Los pájaro tero


     
    LOS PÁJARO TERO

               Recordar los datos negativos de nuestro país en relación con el resto de España tiene escaso interés por resabido: menor crecimiento, emigración juvenil, insuficiencia de recaudación para las pensiones, recortes o cierres en la industria, etc.

               Durante las campañas electorales todos los partidos se afanan en ofrecer soluciones. En general, todos ellos sin decir que es imposible cumplir muchas de las promesas porque no hay dinero para ello. En otros casos, porque lo que se proponen remediar no tiene remedio: la mayoría de la gente no tiene hijos porque no quiere tenerlos o no quiere tener muchos; la gente abandona el campo porque le da la gana, siguiendo una tendencia secular; los jóvenes emigran no sólo por no tener trabajo, sino porque el mundo, esa patria más ancha, les ofrece mayores salarios y mejores perspectivas de promoción. ¿Se puede remediar eso? No. Se puede ayudar a quienes voluntariamente quieren remar contra corriente o, incluso, estimular a algunos a que lo hagan, pero en lo fundamental nada hay que la política pueda hacer.

               El caso de los jóvenes que emigran es aún más difícil de solucionar. No sólo necesitaríamos aquí puestos de trabajo, sencillamente, sino otra cosa: empresas con proyección estatal e internacional que permitan esos salarios y esa proyección personal que muchos de los jóvenes desean.

               Lo que sí podrían prometer los partidos en campaña es no molestar demasiado, no poner en marcha inventos que no saben adónde van, no legislar por legislar, ocuparse de lo que sí está en su mano solventar y que ni siquiera ven.

               Algunos ejemplos recientes: se legisla sobre el subsidio a los mayores de 52 años y no se sabe muy bien lo que se quiere decir; se dictan normas sobre el control horario y se ignora cómo es la realidad sobre la que se legisla. Pero no es cosa del reciente período pedrosanchecista. ¿Ven ustedes los problemas que causa a diario la Ley de contratos del Estado, sin que nadie quiera rectificar? Miren ustedes hacia atrás y verán que muchas leyes son seguidas de correcciones de errores que constituyen, en realidad, confesiones de que no se sabía muy bien sobre qué se legislaba.

               Incluso, habría que pedir silencio. Se eructa sobre el próximo fin del diesel, se paran las ventas de coches, disminuye la demanda de acero, tienen menos transportes los camioneros, venden menos bocadillos las tiendas…: ralentización económica y paro.

               La descarbonización exprés y quijotesca de este gobierno —añadida a su incapacidad para regular el precio de la economía para las industrias de consumo intensivo— va a causar graves daños a la economía asturiana. Se argumenta que las energías renovables van a crear miles de empleos (que llegan a cuantificarse). Suponiendo que la hipótesis se acercase a la realidad en el futuro, cabe preguntarse. ¿Y esos empleos dónde se crearán? ¿Serán en Asturies? ¿Qué cualificación exigirán? ¿La tendrán quienes trabajan ahora en los empleos industriales que se destruirán? ¿Llegarán a tiempo de sustituir a los que se destruyen? Ya ven, preguntas nada banales que nadie sabría responder, y que, desde luego, nadie quiere formular.

               De modo que hace falta cambiar muchas cosas en la política española y en Asturies. Entre otras cosas, un cambio de mentalidad y de actitudes. ¿Se han fijado en nuestros pájaros tero, los que, como dice «El gaucho Martín Fierro», el poema de José Hernández, “en un lado dan los gritos y en otro ponen los huevos”?

               ¿No han oído ustedes a los sindicatos y a algún partido de izquierdas quejarse de la descarbonización exprés del gobierno pedrosanchecista y augurar que va a suponer una catástrofe para el empleo asturiano, es decir, para la economía, es decir, para las empresas, es decir, para los trabajadores y sus representados? ¿Sí? Pues son los mismos que han apoyado el gobierno de Pedro Sánchez, han hecho propaganda a su favor, han recaudado para él votos, se han mostrado ufanos con su triunfo y lo han celebrado y aplaudido. Y, que yo sepa, quien quiere lo más quiere lo menos.

               ¿Qué podrían alegar en defensa de su complicidad? ¿Ignorancia? ¿Acaso…?

               Se lo dejo a ustedes.

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