Xuan Xosé Sánchez Vicente: asturianista, profesor, político, escritor, poeta y ensayista. Articulista en la prensa asturiana, y tertuliano en los coloquios más democráticos. Biógrafo no autorizado de Abrilgüeyu
València nos ilumina
VALÈNCIA NOS ILUMINA
Como hemos hecho saber al Gobiernu recientemente mediante requerimiento notarial, la Ley de Uso y Promoción del Bable/Asturiano está siendo incumplida (o, si se quiere, y siendo bondadosos, «mal interpretada»). Efectivamente, el artículo 15.1 de la Ley 1/1998, de 23 de marzo, de Uso y Promoción del Bable/Asturiano establece que los topónimos de Asturias tendrán la denominación oficial en su forma tradicional. Cuando un topónimo tenga uso generalizado en su forma tradicional y en castellano, la denominación podrá ser bilingüe. La finalidad del artículo transcrito es expurgar las denominaciones oficiales de pueblos y lugares de años de aculturación, falseamiento (deliberado o por desconocimiento), errores, castellanización desinformada o pura y simple desidia. La experiencia acumulada hasta la fecha en el proceso de aplicación de la ley permite señalar desviaciones claras respecto de su espíritu y finalidad.
El incumplimiento más claro es en la doble denominación del tipo Oviedo/Uviéu, Gijón/Xixón, etc., pues la ley manifiesta con claridad que el nombre oficial es el «tradicional» (Uviéu, Xixón…) y solo cuando está muy extendido el castellanizado se podrá usar, además, este último, como un añadido, evidentemente, no como principal.
En multitud de casos esa excepción ha venido a generalizarse, como si las castellanizaciones recientes, o las sistemáticas manipulaciones de Carreteras del Estado, fuesen una presencia imperiosa en la lengua común que necesitasen esa duplicidad: Llastres/Lastres, Lluanco/Luanco, o, incluso, en ocasiones, como si el término adventicio fuese el asturiano (colocado en segundo lugar), y no el castellanizado o manipulado.
Lo que es una excepción en el 15.1 ha pasado en muchos casos a convertirse en norma ridícula (Cadarienzu/Cadarienzo; La Cruz de Illas/La Cruz d’Illas), en todo caso, contraviniendo flagrantemente la ley.
El traslado de esa realidad legislativa (generada en las comisiones de toponimia y los ayuntamientos y trasladada al BOPA) a la señalización viaria es confusa, contradictoria y risible en muchos casos, conviviendo topónimos falsificados con otros recuperados; indicadores donde encabeza el nombre en asturiano y otros, del mismo lugar, donde lo hace el nombre castellanizado (o ministerializado). ¿Para qué seguir? Dense una vuelta y miren ustedes.
Pero, además, esos nombres «tradicionales», «asturianos», son, una vez establecidos, los oficiales. Si, por ejemplo, el nombre oficial es Llastres, no existe, desde ese momento, ni para la Administración General ni para el Estado otra denominación de la localidad que esa, independientemente de la oficialidad o no oficialidad de la lengua. Y en ese sentido, el respeto que en esos ámbitos se tiene hacia los nombres «oficiales», «reales», es escaso, es decir, contra legem, aunque hay que reconocer que algunos servicios de la Administración se han adecuado ya a la nueva legalidad.
Al respecto, un hecho reciente ha venido a poner una nueva mancha, un nuevo incumplimiento con respecto a la legislación. Como ustedes saben, en la Puerta del Sol, en Madrid, acaba de inaugurarse en el llamado Kilómetro Cero una rosa de los vientos en granito donde, en su correspondiente orientación geográfica, constan todas las capitales de provincia: A Coruña, Ourense, Zamora, Salamanca… Son también conocedores, sin duda, de que el alcalde de València, Joan Ribó, ha exigido que se respete el nombre oficial de su ciudad, València, y no Valencia, que es la grafía que está escrita.
En dicha rosa de los vientos consta, cómo no, el nombre de nuestra capital, en la arcaica forma deturpada (Oviedo) y no en la oficial (aunque contra legem) desde el 21 de marzo de 2019, Oviedo/Uviéu.
Yo no esperaba que el alcalde de nuestra capital, don Alfredo Canteli, corriese a pedir la oportuna rectificación, no por nada, sino porque anda, sin duda, excesivamente enfrascado en su renovación como primer edil, pero sí me ha extrañado que ni una sola voz se haya alzado desde Asturies para denunciar el desafuero o exigir su reparación. Ni una, ni siquiera de entre los más furibundos asturianistas, la Academia o los más esquivos partidos políticos que hacen como si estuviesen muy interesados en nuestra lengua, tradición y derechos.
Dice tanto ello de nosotros que prefiero no decir nada.
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