qué creen ustedes que es?
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