Dos historias frustradas

DOS HISTORIAS FRUSTRADAS Hace unos días les proporcionaba yo aquí, en LA NUEVA ESPAÑA, algunos datos de la vida (1878-1906) industrial y aventurera del felguerín Jesús Fernández Duro. Les contaba cómo realizó el primer viaje en globo atravesando los Pirineos desde Pau (Francia) a Guadix (Granada) y su viaje desde Xixón a Moscú y regreso, en esos años, en un automóvil de aquellos y sin mapas. Pero, sobre todo, llamaba la atención hacia su faceta industrial, subrayando que tenía ya en ensayo un aeroplano de su invención. Y fantaseaba yo con la idea de que, de no haberse truncado su vida, acaso hubiésemos tenido en Asturies una industria aeronáutica, de profundas consecuencias económicas y sociales. Pues bien, en un momento determinado su vida se cruza con la de otro industrial e inventor, Victoriano Alvargonzález, del que ahora les hablo. Victoriano Alvargonzález (1856-1913) venía de una familia arraigada en Xixón décadas atrás, unida a la mar y a la industria. Su padre, por ejemplo, Romualdo Alvargonzález, fundó la empresa harinera La Hormiga, que exportaba a Cuba, y cuyo molino acabó dando nombre a lo que es hoy el estadio del Sporting. Pues bien, Victoriano destacó por su actividad como ingeniero en facetas como, lo que entonces era una novedad, el alumbrado eléctrico. De forma que se nos antoja un poco como infantil, el gran biógrafo Constantino Suárez, Españolito, dice de él esto (en la web españolito.es): «De Gijón. Acreditado electricista. Montó la fábrica de Moreda, en Gijón, de alumbrado eléctrico en 1882, cosa que entonces se tuvo como cosa de extraordinario mérito». Lo que hoy se conoce como La casa de la Luz, en Pontevedra, fue un edificio del XVI en el que en 1887 se decidió instalar una central eléctrica para la iluminación de la ciudad, convertida así en la segunda ciudad de España con alumbrado público. Esto es lo que se nos dice en la Wikipedia: «En sus dependencias, el ingeniero gijonés Victoriano Alvargonzález Zarracina instaló un sistema pionero de alumbrado eléctrico basado en máquinas de vapor y dinamos, convirtiendo el caserón en la primera central eléctrica de Galicia y punto de partida del cableado urbano». Pero lo que hoy queremos destacar es que Alvargonzález diseñó y construyó un coche, el Hormiga, nombre que puso en honor a la industria harinera de su padre. Pues bien, la invención no era cosa de poca monta, sino extraordinaria. Les proporciono un dato: en 1908 se edita en Nueva York la International Motor Cyclopaedia, que da noticia de automóviles, motos, lanchas de motor y aeronáutica en el mundo. En España se informa de algunos clubes de esos ingenios, y de comercios y manufacturas de automóviles, pocos y en pocas localidades, entre ellos el «Automobile Manufacturers, Gasolene: Alvargonzález (Hormiga cars)». Años antes, en 1903, en la revista La Energía Eléctrica se da cuenta de que en los talleres «de D. Victoriano Alvargonzález, importante industrial de Gijón», «se construyen toda clase de motores de gas, gasógenos, gasómetros, maquinaria, tubería, calderería, etc.», y también automóviles: «e l primero construido tiene por marca “hormiga” y es de 12 caballos de fuerza», para pasar a continuación a describirlo en tres páginas y a dar sus planos. Y es aquí donde vuelve a aparecer nuestro otro industrial -emprendedor, diríamos hoy-, Jesús Fernández Duro: en 1903 El Noroeste da cuenta de que el día anterior se habían realizado pruebas de velocidad y resistencia del primer automóvil construido «en los talleres de nuestro querido amigo, el inteligente y activo industrial D. Victoriano Alvargonzález», y que «las pruebas del nuevo vehículo en carretera las efectuó el distinguido sportman D. Jesús Fernández Duro, obteniendo un resultado altamente satisfactorio». En el año 1907 la revista madrileña Ingeniería informa de que «el conocido hombre de negocios de Gijon, D. Victoriano Alvargonzález», ha redactado las bases para una sociedad de transporte de viajeros por medio de automóviles entre San Esteban de Pravia, Baamonte (sic), Grado y Cangas de Tineo, «uniendo la línea del ferrocarril del NO con la Vasco-Asturiana». El 25 de febrero de 1913, a la edad de 56 años, Victoriano Alvargonzález perecía, junto con otras 22 personas, en una explosión durante la construcción del puerto de El Musel, al volar parte de la montaña del Tangán. Victoriano era el contratista de la obra. Al igual que en el caso de Jesús Fernández Duro no podíamos evitar la señardá de imaginar que su iniciativa nos hubiese conducido a tener radicada aquí en Asturies una floreciente industria aeronáutica, uno no puede, igualmente, impedir echar a volar los camientos y pensar que tal vez, en la estela de Victoriano Alvargonzález, podríamos haber disfrutado de una potente industria automovilística y que, además, los autobuses que cubren hoy tantas rutas de Asturies fuesen ingenios que saliesen de la factoría de Alvargonzález.

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